Algo tiene la residencia de Los Pinos que seduce; en este caso hablemos de los periodistas. Después del encuentro que tuvieron algunos invitados a una reunión de evaluación tras los sismos, los que se dicen favorecidos con el trato en corto, algunos elegidos se quedaron a platicar en confianza con Enrique Peña Nieto.
Varios son los que vieron a un presidente que la verdad la mayoría de los mexicanos no vemos: radiante, divertido, es decir, echado pa’lante, ya con la mira puesta en la sucesión.
Uno de los asistentes, sin la emoción de los conversos y simpatizantes, me dijo: “Un Peña con más adrenalina. Sí, bien enterado de la reconstrucción”.
El problema con algunos observadores y sus medios es que se olvidan del ánimo social, de lo que piensa la sociedad, eso que sacude y hace equivocar a encuestas y pronósticos.
Hoy la gente está molesta, la visión tan optimista con que salieron de la evaluación del gobierno contrasta con lo que se escucha entre la gente después de los sismos: corrupción, abusos, excesos, extravagancias, fantasías; más allá del círculo rojo, la gente tiene otra lectura, muy diferente.
Quienes hemos asistido a esas convocatorias sabemos que algunos asumen su papel con sobriedad, pero hay los que van en abierto plan cortesano y lo reflejan en sus trabajos.
Las declaraciones de Peña Nieto en materia de corrupción han sido fuera de tono, desde su convicción de que se trata de algo cultural hasta la reciente alegoría de que la gente ve corrupción hasta en un socavón.
No, presidente, su gobierno y su partido lo desmienten, la lista es extensa, va desde la Casa Blanca, la casa en Malinalco de Videgaray, los departamentos de Osorio Chong, las concesiones a Higa, OHL, empresas fantasma, la estafa maestra, licitaciones oscuras a través de universidades públicas, la desaseada licitación del tren Querétaro-México, claro que el socavón del Paso Exprés de Cuernavaca, los vínculos de su campaña con la empresa brasileña Odebrecht.
Pero corrupción también es el uso de vehículos oficiales para fines privados, la designación de amigos en cargos para los que no están preparados, la escasez de medicamentos, la suspensión de clases en las escuelas, los atracos de policías en las carreteras, el manoseo de instituciones para conseguir protección para hoy o para mañana.
Para efectos del PRI, las acusaciones y procesos contra los gobernadores acusados de corrupción: Javier y César Duarte, Eugenio Hernández, Tomás Yarrington y Roberto Borge, sin contar lo que se escucha en Nayarit, Coahuila, Zacatecas, Jalisco y Sonora, entre otros.
¿Le seguimos? Tal vez Peña Nieto tenga razón y la corrupción es cultural, pero en su partido, sin dejar de reconocer que dicha “cultura” se ha contagiado en los demás partidos que no están ajenos de personajes de esa catadura y sus episodios como los llamados moches.
La corrupción será el gran tema para la elección del año próximo porque todos los partidos, Morena incluido, traen su cauda, y los que se dicen independientes son garantía de nada. Pero entre todos el PRI ha confirmado en los últimos años que la corrupción está en su ADN, tal vez por eso el primer priista de la nación lo ve como algo cultural.