México quiere pactar un término medio en una de las propuestas más polémicas de Trump para poder salvar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC). El secretario de Economía mexicano, Ildefonso Guajardo, indicó que aceptaría que los tres socios se sentasen a la mesa cada cinco años para evaluar los pros y los contras del pacto siempre y cuando no se fije una cláusula de terminación automática del tratado, tal y como propuso el mes pasado la Administración estadounidense.
Ningún pacto de libre comercio del planeta fija de antemano una fecha de caducidad del texto, algo que los expertos consideran muy nocivo para la inversión transfronteriza. El motivo: muy pocos empresarios arriesgarían su capital en un proyecto, por atractivo que fuese, si saben de antemano que el tratado tiene una alta probabilidad de acabar hecho trizas en un lustro. El periodo de maduración y desarrollo de la mayoría de inversiones supera con creces esa franja temporal.
El Ejecutivo mexicano también aprovechará la quinta ronda de diálogo para pedir a EE UU «más detalles» sobre otra de sus propuestas disruptivas: elevar del 62,5% al 85% el porcentaje mínimo de partes de un automóvil que hayan sido producidas en alguno de los tres países. «Eso sería muy rígido para la industria automotriz», ha afirmado Guajardo. «Y queremos que nos expliquen cómo llegaron a ese 85% y qué implicaciones técnicas tiene [alcanzar esta cifra]. Es ilógico, y parte de lo que vamos a llevar va a ser preguntas y cuestionamientos sobre la solidez de esta propuesta».
El martes, el secretario de Comercio de EU, Wilbur Ross, afirmó que una potencial ruptura del tratado sería «mucho más dañina» para México y Canadá que para su país. En el caso concreto de la nación latinoamericana, dijo Ross, el efecto sería «devastador». La respuesta de las autoridades mexicanas ha llegado apenas 24 horas después: «La ausencia del TLC no quiere decir que el comercio se acabe, aunque habría un impacto fuerte», ha reconocido Guajardo al tiempo que recordaba que las exportaciones de Estados como Iowa, Washington, Texas o Arizona dependen casi íntegramente de su vecino del sur.