Poco después de que el sismo que sacudió a México hace un mes dejara su departamento convertido en escombros, a Lidia G. le llegó otra sorpresa ingrata: le dijeron que no iba a poder cobrar su seguro de vivienda para paliar la pérdida.
Aunque ella es parte de un grupo reducido de mexicanos que sí han contratado una póliza para casa-habitación —se estima que apenas un 8,6 por ciento de los habitantes del país cuenta con una, según señaló a medios locales la Asociación Mexicana de Instituciones de Seguros—, nunca incluyó “la cobertura específica por sismo”, dijo.
“Antes de que pase algo así, uno raramente se pregunta: ¿será válido para esto? ¿no será válido? Y ahora solo queda encontrar por dónde moverse” para encontrar una solución, dijo Lidia (quien dio su testimonio a condición de mantener el anonimato mientras continúen las gestiones con su aseguradora).
Su edificio en el sur de Ciudad de México es uno de los más de mil que han sido declarados inhabitables por el gobierno capitalino tras el terremoto del 19 de septiembre, y uno de los 13 que ya tienen prevista su demolición (aunque unos 160 más esperan el mismo destino, según la Secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda de la ciudad).
Con el sismo de magnitud 7,1 colapsaron casi 40 edificios en Ciudad de México —donde vivía la mayoría de las 340 personas que murieron— y decenas de miles de habitantes resultaron damnificados y quedaron sin dónde vivir porque sus hogares, aún aquellos que se mantuvieron en pie, sufrieron daños estructurales graves. En muchos casos ni siquiera les han permitido volver a ingresar para sacar una muda de ropa o algún documento.
Esta precariedad se ve agravada por el hecho de que, del 8,6 por ciento de los mexicanos que sí tiene asegurada su vivienda, únicamente un 5 por ciento tiene cobertura ante sismos, según estimaciones de INTERprotección, un grupo de empresas mexicanas dedicadas a los seguros. Y aproximadamente un cuarto de ellos solo la tiene como parte de un paquete de crédito hipotecario. Eso significa que si cobran sus pólizas ante las pérdidas materiales, los fondos no irán a sus bolsillos, sino a manos de los bancos o instituciones que les habían otorgado la hipoteca para cubrir su saldo, indicó Luis Quintana, director del departamento de siniestros de INTERprotección.
Para Quintana, uno de los principales motivos por los cuales la gente no contrata este tipo de pólizas de casa-habitación es que “hay desconocimiento” sobre ellas, y por eso es que mucha gente las tramita únicamente como parte de la hipoteca. Pero eso implica que “muchas veces quienes tienen el seguro no conocen su póliza o saben cómo usarla”, dijo.
Las cifras de aseguramiento son sorpresivamente bajas si se toma en cuenta que vivir en Ciudad de México implica un riesgo considerable de sufrir sismos de esta magnitud debido a su geografía, y a que se sabe por experiencias pasadas, como el terremoto de 1985, que el movimiento telúrico puede provocar desde daños pequeños —como cristales rotos o grietas— hasta derrumbes en varias zonas de la capital.
“Desafortunadamente, la cultura del mexicano es poco previsoria, es muy del día al día en cuanto a las finanzas”, dijo Eduardo Corona, asesor financiero y de seguros que ayudó a redactar una guía para reclamar los seguros a raíz del sismo.
La historia reciente parece darle la razón: según un estudio de la aseguradora AXA, la cantidad de viviendas aseguradas en 2015, treinta años después del mortífero terremoto en el que se derrumbaron unos 400 edificios con pérdidas materiales de más de 9000 millones de dólares, había aumentado solo 2 por ciento en comparación con 1985.
Un estudio hecho el año pasado por el grupo de análisis Swiss Re sobre la protección de propiedades en América Latina halló incluso que en países como México y Chile, los más propensos a sismos fuertes en la región, las pérdidas no aseguradas han ido en aumento, tanto en vivienda como en negocios. En México, por ejemplo, Swiss Re pronosticó que las pérdidas por un sismo hipotético similar al de 1985 podrían superar los 3200 millones de dólares en un solo año; y que, de esa cifra de pérdidas, el 88 por ciento no estaría cubierta. El gobierno mexicano estima que el costo preliminar de reconstrucción por los terremotos del 7 y del 19 de septiembre de 2017 será de más de 2500 millones de dólares.
“Nosotros sí pensamos en tramitar el seguro, pero por alguna u otra razón, no llegamos a hacerlo. Si hubiera, si hubiera…”, se lamentó Elizabeth Flores, una administradora de 50 años que vive en la delegación Benito Juárez de Ciudad de México, donde sucedieron aproximadamente la mitad de los derrumbes por el último sismo. Su edificio quedó en pie, pero su apartamento en el primer piso tiene grietas profundas y es peligroso siquiera intentar entrar; es posible que requiera de muchos meses de reparaciones, si es que no hace falta demoler y reconstruir el edificio entero.
Las autoridades han ofrecido diferentes formas de ayuda para compensar las pérdidas materiales y apoyar en la futura reconstrucción, como créditos o hipotecas a largo plazo con tasas preferenciales e incluso han comenzado a repartir seguros por daños. Mientras que afectados como Lidia, que sí tenía seguro pero no por sismos, buscan tratar de conseguir fondos de cualquier manera al cobrar por ejemplo las primas que sí tenían y que no habían sido utilizadas, como la de cobertura por vidrios rotos.
“Es algo, aunque no creo que cuente como mucho consuelo”, opinó Corona. “Es un derecho, pero si perdiste tu casa y a lo más te van a regresar 500 pesos [unos 26 dólares] después de un trámite muy largo, no sé qué tanto valga la pena”, señaló.
No solo es la falta de conocimiento la que contribuye a que haya poca gente con seguro de casa-habitación, sino la percepción de que no son costeables.
“Muchas veces”, explicó Corona, “cuando sí se contrata un seguro, ya sea de vivienda o médico o de auto, no necesariamente es el idóneo, porque nos guiamos menos por el valor de lo que cubre si sucede algo que por lo que cuesta mantenerlo antes de que pase un siniestro”.
Un seguro de casa-habitación ni siquiera es tan prohibitivo para quienes pudieron invertir en un hogar como patrimonio, dijo Corona. El experto hizo una cotización hipotética para un inmueble con valor de dos millones de pesos, unos 106.000 dólares: un precio promedio de apartamentos para varias colonias de Ciudad de México. De hecho, es lo que costaron los departamentos en un edificio en la colonia Portales que colapsó pese a tener menos de un año de antigüedad y cuyo derrumbe está bajo investigación. Un seguro para esa vivienda hipotética que cubriría contra incendio, sismo, erupción volcánica y fenómenos meteorológicos costaría unos 8000 pesos al año, alrededor de 425 dólares. Y no solo cubriría la pérdida del inmueble, sino hasta pertenencias y electrodomésticos.
En comparación, un seguro por un automóvil que haya costado 250.000 pesos (unos 13.000 dólares) y tenga dos o menos años de antigüedad, como ciertos sedanes de Nissan o Volskwagen, rondaría los 10.000 pesos mexicanos (530 dólares) al año.
Quintana, de INTERprotección, reconoció que hay mucho camino por recorrer en cuanto al trámite de protecciones financieras de vivienda y otros tipos pese a que ayuda a “solventar de una manera mucho más fácil y eficiente” tragedias como la del 19-S. Pero su pronóstico es optimista: cree que dentro de un año, el porcentaje de personas con seguro de casa-habitación con cobertura de sismo habrá aumentado en por lo menos un 3 por ciento.
“Hace tantos años que no teníamos un terremoto de este magnitud que a lo mejor estábamos un poco oxidados en los procedimientos”, consideró Sofía Macías, asesora en finanzas y autora de un libro y un blog sobre temas financieros, Pequeño cerdo capitalista. “Creo que ahora sí es importante desempolvar esta parte, ya que tu hogar es tu patrimonio más importante y lo tienes que asegurar”.
Sin embargo, a un mes del terremoto, muchos mexicanos todavía están atrapados en un ciclo de subsistencia y preocupados por el día a día, lo que les dificulta pensar en protegerse contra la próxima tragedia cuando todavía no se recuperan de esta.
“Perdí la inversión de toda mi vida y por el momento no tengo de dónde sacar dinero para reconstruir ni endeudarme con las hipotecas que ofrece el gobierno”, dijo Flores, la administradora cuyo departamento es inhabitable. “Lo que quiero es saber si puedo recuperar mi vivienda y ya después vería si la aseguro o no”.
Fuente: NYTimes