El escándalo del productor de Hollywood, Harvey Weinstein, ha hecho eco en esferas tan ajenas al glamour de Hollywood como la política.
En los últimos días se han destapado cientos de casos de acoso sexual contra asesoras, lobbystas y hasta legisladores de congresos locales y federales en Estados Unidos, Reino Unido, Francia y la Unión Europea.
«La violencia contra las mujeres en la política es un fenómeno global, hay casos en todas las regiones del mundo y les ha ocurrido a mujeres en todos los niveles del Gobierno», dijo a REFORMA Juliana Restrepo Sanin, especialista de la Universidad Rutgers de Nueva Jersey.
Para que una mujer logre acceder a un cargo público debe sortear varios obstáculos, pero ya en el puesto sigue sufriendo violencia.
El 82 por ciento de las legisladoras encuestadas en 39 países por la Unión Interparlamentaria reveló que sufrió alguna forma de acoso y violencia política antes, durante y después de su mandato.
«El poder sigue siendo considerado un atributo masculino y en ese contexto no se considera que las mujeres deban de tenerlo de manera ‘natural’, por lo que son segregadas y excluidas de los espacios políticos», afirmó Georgina Cárdenas Acosta, investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG-UNAM).
Las denuncias de acoso relacionadas con el senador de Estados Unidos, Al Franken; el congresista demócrata, John Conyers; el republicano Roy Moore, e incluso contra el Presidente Donald Trump, son sólo una muestra de que el acoso sexual es una cuestión de dominación y ejercicio de poder.
En la campaña presidencial de Trump, salieron a la luz unas conversaciones donde presumía su conducta depredadora con las mujeres por el simple hecho de tener fama y dinero; posteriormente, 13 mujeres denunciaron haber sido acosadas por el entonces candidato, quien lo negó y logró silenciarlas.
Los comentarios, gestos e imágenes de índole sexual, sexistas o humillantes, opiniones sobre su aspecto o forma de vestir que son consideradas inocentes o banales por la opinión pública, son en realidad manifestaciones de violencia de género, afirman los expertos.
«Estas actitudes derivan de la creencia errada de que el acoso sexual es una manifestación del deseo sexual, en realidad el acoso sexual es una manera de dominar y reforzar relaciones desiguales de poder.
«Esto hace que sea mas fácil asumir que un abrazo del jefe es algo inocente, pero no lo es porque la mujer que lo recibe no puede negarse si está poniendo en riesgo su trabajo, ese es el problema, estas conductas no son inocentes», precisó Restrepo, especialista en Ciencia Política.
En al menos 144 países del mundo existen leyes en contra del acoso sexual de todo tipo; sin embargo, contar con un marco jurídico que sancione la violencia no garantiza que los gobiernos los respeten o que implementen los estándares y las recomendaciones internacionales.
En la política, el desempeño de una mujer está constantemente bajo el escrutinio del ojo público, implícitamente se cuestiona su capacidad de mando, liderazgo e incluso su trayectoria profesional.
«No las juzgan exclusivamente por su desempeño, sino que en el caso de las mujeres se habla de su vida privada y se les difama», puntualizó Cárdenas.
Esto abona a la revictimización que sufren las políticas al denunciar la violencia.
«Por lo general las legisladoras cuidan las formas políticas, aún así hay quienes se atreven a denunciar públicamente la violencia con el riesgo de no volver a ser elegibles porque el ejercicio de los derechos en las mujeres se interpreta como ser indisciplinada y conflictiva», dijo Cárdenas.
La democracia tiene una deuda con las mujeres; el cambio debe ser cultural, concluyen los expertos.
Fuente: Excélsior