El presidente Donald Trump ha logrado su primera gran victoria parlamentaria con la aprobación en la Cámara de Representantes de su reforma fiscal por 227 votos contra 205. El gigantesco proyecto, posiblemente el de mayor envergadura en una potencia occidental y que supone un recorte en impuestos de 1,4 billones de dólares en 10 años, le permite sacarse la espina de su estrepitoso fracaso en julio con el Obamacare y mirar al futuro con nuevos bríos. Pero el triunfo aún es limitado. Tiene que pasar el filtro del Senado, donde la mayoría republicana es exigua y ya circula otro proyecto. Una derrota en la Cámara Alta sería demoledora para Trump.
Para la Casa Blanca es mucho más que una reforma impositiva. Consciente de que la economía constituye su principal baza electoral, Trump ha presentado el plan como un nuevo horizonte. La piedra firme sobre la que Estados Unidos se erguirá y exhibirá al mundo su bonanza. Una promesa de un futuro mejor y que en el idioma de Trump se traduce en liquidar programas sociales y reducir impuestos.
Para lograrlo, el Despacho Oval ha diseñado un plan de efectos masivos. El principal beneficiado es el tejido empresarial: el proyecto recorta el impuesto de sociedades del 35% al 20% y sitúa la carga por debajo de Francia y Japón. Para la población general, reduce los tramos fiscales de siete a cuatro (12%, 25%, 35% y 39,6%), aumenta las deducciones a familias, duplica el mínimo exento (de 12.000 a 24.000 dólares en parejas) y liquida el impuesto de sucesiones, ahora mismo vigente sólo para herencias superiores a los 5,59 millones.
Fuente: El País