Antes de nada: Esto es una crítica de Star Wars: los últimos jedis 100% libre de spoilers aunque no de subjetividad. Cada película solo puede ser vista por los ojos de uno y pensada desde su criterio. Si no se está de acuerdo con lo abajo expresado, se agradecerán los comentarios constructivos . Si no acierta con el análisis, disculpen las molestias. Que la Fuerza os acompañe.
La Navidad ha llegado justo a tiempo a las carteleras de toda Europa. La industria cinematográfica ya tiene su regalo, su perita en dulce -sea en 2D o en 3D-, o más que eso: su voraz depredador que vive de hinchar expectativas al mismo ritmo que el precio de las entradas. Star Wars: los últimos jedis recibió este viernes a miles de espectadores en las salas de todo el continente con un objetivo, un arma y una ventaja.
El objetivo de Star Wars es arrasar en pantallas y en tiendas infantiles. Sus armas: el hype, la nostalgia y una maquinaria mediática de merchandising arrolladora. Su ventaja: un universo que muchos compramos antes de ser vendido
La intención es clara desde que empiezan a sonar los ya míticos re re re sol re’ do’ si la sol’ re’ do’ si la sol’ re’ do’ si do’ la’. Estos compases se han convertido desde hace tiempo en un chivato que sirve al público para estallar en unos aplausos que sonaron ayer al unísono en salas de medio mundo. El vibrar de la sala, sin embargo, quedó en suspense hasta una media hora final de infarto.
Disney tiene calculados no solo los pasos a dar para ganarse el cariño de amantes de esta saga y de las nuevas generaciones de futuros fans, sino también el dinero que ingresa cada vez que introduce algún chascarrillo gracioso al más puro estilo sitcom o algún muñequito achuchable por CGI. Los porgs, esas entrañables criaturas que acompañan a Luke Skywalker durante su exilio en el planeta Ahch-To, se han convertido en el nuevo BB-8 para las tiendas de medio mundo, pero jamás serán Ewoks, porque carecen de sentido argumental más allá de arrancar un ‘oooh’ entre los espectadores.
El objetivo: arrasar. El nombre de la saga lo convierte en algo sencillo sea como sea su contenido. Y si a eso se le suma que la película funciona como una dosis edulcorada para amantes y como anuncio para la campaña navideña, el éxito trasciende automáticamente en las tiendas de juguetes de medio mundo.
El arma que usa ‘Star Wars: los últimos jedis’ es y era peligrosa, pese a seguir funcionando. El hype generado entorno a esta entrega dirigida por Ryan Johnson (director de películas como Looper o de algunos aclamados episodios de Breaking Bad como ‘Ozymandias’) ha sido descomunal. “La mejor película de la saga”, han dicho muchos expertos tras ver los pases de prensa. Un día, exagerar demasiado hará que venga el lobo y no nos asustemos.
Nostalgia contra la nostalgia
En su conjunto, ‘Star Wars: los últimos jedis’ funciona como un metaproducto que pide olvidar el pasado sin parar de recordarlo, que desprende la emoción de una campaña publicitaria trabajada a la perfección
La nostalgia sigue siendo el hilo argumental. Luke Skywalker (Mark Hamill) es un Obi Wan Kenobi algo más huraño y amargado. Rey (Daisy Ridley) es la versión millennial e impaciente de Luke, la fuerza 2.0 en el mismo mar de dudas, incomprensión y búsqueda de raíces. Poe Dameron (Oscar Isaac) no es Han Solo aunque lo intente. Y a Finn (John Boyega) se le acaba apreciando pese a ser ese personaje plano algo circunstancial al que fuerzan a ser alguien.
Hay, sin embargo, algo que no consigue despegar tras ‘El despertar de la fuerza’. La Primera Orden no es lo temible que fue el Imperio. Kylo Ren (Adam Driver) no será jamás Darth Vader ni su reflejo. La sombra de Vader pesa sobre él y sigue mandando en el imaginario popular como el malvado que impactó a toda una generación. Los intentos de Ren de enterrar a Ben Solo, su alter ego, diluyen al lado oscuro. Ninguno de sus integrantes acaba de cuajar como antagonista, por mucho que el Líder Supremo Snoke lo intente.
Es el tambaleo del lado oscuro de la fuerza lo que impide a ‘Los últimos jedis’ ser lo que le pedían las críticas que la alabaron. Esta última entrega de la saga navega en los grises, pero se olvida del negro como componente necesario para que el blanco luzca.
Las apariciones de la difunda Carrie Fisher (Leia Skywalker), sin embargo, llenan de emotividad la pantalla y las salas. Olvidando un momento que roza el absurdo, Leia deja paso a Fisher para lograr acceder a los corazones de los espectadores. Y junto a Luke, aportan una magia especial que agradecen los fans con vítores en muchas de sus apariciones.
Con todo este empaque, Disney ha convertido la saga en una maquinaria de merchandising engrasada (o endulzada) para que el éxito trascienda la gran pantalla. En su conjunto, ‘Star Wars: los últimos jedis’ funciona como un metaproducto que pide olvidar el pasado sin parar de recordarlo, que desprende la emoción de una campaña publicitaria trabajada a la perfección. “Sólo por ser Star Wars, antes de ver la película el 5 lo tiene”. Eso es un mérito que trasciende a Disney y, desde ahí, solo se puede sumar.
Fuente: Vanguardia