… los legisladores que laboran tan intensamente, día con día, entregados a las mejores causas populares, y a la defensa de los intereses de la Patria.
Me entero, por noticias actuales, que los ocupantes de las curules, esto es los llamados diputados, representantes populares o miembros de la Cámara baja, mucho muy baja, recibirán como obsequio o gratificación de fin de año algo así como 900 mil pesos cada uno.
No hay que armar escándalo, sólo son 500 y la verdad es que la mayoría ni siquiera han dado qué hablar. Silenciosamente y como alguna ocasión dijo Manlio Fabio Beltrones, se culiatornillan en sus poltronas de cuero, entrecierran los ojitos para captar mejor los discursos en tribuna y de cuando en cuando dan un sorbo a su cafecito, una mordidita a sus galletitas y nuevamente en posición Zen para asimilar lo que sucede.
Diputados, ciertamente, son el nombre que les dan en la fuente política a los olvidados por Dios, moran en la calle, viven de la caridad y mueren en cualquier acera. El reporte tanto de la policía como de los reporteros, dirá: diputado (representante popular) encontrado en tales calles, víctima del frío. No presenta huellas de violencia.
Además de la modesta cantidad con que serán premiados sus esfuerzos y agobios, los legisladores tienen a su disposición varios centenares de automóviles híbridos (los aceptaron en principio porque oyeron “briáguidos”) pero hasta lo expresado, no han sido de su agrado. Allí están, hace más de un año, pudriéndose en los sótanos de la Basílica Legislativa de San Lázaro.
Por su lado, lo que se aposentan en los escaños, o sea los senectos o senadores, según la ley representantes del Pacto Federal –ya no es cierto, pero sigue sonando muy bonito—han ocultado muy celosamente los ahorritos logrados para el reparto de fin de año.
Y es la ley, esa estúpida ley que sólo existe para que algún desvelado memorioso la recuerde, obliga a las dependencias del Ejecutivo o a sus adláteres, el Legislativo y Judicial, a reintegrar el sobrante de su presupuesto, mismo que en automático deberá ser reducido de su siguiente asignación anual.
Pero no, son tontos pero no mucho. Se sabe por una infidencia de un senador monterrelleno que en los siguientes días recibirán 350 mil pesos para la renovación de su equipo automotriz personal.
Dicen, no lo informan tampoco, que el anterior vehículo quedará en posesión de quien era su usuario. Y que el nuevo, pues saldrá de plano a nombre de quien lo adquiera. A eso lo llaman simplificación administrativa o camino corto para evitar en el futuro dar vueltas y revueltas con firmas, permisos y brincos sobre leyes y reglamentos que imponen trámites para la cesión de propiedades senatoriales.
Por el carácter tan especial del Senado, hasta hace poco corresponsable de la política exterior, su presupuesto no estaba bajo control del Ejecutivo. Pero don Emilio González Parra, hombre terco si los hubo, aparte de imponer la obligación para los legisladores de declarar sus bienes –lo que sólo alcanzaba a los burócratas—buscó los caminos para que los dineros del presupuesto pudiesen retornar a la Tesorería.
La ley dice que las entidades estatales que no ejerzan completo su presupuesto, deben reintegrar el sobrante que, en automático, será rebajado de la asignación del siguiente año. Pero eso no competía al Senado, hasta que tomó cartas en el asunto el nayarita.
Los legisladores tampoco tenían asignado chofer, ni auto oficial. No contaban con cuenta de gastos y a algunos se les ayudaba para pagar su estancia en la ciudad de México en temporada de sesiones.
En fin, era otro Senado, con siete veces menos personal, viajes únicamente los necesarios y con gratificaciones apegadas a los niveles de los empleados públicos federales.
Pero llegaron los vientos partidarios y nos alevantaron, diría el ranchero imposibilitado para reclamar…
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