El ciberespacio del gigante asiático, que cuenta ya con más de 750 millones de internautas que se conectan sobre todo a través de dispositivos móviles, vive una gran revolución debido a la irrupción de las aplicaciones de retransmisión en directo. Multitud de empresas han desarrollado servicios similares al de Periscope o Facebook Live y, a falta de realities al estilo occidental, la población se muestra aquí en la Red sin rubor y en tiempo real.
Existen unas 300 plataformas que suman casi 250 millones de usuarios y en las que se puede acceder a la vida de unos seis millones de personas: desde niños que se muestran haciendo los deberes, hasta ancianos que retransmiten partidas de mahjong, pasando por soldados que se conectan en pleno entrenamiento, fanáticos de la comida que muestran cómo la preparan y la consumen, o practicantes de deportes de riesgo como Wu Yongjing, el rooftooper que murió cuando grababa un vídeo en lo alto de un rascacielos de Changsha.
Su caída mortal al vacío ha reabierto el debate sobre los wang hong, como se conoce de forma genérica a las celebridades de Internet. De hecho, el diario oficial China Daily escribió el pasado día 12 un editorial en el que utilizaba el caso de Wu para arremeter contra este tipo de plataformas de retransmisión en directo. En el texto, el rotativo llegó a decir que “si Wu no hubiese sido tan popular en estas redes, posiblemente no habría muerto”. Para el diario, vocero del Gobierno, los likes de su cuenta de microblog fueron los que le llevaron a practicar un deporte “que pone en riesgo su vida y la de otros”.
Lo que no mencionó el China Daily es que, igual, más aliciente que las reacciones de sus 54.000 seguidores son los miles de euros que puede ganar con este tipo de vídeos. Porque este fenómeno se ha convertido en un negocio extremadamente lucrativo. En el caso concreto de Wu, sus familiares han reconocido a la prensa local que le habían ofrecido 100.000 yuanes (12.820 euros) por publicar el vídeo que le llevó a la muerte, y que iba a servir como preludio a su boda. Puede parecer una suma desorbitada, pero en el sector del live streaming chino no lo es.
Por ejemplo, la prensa china estima que Zhang Dayi -5,6 millones de seguidores en Weibo y 6,65 millones en Taobao- ingresó en 2016 unos 300 millones de yuanes (39 millones de euros) gracias a los productos que vende en la plataforma de comercio electrónico Taobao y que promociona en la aplicación de vídeo en directo de Alibaba, el gigante chino de las compras online. El pasado 11 de noviembre, cuando se celebró la orgía consumista anual conocida como el Día de los Solteros, su establecimiento recibió 120.000 pedidos y vendió productos por valor de 180 millones de yuanes (23,4 millones de euros). En comparación, la actriz Fan Bingbing ganó 19 millones de euros, según Forbes.
Muchos otros obtienen beneficios más modestos, pero todavía sobresalientes para un país en vías de desarrollo. MC Brother Li, por ejemplo, tiene más de 9 millones de seguidores y puede llegar a embolsarse 1,5 millones de yuanes (195.000 euros) al mes. Todo un logro para un hombre que abandonó la escuela con 15 años y comenzó a trabajar como mecánico de coches un año después. En Sichuan, una joven apodada Xiaoye se ha convertido en la última sensación gracias a sus peculiares clases de cocina -utiliza taladros, sopletes, y otros aparatos más propios del bricolaje- y cobra medio millón de yuanes (65.000 euros) por cada producto que promociona en sus retransmisiones.
Aparentemente, el trabajo es sencillo. Muchos wang hong se limitan a hablar de sus vidas y a hacer publicidad. Así, los ingresos fluyen por tres vías: comisiones en las ventas de productos promocionados por ellos, pagos por publicidad de marcas que los utilizan como a otros influencers, y regalos virtuales -monedas de colores, muñequitos, y otros objetos que luego pueden ser canjeados por dinero- que les hacen sus propios fans durante las retransmisiones.
Xiaomei, que prefiere no revelar su nombre real, es un buen ejemplo de cómo funciona el negocio en la mayoría de los wang hong. Esta joven nacida en la provincia de Shanxi y afincada en Shanghái gana en torno a 25.000 yuanes (3.300 euros) al mes gracias a sus canales en Douyu, YYLive y Meipai. Es una cifra que multiplica por seis el salario medio de la capital económica de China, y asegura que no es mucho dinero. Su objetivo es alcanzar pronto los 10.000 euros mensuales. “Comencé hace año y medio porque algunas de mis amigas lo habían probado y me contaron que se podía hacer dinero fácil. Así que, como se me daba bien el maquillaje, comencé a contar mis trucos mientras me maquillaba”.
En un cuarto del apartamento compartido que alquilaba instaló un pequeño foco y cuidó el fondo para que pareciese un estudio. Rápidamente, el número de seguidores se disparó hasta los 103.000 que tiene ahora. “Al principio me conectaba sobre todo por curiosidad. Pero luego algunas marcas se pusieron en contacto conmigo para que me maquillase con sus productos. Y, además de la comisión que me ofrecían, vi que mis seguidores -sobre todo mujeres- también me hacían regalos suficientes como para vivir de ello. Así que ahora también retransmito eventos a los que me invitan, sobre todo de cosméticos y de moda”, explica. “Tengo una buena tasa de conversión -que se calcula con el número de ventas que logra con cada producto que promociona- y eso es lo principal para nuestros patrocinadores”, añade orgullosa.
Las marcas ven a los wang hong como una forma idónea para conectar con el público joven, que da la espalda a los canales tradicionales. “No solo tienen muchos miles o incluso millones de seguidores. También interactúan con ellos de forma mucho más directa y tienen mayor repercusión que la prensa tradicional, que no disfruta de gran reputación en China”, explica un responsable de marketing del fabricante de smartphones Meizu, que en uno de sus últimos lanzamientos decidió invitar a decenas de wang hong para que retransmitiesen en directo el evento. A ellas se reservó las primeras filas del auditorio. “La industria de la publicidad y del marketing ha cambiado y estos KOLs -siglas en inglés de Key Opinion Leaders- son clave para llegar al público”, resalta el empleado, que prefiere mantenerse en el anonimato.
Himiko, que comenzó como bloguera de moda y ha ido adaptándose a la transformación de los canales online, asegura que ofrece a las marcas una tasa de conversión del 12%, y que, de media, las empresas que confían en ella logran unos 10.000 pedidos de cada producto que promociona. “Por ejemplo, el pasado 18 de junio hablé sobre un sujetador del que se habían vendido solo 5 piezas y ese día recibieron 10.000 pedidos. Tuvieron incluso que retrasar las entregas”, cuenta con una carcajada de orgullo. “Nuestro trabajo es construir un puente entre las marcas y nuestros seguidores”, añade Jiliang Xiansheng, que tiene dos millones de seguidores en Weibo. “Muchas empresas envían notas de prensa que nadie entiende ni lee. Nosotros las traducimos al lenguaje de la calle”.
Pero no todos los wang hong tienen éxito. La competencia es feroz, y la inversión requerida para poder entrar en el círculo es cada vez mayor. Lo sabe bien Mei Ling, una joven de Shanghái que pide no revelar su nombre real. “Hay muchas cosas oscuras en esta industria. Lo menos grave, por ejemplo, es la compra de seguidores -llamados zombis-. Luego está, sobre todo entre quienes trabajan con una agencia, la exigencia de llevar a cabo retoques de cirugía estética para ser más atractivas”. Un 10% de las wang hong reconoce haberse operado para mejorar su imagen en Internet.
Según Mei Ling, que está a punto de lograr 100.000 seguidores en un par de plataformas de streaming, hay incluso clínicas que ofrecen paquetes llamados rostro wang hong, y que incluyen procedimientos para crear un doble párpado, elevar el tabique nasal o estrechar el mentón. Luego hay quienes también retocan el busto para lucir camisetas ceñidas y escotes generosos. “Tengo conocidas que se han gastado más de 100.000 yuanes (13.000 euros) en cirugía. Ser sexy es muy importante para atraer seguidores, sobre todo masculinos. Y, luego, es cierto que existe un mercado paralelo del sexo en el que participa una minoría”, cuenta.
Ella reconoce haberse operado los párpados, lleva lentillas de color que hacen los ojos todavía más grandes, y un maquillaje fuerte para que los dos potentes focos que la iluminan no revelen las imperfecciones de la piel. Trabaja desde una habitación del pequeño apartamento que alquila, y la impecable decoración de esta estancia contrasta con el desorden del resto de la sala. “Es un decorado”, reconoce. Habla a través de un micrófono de estudio plateado y a veces utiliza hasta cuatro smartphones colocados en un trípode especial para retransmitir a la vez en diferentes aplicaciones.
En unas estanterías situadas detrás de ella ubica productos que vende. “La gente cree que es dinero fácil, pero nada más lejos de la realidad. Tenemos que trabajar muchísimas horas al día, apenas dormimos, comemos a la carrera, y solo las que tienen un poco de suerte consiguen vivir realmente bien de esto. Son efecto llamada para muchas otras que fracasan”, explica Mei Ling. Los datos de iMedia le dan la razón: un 95% de las inversiones que se hacen para crear wang hong no se recuperan nunca. Pero el que brilla es el 5% restante.
El asunto ha ganado tal notoriedad que existen incluso agencias dedicadas a fabricar estrellas del ciberespacio. Medio centenar, según la consultoría iMedia Research. “Algunas celebridades de Internet han superado ya incluso a las tradicionales en lo que se refiere a su volumen de negocio”, afirmó Janet Chen, fundadora de una de esas agencias, Tophot, en declaraciones a la BBC. “Nosotros somos una plataforma para hacer famosa a gente -sobre todo a mujeres jóvenes- que consideramos que tiene potencial. Les creamos una imagen pública, y les damos clases para convertirlas en modelos online, así como cierta formación sobre asuntos como maquillaje. Luego las lanzamos en los servicios de retransmisión en directo, agencias de publicidad, y plataformas de comercio electrónico”, explicó.
Fuente: El País