Claudia Luna Palencia
@claudialunapale
Realmente sorprende que el Fondo Monetario Internacional (FMI) espere que el PIB de México cierre 2017 con un crecimiento del 2.1%, como anticipó hace poco en “Perspectivas de la Economía Mundial”.
Y remarco mi asombro debido a los dos acontecimientos (uno inesperado y otro anticipado desde la campaña de Donald Trump) más significativos que han marcado el rumbo del país –al menos este año- y me refiero: al lamentable terremoto del 19 de septiembre pasado y por supuesto a la difícil mesa de renegociación del NAFTA-TLCAN.
El primer hecho, derivado de la naturaleza, ha tenido consecuencias tanto en el patrimonio inmobiliario como en la vida humana lo que significa un esfuerzo adicional y que afecta todavía más en un país en el que sigue prevaleciendo la escasa cultura del seguro.
El Fondo de Desastres Naturales (FONDEN) que cada año contempla el Presupuesto Federal tiene, por desgracia, cada vez mayor demanda debido a la cantidad de fenómenos climatológicos que afectan a la población de México en diversas entidades.
La temporada de huracanes o bien las intensas lluvias en distintas zonas son de lo más recurrentes con las consecuentes afectaciones, por esa razón la crítica más frecuente al Fonden es el tiempo de demora en la ayuda oficial.
Mientras la sociedad civil es la primera en reaccionar de forma espontánea y generosa y el Ejército entra en la dinámica del salvamento y la ayuda mediante el Plan DN-III, los recursos monetarios del Gobierno Federal tardan siempre en activarse so pena del sufrimiento de las personas afectadas.
Más de lo mismo: vamos a llegar a diciembre y apenas serán entregados los recursos del Fonden a los diversos gobiernos estatales que padecieron la afectación derivada del fuertísimo movimiento telúrico y a partir de entonces comenzará la derrama a los distintos órdenes, hasta llegar a los municipios que también solicitaron la ayuda.
En Ciudad de México, el asunto también va preocupantemente lento y si bien el daño en la vida humana no tuvo –afortunadamente – los miles de decesos del 19 de septiembre de 1985, el evento catastrófico de dos meses atrás dejó en cambio miles de edificios dañados en comparación con hace 32 años.
En el acto se cayeron 38 edificios en la capital del país, sin embargo, en el más reciente balance dado a conocer por Miguel Mancera, jefe del Gobierno de la Ciudad de México, hasta 8 mil inmuebles están dañados y dentro de éstos, mil serán demolidos.
Es decir, la demolición y primordialmente la reconstrucción, pueden demorar años, es sin lugar a dudas una herencia para la próxima administración, un tema que va más allá de la mera coyuntura y que los candidatos para la Presidencia tienen que contemplar dentro de su programa de propuestas en caso de llegar a gobernar.
A COLACIÓN
Y es que detrás de cada inmueble caído, en vías de demolición o bien de rehabilitación están varias familias agobiadas, ¿si usted, amigo lector, perdiera de la noche a la mañana su vivienda, tiene en su cuenta bancaria el dinero suficiente para comprarse otra?
Mucho más fácil la tienen aquellos que si bien perdieron lo material estaban alquilando su departamento, habrá que hacer el esfuerzo de adquirir lo más inmediato pero pueden mudarse a vivir a otro sitio.
Lo dramático es para quienes eran propietarios y no tenían seguro; lo penoso es para quienes son propietarios hipotecados y han sido dañados de una u otra forma porque siguen pagando una hipoteca como esté el bien inmueble.
¿Cuentan las instituciones de crédito con una línea alternativa para, por ejemplo, dar digamos tres meses de gracia de no pago de hipoteca para permitir una vía de oxígeno a los afectados?
¿Cuántos impagos de futuro inmediato pueden comenzar a alterar el tema de las hipotecas con las instituciones de crédito? Me atrevo a decir que habrá más de un caso.
Por lo pronto, vía el Fonden que cuenta con 9 mil millones de pesos, será otorgada una tarjeta de hasta 120 mil pesos para aquellas personas que se quedaron sin su departamento o casa; y de hasta 15 mil pesos para aquellas que deben rehabilitar o reparar su lugar de vivienda. Insisto, insuficiente y una herencia perniciosa.
Directora de Conexión Hispanoamérica, economista experta en periodismo económico y escritora de temas internacionales
Y remarco mi asombro debido a los dos acontecimientos (uno inesperado y otro anticipado desde la campaña de Donald Trump) más significativos que han marcado el rumbo del país –al menos este año- y me refiero: al lamentable terremoto del 19 de septiembre pasado y por supuesto a la difícil mesa de renegociación del NAFTA-TLCAN.
El primer hecho, derivado de la naturaleza, ha tenido consecuencias tanto en el patrimonio inmobiliario como en la vida humana lo que significa un esfuerzo adicional y que afecta todavía más en un país en el que sigue prevaleciendo la escasa cultura del seguro.
El Fondo de Desastres Naturales (FONDEN) que cada año contempla el Presupuesto Federal tiene, por desgracia, cada vez mayor demanda debido a la cantidad de fenómenos climatológicos que afectan a la población de México en diversas entidades.
La temporada de huracanes o bien las intensas lluvias en distintas zonas son de lo más recurrentes con las consecuentes afectaciones, por esa razón la crítica más frecuente al Fonden es el tiempo de demora en la ayuda oficial.
Mientras la sociedad civil es la primera en reaccionar de forma espontánea y generosa y el Ejército entra en la dinámica del salvamento y la ayuda mediante el Plan DN-III, los recursos monetarios del Gobierno Federal tardan siempre en activarse so pena del sufrimiento de las personas afectadas.
Más de lo mismo: vamos a llegar a diciembre y apenas serán entregados los recursos del Fonden a los diversos gobiernos estatales que padecieron la afectación derivada del fuertísimo movimiento telúrico y a partir de entonces comenzará la derrama a los distintos órdenes, hasta llegar a los municipios que también solicitaron la ayuda.
En Ciudad de México, el asunto también va preocupantemente lento y si bien el daño en la vida humana no tuvo –afortunadamente – los miles de decesos del 19 de septiembre de 1985, el evento catastrófico de dos meses atrás dejó en cambio miles de edificios dañados en comparación con hace 32 años.
En el acto se cayeron 38 edificios en la capital del país, sin embargo, en el más reciente balance dado a conocer por Miguel Mancera, jefe del Gobierno de la Ciudad de México, hasta 8 mil inmuebles están dañados y dentro de éstos, mil serán demolidos.
Es decir, la demolición y primordialmente la reconstrucción, pueden demorar años, es sin lugar a dudas una herencia para la próxima administración, un tema que va más allá de la mera coyuntura y que los candidatos para la Presidencia tienen que contemplar dentro de su programa de propuestas en caso de llegar a gobernar.
A COLACIÓN
Y es que detrás de cada inmueble caído, en vías de demolición o bien de rehabilitación están varias familias agobiadas, ¿si usted, amigo lector, perdiera de la noche a la mañana su vivienda, tiene en su cuenta bancaria el dinero suficiente para comprarse otra?
Mucho más fácil la tienen aquellos que si bien perdieron lo material estaban alquilando su departamento, habrá que hacer el esfuerzo de adquirir lo más inmediato pero pueden mudarse a vivir a otro sitio.
Lo dramático es para quienes eran propietarios y no tenían seguro; lo penoso es para quienes son propietarios hipotecados y han sido dañados de una u otra forma porque siguen pagando una hipoteca como esté el bien inmueble.
¿Cuentan las instituciones de crédito con una línea alternativa para, por ejemplo, dar digamos tres meses de gracia de no pago de hipoteca para permitir una vía de oxígeno a los afectados?
¿Cuántos impagos de futuro inmediato pueden comenzar a alterar el tema de las hipotecas con las instituciones de crédito? Me atrevo a decir que habrá más de un caso.
Por lo pronto, vía el Fonden que cuenta con 9 mil millones de pesos, será otorgada una tarjeta de hasta 120 mil pesos para aquellas personas que se quedaron sin su departamento o casa; y de hasta 15 mil pesos para aquellas que deben rehabilitar o reparar su lugar de vivienda. Insisto, insuficiente y una herencia perniciosa.
Directora de Conexión Hispanoamérica, economista experta en periodismo económico y escritora de temas internacionales