«Ingreso de agua de mar por sistema de ventilación al tanque de baterías N°3 ocasionó cortocircuito y principio de incendio en el balcón de barras de baterías. Baterías de proa fuera de servicio. Al momento en inmersión propulsando con circuito dividido. Sin novedades de personal mantendré informado». Este es el último mensaje del ARA San Juan, el submarino argentino desaparecido en el Atlántico Sur con 44 tripulantes a bordo, según reveló la noche del lunes el canal A24 de Buenos Aires. Tras avisar a la base de que había tenido un problema en las baterías de propulsión, el ARA San Juan desapareció sin dejar rastro.
Se trata del texto de la última comunicación enviada por los ocupantes del aparato el miércoles 15 de noviembre, antes de que se perdiera el contacto con el submarino, que es buscado intensamente desde hace 12 días en un operativo del que participan 14 países. En esta última transmisión, recibida por radiofrecuencia en la base, el capitán del aparato informó de un cortocircuito, de un incendio en las baterías y de una entrada de agua por el snorkel que se usa para renovar el oxígeno de la cabina.
La última comunicación se produjo cuando el San Juan navegaba por el Golfo San Jorge, a 450 km de la costa argentina. Está emitido a las 8.52 de esa misma mañana, firmado por el comandante de la Fuerza de Submarino y dirigido al Comando de Adiestramiento.
El portavoz de la Armada, Enrique Balbi, ha confirmado la verdacidad de este mensaje. “El agua llegó a través del sistema de ventilación a la bandeja de baterías produciendo un cortocircuito un principio de incendio, es decir, sin llama. Eso fue subsanado, se aislaron las baterías y el submarino continuó navegando con el otro sistema de baterías”, explicó Balbi.
La Armada argentina (Marina de Guerra) confirmó el viernes que se produjo una explosión a bordo registrada el mismo día de la desaparición del submarino pero dijo que había sido subsanada. La Armada no dio importancia al incidente, hasta que horas después se perdió todo contacto con el buque.
El submarino había zarpado el domingo 11 de Ushuaia (3.200 km al sur) de regreso a Mar del Plata (400 kilómetros al sur), su apostadero habitual. La búsqueda se centra ahora en una zona de 74 kilómetros, un área minúscula comparado con la de 600.000 kilómetros de hace una semana. Pero los marinos repitieron este lunes la frase que los periodistas escuchan desde el primer día: “Por desgracia, no hay rastros del submarino”. Toda la atención se concentra en el lugar donde los sensores registraron la explosión, mientras viaja hacia el lugar una cápsula no tripulada de rescate enviada por Estados Unidos, capaz de descender hasta los 600 metros.
El portavoz de la Armada admitió que tras 12 días solo puede haber supervivientes si se han adaptado a una situación “extrema”. Ya nadie se pregunta cuánto puede ser el oxígeno disponible en el interior del buque, o si el casco puede o no resistir la presión de grandes profundidades. Balbi se limitó al detalle del despliegue de buques y aviones que buscan al ARA San Juan frente al Golfo San Jorge, a unos casi 400 kilómetros de la costa, justo cuando termina la plataforma continental y la profundidad aumenta abruptamente. Cinco barcos rastrillan con sonares el fondo del mar, mientras aviones de Argentina, Brasil y Estados Unidos buscan algún indicio desde el aire.
La incertidumbre ha alimentado todo tipo de versiones en las redes sociales sobre qué pudo ocurrir con los 44 tripulantes. Muchas de ellas calan en la opinión pública y sobreviven a lo efímero del mensaje, por muy disparatadas que sean. Balbi tuvo que desmentir que el buque haya sido atacado por una fuerza militar extranjera, o que el estallido registrado por una agencia de la ONU aquel miércoles del último contacto haya sido culpa de una mina abandonada de la época de la guerra de Malvinas, en 1982. “No tenemos indicios de que haya habido un ataque exterior. Y no tenemos indicios de minas. Además, si las hubiese, a una mina apoyada a esa profundidad no podría explotar”, dijo Balbi.
Mientras tanto, los familiares de los 44 tripulantes vivieron este lunes momentos de tensión por discrepar sobre si hay o no supervivientes dentro de la base naval de Mar del Plata, donde permanecen a la espera de alguna novedad. El incidente se produjo cuando Itatí Leguizamón, mujer de uno de los 44 tripulantes, fue agredida por parientes de otros marineros después de que ella diera por hecho en televisión que los submarinistas «están muertos».
Fuente: El País
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