Han terminado las primeras tres rondas de renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Juzgando por las conferencias de prensa que han brindado el Secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, la Secretaria de Relaciones Exteriores de Canadá, Chrystia Freeland y el Representante de Comercio de EU (USTR), Robert Lighthizer, las negociaciones van por buen camino. Mi escenario base es que las negociaciones llegarán “a buen puerto” y en un tiempo récord. Es decir, que el nuevo TLCAN 2.0 o NAFFTA (North America Free and Fair Trade Agreement) respetará los principios básicos que fundamentaron la versión original. En otras palabras, que se preservará el espíritu de libre comercio con el que afortunadamente se construyeron los principios de renegociación del USTR, sin entrar en temas de acceso a mercado como aranceles, tarifas, cuotas y cupos. Por otro lado, mi escenario base también contempla que las renegociaciones terminarán a más tardar en enero de 2018.
No obstante lo anterior, considero que existen dos riesgos relevantes. Por un lado, si bien los equipos de negociación entienden perfectamente las más que intrincadas, interconectadas relaciones entre los tres países, el equipo norteamericano tiene “órdenes” muy específicas de reducir los déficits que EU tiene con México y Canadá. En este sentido, por más que existan teorías de libre comercio, probadas, que datan desde las épocas de la independencia de los Estados Unidos, no se ha podido convencer al Presidente de EU que un déficit per se no es algo negativo para una economía. En mi opinión, ese es el mayor riesgo. El primer riesgo es que las negociaciones “no vayan para ningún lado”. En otras palabras, que con el afán de cumplir dichas “órdenes” y a la vez, haberse “atado de manos” a no negociar temas de acceso a mercado -que son las herramientas más eficientes para lograr ese objetivo-, que las negociaciones se empantanen. Por otro lado, está el riesgo que enfrenta una baja probabilidad de ocurrencia, pero con un -al menos aparente-, altísimo nivel de impacto. Este riesgo es que el Presidente Trump decida salirse del TLCAN cualquier día de estos.
No sería tan catastrófico para México. No tengo duda de que si se llegara a materializar el riesgo de que EU se quiera salir del TLCAN -con un escandaloso twit de Trump, por ejemplo-, el tipo de cambio peso-dólar y los precios de las acciones que cotizan en la Bolsa Mexicana de Valores tendrían un comportamiento adverso y bastante significativo. Sin embargo, creo que la fuerte depreciación del peso y la caída de los precios de las acciones no duraría muchos días, debido a dos factores: Por un lado, a que una salida unilateral del TLCAN por parte de Trump no solo provocaría el enojo de un sinnúmero de políticos y empresarios importantes en EU, sino que probablemente detonaría una controversia constitucional. Recordemos que en el artículo 1º de la constitución de los Estados Unidos está establecido que “…el comercio entre naciones foráneas está regulado por el Congreso…”, por lo que una decisión ejecutiva de salirse enfrentaría este litigio. Si bien Trump podría defenderse utilizando el episodio en el que el ex Presidente Reagan dejó un tratado similar con Japón en los ochentas, considero que al menos la disputa legal dilataría significativamente la salida de EU del TLCAN, si es que la iniciativa de salida del TLCAN no termina por ser bloqueada legalmente.
Por otro lado, gracias a que México ha aprendido a hacer comercio internacional con el TLCAN, el tratado per se ya no es “la panacea”. En otras palabras, existen formas alternativas de continuar con las relaciones comerciales. Sí, éstas tendrían un mayor costo, pero en promedio no es mucho más alto. Por ejemplo, cuando la automotriz alemana Audi desea exportar la camioneta Q5 -hecha en México-, a EU o Canadá, puede hacerlo por dos vías: (a) La “ventana” TLCAN -si es que cumple con todos los requerimientos, incluyendo la regla de contenido de origen de 62.5 por ciento de contenido de Norteamérica (que incluye autopartes, mano de obra, energía, etc)-, sin pagar arancel alguno; o (b) puede exportarla vía la ventana OMC (Organización Mundial de Comercio o WTO), pagando el
arancel de “nación más favorecida”, que es 2.5 por ciento en promedio. Hoy por hoy, con “las cosas como están”, si por alguna circunstancia Audi no cumple, por ejemplo, con el 62.5 por ciento de contenido de Norteamérica -porque tuvo que importar un mayor número de autopartes de Europa, por ejemplo-, entonces puede exportar la Q5 por la ventana OMC, pagando un arancel y listo. Cabe señalar que de acuerdo a información de la Secretaría de Economía, alrededor de un 40 por ciento de los bienes que México exporta a EU se llevan a cabo utilizando la ventana OMC, a pesar de que la ventana del TLCAN se encuentra abierta. Si bien el arancel promedio de “nación más favorecida” es bajo (2.5 por ciento), sí hay casos en donde es mayor (o menor), por lo que hay sectores o bienes en particular que sufrirían (o se beneficiarían) más que otros.
Al final del día, considero que la cordura de quienes se encuentran directamente relacionados con los temas de comercio internacional en EU, así como algunos de sus asesores y académicos, persuadirán a que el Presidente Trump no deje el TLCAN y el proceso de renegociación llegue a su fin pronto y mejorado. Sin embargo, en caso de que EU sí decidiera salirse del TLCAN, no sería catastrófico para México.
*El autor es director general adjunto de Análisis Económico y Relación con Inversionistas de Grupo Financiero Banorte y presidente del Comité Nacional del Estudios Económicos del IMEF.
Twitter: @G_Casillas