Si el delito es un cáncer, el país padece metástasis
El mes de junio pasado ha quedado rebasado como el período más rojo en la historia de la contabilidad criminal de homicidios dolosos. Si 2 mil 238 asesinatos hablaban del horror criminal, octubre estuvo peor por las 2 mil 371 carpetas de investigación, con un saldo de 2 mil 764 víctimas.
Octubre ocupa el primer sitio de horror, la medalla de oro de la violencia criminal. El mes pasado se cometieron 89.1 asesinatos por día –una muerte cada 15 minutos–, la cifra más alta desde enero de 1997 –casi 21 años– desde que el gobierno comenzó a registrar los delitos de alto impacto.
De acuerdo con el número de homicidios dolosos por cada 100 mil habitantes, los estados de Colima, Guerrero y Baja California Sur (dónde este crimen ha incrementado 178% entre enero y octubre de 2017, con respecto al mismo período de 2016) aparecen como los más violentos.
“Nunca se había matado tanto en tan poco tiempo (…) Se agotan los adjetivos para calificar la sangría”, apunta Pablo Ferri en el diario El País.
El problema, nos dicen, inició cuando Felipe Calderón declaró la guerra al narcotráfico, batalla cuya extensión se prolongó contra toda clase de organización delictiva al romperse viejos pactos priistas con cárteles del crimen. El sexenio del ex presidente Calderón terminó por registrar 80 mil 573 investigaciones. En lo que va del gobierno peñista, esa cifra se ha incrementado a 93 mil 659, 13 mil más que con Calderón, de acuerdo con datos reportados por el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.
A mes y medio de que termine el año suman ya 23 mil 968 asesinatos dolosos… y contando.
A la sociedad vulnerada por la violencia criminal, esos datos fríos no explican sino agravan el horror cotidiano.
Muchas voces de alarma y urgencia han dicho ya basta… pero no bastan para que baste.
EL MONJE MEMORIOSO: Hoy, como nunca antes, cobra vigencia aquella frase de José Vasconcelos cuando en un viaje de ferrocarril durante su campaña presidencial preguntó a sus colaboradores por el olor de México. Muchos, de manera bucólica, hablaron del olor de la tierra y los bosques, otros del olor de la masa y la milpa, algunos de la fragancia de las flores. El maestro Vasconcelos les dijo molesto, ¡no señores!, el paisaje mexicano huele a sangre que es lágrima del alma, citando a San Agustín.