Cuando el escritor y director de Pixar, Lee Unkrich, recibió la aprobación en 2011 para desarrollar la secuela de Toy Story 3, la historia nominada a mejor película que fue un éxito en su carrera, su emoción inicial se transformó en miedo.
A Unkrich, de 50 años, no le preocupaba el reto de realizar la segunda película dirigida exclusivamente por él. Sabía que su idea para un nuevo filme animado tenía las mismas posibilidades de integrar efectos visuales deslumbrantes y la catarsis emocional que distingue a Toy Story 3 y a otros éxitos del estudio perteneciente a Disney. Con el tiempo, esa idea se convirtió en Coco, que se estrena hoy en Estados Unidos, pero en México se presentó el 27 de octubre.
Su ansiedad era de naturaleza personal. La historia de Coco se centra en Día de Muertos —la celebración que se realiza en México para honrar a los ya fallecidos— y Unkrich, quien creció en las afueras de Cleveland, es de raza blanca y no tiene conexiones fuertes con ese país ni sus tradiciones. Estaba preocupado de que lo acusaran de apropiación cultural y lo condenaran al salón de la vergüenza de Hollywood donde residen los realizadores de películas acusados de maltratar el folclore por sus prejuicios o ignorancia.
“La comunidad latina dice lo que le ofende y tiene opiniones fuertes”, dijo recientemente en una entrevista telefónica. “Como no soy latino, sabía que el proyecto iba a estar bajo la lupa”.
Unkrich enfrentaba un dilema. Por un lado, estaba convencido de que los artistas no deberían estar limitados a “solo contar historias sobre lo que saben o sobre su propia cultura”. Sin embargo, también necesitaba protegerse contra lo ineludible de sus propios prejuicios y puntos ciegos, y asegurarse de que su película no “cayera en el cliché o el estereotipo”.
Además, eso fue antes del surgimiento del presidente Trump.
El director y sus colaboradores tomaron decisiones que sugieren un modelo para la creación de películas con respeto cultural y con nivel de éxito de taquilla. En Coco, la decimonovena película de Pixar y la primera en tener como protagonista a un personaje que pertenece a una minoría, Unkrich dejó completamente de lado el manual para crear mundos ficticios que envuelven al público como los de Buscando a Nemo y Monsters, Inc. En lugar de eso, se basó en varios viajes a México y en las historias personales de los miembros latinos de la producción, que le ayudaron a darle raíces geográficas y sociológicas a su mundo de fantasía.
Los realizadores también echaron mano de una gran variedad de consultores culturales externos de origen latino para eliminar ideas y sugerir nuevas, con lo que cambiaron totalmente la larga tradición del estudio de mantener esctrictamente cerradas las puertas durante el proceso creativo. Este modo de trabajar se formalizó después de un mal paso inicial en 2013, cuando los abogados de Disney solicitaron registrar como marca la frase “Día de los Muertos”, un título tentativo para Coco, y provocaron una reacción violenta en línea.
“Normalmente, no abrimos la puerta a la gente para que pueda ver nuestras primeras proyecciones”, dijo Darla K. Anderson, una de las productoras de la película y una autoridad veterana de Pixar, sobre el trabajo con consultores externos. “Sin embargo, realmente queríamos escucharlos y saber sus opiniones para asegurarnos de que habíamos entendido los detalles correctamente”.
Coco cuenta la historia de Miguel Rivera, un niño mexicano de 12 años que sueña con convertirse en un cantante famoso, como su ídolo, Ernesto de la Cruz —una estrella de la guitarra y del cine inspirada en las luminarias mexicanas de la mitad del siglo pasado, como Pedro Infante y Jorge Negrete. La familia de Miguel rechaza la música con vehemencia; en Día de Muertos, Miguel comete un acto de rebelión que lo transporta a un luminoso inframundo lleno de esqueletos vivientes, alebrijes y secretos de familia guardados desde hace tiempo.
Al buscar aportaciones para todo —desde el diseño de los personajes hasta la historia en sí desde el principio—, el estudio esperaba hacer que la película se sintiera más originaria y menos turística. Al mismo tiempo, los ejecutivos confiaron en que el público no latino se sentiría atraído por los temas universales de la historia como el legado familiar y la solidaridad.
El resultado está lleno de pequeñas referencias a la vida común en México, que incluye al xolo o xoloitzcuintle (una raza mexicana de perros sin pelo) de lengua suelta como el fiel compañero de Miguel y un prólogo animado de dos dimensiones contado sobre papel picado (artesanía tradicional en papel).
A lo largo de la película, muchos de los personajes principales —con las voces en inglés de un reparto casi totalmente latino que incluye a Gael García Bernal, Benjamin Bratt y al joven Anthony Gonzalez como Miguel— introducen aquí y allá palabras en español sin traducir, una rareza en el cine comercial estadounidense.
“La idea original era hacer que los personajes solo hablaran inglés bajo el entendido de que en realidad estaban hablando español”, dijo Octavio Solís, un guionista mexicoestadounidense que trabajó como consultor de la película. “Sin embargo, para nosotros, el lenguaje es binario y pasamos del inglés al español constantemente”.
En español, el niño Luis Ángel Gómez le da voz a Miguel, repite Gael García Bernal como Héctor y el cantante Marco Antonio Solís interpreta a Ernesto de la Cruz.
Unkrich y su equipo basaron a la familia Rivera —un matriarcado multigeneracional liderado por la formidable abuelita de Miguel— en las familias del mundo real con las que se relacionaron durante sus vistas a los estados mexicanos de Oaxaca y Guanajuato entre 2011 y 2013. Los consultores, como Solís, el caricaturista Lalo Alcaraz, la estratega de medios Marcela Davison Avilés y una gran red de entre treinta y cuarenta consejeros voluntarios, actuaron como mediadores.
En los primeros borradores de la película, por ejemplo, la abuelita de Miguel ejercía una reacia disciplina que lo mantenía a raya gracias a una cuchara de madera. Los consejeros opinaron que eso no se sentía que correspondía con la realidad, así que Unkrich suavizó al personaje y cambió su objeto —en lugar de cuchara, unas “chanclas”—.
“Nos dimos cuenta de que donde quiera que nos mostraran estos matices y los resaltáramos, era muy útil en términos de representación, pero también ayudaba en términos narrativos”, dijo Adrián Molina, quien pasó de ser guionista a codirector de Coco en 2015 y también es mexicoestadounidense.
Gracias a todos los esfuerzos que Pixar hizo para honrar los orígenes culturales específicos de la película —y para crear seguidores entre el 21 por ciento de asistentes al cine en Estados Unidos y Canadá que se identifican como latinos— el estudio se reforzó para resistir el rechazo de un electorado que no anticipó hace seis años, cuando el presidente Barack Obama todavía no comenzaba su segundo periodo de gobierno.
El discurso del presidente Trump, que habló mal de los migrantes mexicanos y hostigó a México con llamados a construir el muro durante la campaña de 2016, vertió gasolina sobre el ya encendido debate político justo cuando la película estaba a punto de completarse. A pesar de que las fronteras que presenta solo son metafísicas (los agentes aduanales esqueléticos hacen su aparición), Coco llegará en un momento de realzados sentimientos nacionalistas y de extrema derecha. Una encuesta que realizó el Pew Research Center en febrero mostró que más de un tercio de los estadounidenses apoya la construcción de un muro entre Estados Unidos y México.
“Ha sido doloroso para mí y para mucha gente que haya tanta negatividad en el mundo, específicamente y de manera injusta en relación con México”, dijo Unkrich, que evitó nombrar a Trump. “Simplemente nos sentimos honrados y agradecidos de poder traer algo positivo y esperanzador al mundo que quizá pueda contribuir un poco para disolver y borrar algunas de las barreras que existen entre nosotros”.
Al menos en un lado de la división, ya hay un veredicto sobre Coco. En menos de tres semanas, ya es la película que más ganancias ha recaudado en México.
“Esta película es un punto de partida, pero no hace un gran escándalo”, dijo Álex Nogales, un asesor de Coco que no recibió sueldo y es presidente y director ejecutivo de la Coalición Nacional de Medios Hispanos, un grupo vigilante. “Simplemente representan lo que somos”.
Fuente: NYTimes