Primero te ignoran, luego se ríen de ti, luego luchan contigo, luego ganas tú.
Mahatma Gandhi.
El presidente se equivoca. No es la sociedad civil la que hace bullying a los cuerpos policiacos. No son los opinócratas, analistas, académicos ni los colectivos sociales quienes golpean a las instituciones. La víctima del acoso no es el más fuerte… a menos que el gobierno se asuma débil.
El trabajo de demolición del sistema de seguridad viene de adentro, de los tres poderes y los tres niveles de gobierno.
El Índice de Desarrollo Policial presentado durante el sexto “Foro Nacional Sumemos Causas”, a cargo de la organización civil Causa en Común, no es una percepción arbitraria ni casual de la realidad de la violencia, sino resultado de un estudio elaborado durante ocho meses, sustentado en cifras oficiales y en la indignante realidad del abandono que padecen los policías, último eslabón de la cadena del sistema de seguridad pública.
Demuestra –y eso duele– que en nueve años las autoridades han sido incapaces de cumplir con los compromisos establecidos en agosto de 2008, cuando el empresario Alejandro Martí –a quien le secuestraron y mataron a un hijo– retó al gobierno del presidente Felipe Calderón, a mandatarios estatales y presidentes municipales por su incapacidad para frenar la violencia: “¡si no pueden renuncien!”, exclamó aquella vez ante el Consejo Nacional de Seguridad Pública.
En nueve años los gobiernos han sido incapaces de renovar el esquema policiaco nacional. El grado de cumplimiento de los compromisos para lograr un México en paz, es de apenas 43%, según el estudio de Causa en Común; ni siquiera llega a la mitad.
Los policías en estados y municipios aun cobran salarios de miseria, carecen de capacitación, equipo y armamento, seguridad social y esquemas disciplinarios que regulen su desempeño. Peor aún, en gran parte del país la dignidad de los uniformados es pisoteada; se ven obligados a comprar sus propios uniformes y botas, las balas de sus armas, pagar la gasolina de sus vehículos de trabajo, rentar las patrullas y con frecuencia a servir de guaruras, mandaderos y recaderos.
En realidad, ser policía equivale a ser un mexicano de quinta, por la falta de respeto que le tienen los mandos superiores, lo cual se contagia a una sociedad que los desprecia.
La debacle policiaca solo es parte del desmoronamiento institucional provocado por la clase política. Los pendientes se acumulan.
Mientras gobernantes y legisladores se balancean sobre la tela de una araña, uno de cada cuatro mexicanos ha sido víctima de delitos comunes, corrientes y extraordinarios; los homicidios se cotizan al doble de la meta establecida por el gobierno a inicios del sexenio; “cifras que adquieren una proporción bélica (…) no hay estrategia y si la hay no ha servido”, reclama María Elena Morera, presidenta de Causa en Común… ante la incomodidad del titular del Ejecutivo y su gabinete.
Resulta insultante a la sociedad que mientras los cuerpos policíacos de estados y municipios están despedazados, el gran debate nacional se concentre en la contienda electoral, reducida a pleito de cantina… con perdón de los borrachos.
No señor presidente, con todo respeto, quien hace bullying a las instituciones no es precisamente la sociedad.
EL MONJE JUSTICIERO: En un hecho inédito, la Suprema Corte de Justicia da la orden para que el Congreso ponga orden en el desorden del gasto publicitario del gobierno. La máxima instancia judicial interviene para hacer cumplir la palabra comprometida por el presidente Peña Nieto cuando era candidato del PRI en 2012, para impulsar una ley que evite usar los recursos del gobierno para premiar a medios de comunicación amigos y castigar a los enemigos, como reclama la organización Artículo 19, en defensa de la libertad de expresión y parta que a los medios críticos del sistema reciban un “cacho” del “pastel”. Ahora, corresponderá al Congreso emitir el reglamento más allá del temperamento y explicar, para que quede claro, porque a unos medios sí y a otros medios no, el gobierno les comprará espacios y tiempos publicitarios, bajo cuáles criterios lo hará, por ejemplo, de acuerdo a la audiencia, la cobertura, la simpatía o la antipatía. Ya veremos.