Cataluña amaneció hoy en el ambiente insurreccional que quería mostrar el gobierno independentista con la huelga general convocada para repudiar la represión policial durante el referéndum celebrado el domingo. La medida fue acompañada por el acoso a los efectivos de las fuerzas de seguridad nacionales y por manifestaciones que pasado al mediodía ya habían convocado a decenas de miles de personas.
Pese a que la mayor concentración estaba prevista para las 18 (13 en la Argentina), alrededor de las 14 (9 hora argentina) comenzó una masiva movilización hacia el Parlamento catalán para pedir que avancen con la declaración de la independencia, prometida por el gobierno de Carles Puigdemont para las 48 horas posteriores a un triunfo del «sí» en referéndum, es decir, para hoy.
Camino al Parlamento, la marcha avanza por la Vía Laietana, donde tiene su sede la Jefatura de la Policía Nacional, uno de los cuerpos que actuó en el desalojo a palos de colegios electorales. Ese es uno de los escenarios más alarmantes de la jornada.
El edificio está rodeado de manifestantes desde hace 24 horas. Desde esta mañana la presión independentista creció. «¡Fuera, fuerzas de ocupación!», les gritan. O: «¡Las calles siempre serán nuestras!». Y entre una y otra, insultos subidos de tono.
Un cordón de los Mossos d’Esquadra se interpone entre los independentistas y la entrada. Los policías autonómicos reciben aplausos de la multitud, que les agradece haber desobedecido las órdenes que les exigían haber impedido que el domingo abrieran los centros electorales del referéndum separatista ilegalizado por los tribunales.
«Es un comportamiento mafioso y no lo vamos a tolerar», denunció la vicepresidenta del gobierno español, Soraya Sáenz de Santamaría. A los policías nacionales y guardias civiles desplazados a Cataluña por la crisis los están echando de los hoteles donde se alojan y en ningún pueblo los quieren recibir, pero el gobierno de Mariano Rajoy les ordenó no abandonar sus alojamientos.
Piquetes en 47 rutas, avenidas cortadas en las ciudades, comercios con persianas bajas, bancos cerrados, protestas de extrema tensión en los cuarteles de las fuerzas de seguridad estatales, manifestaciones en continuado: de Barcelona a las ciudades medianas y el campo, el separatismo ejecuta una inmensa demostración de fuerza para mantener el pulso contra el gobierno de Mariano Rajoy, con decenas de miles de personas protestando en las calles.
Otro de los focos de protesta fue la sede barcelonesa del PP, el partido de Rajoy . Unas 2000 personas, en su mayoría estudiantes, se congregaron antes del mediodía en la esquina de Comte de Urgell y Buenos Aires, rodearon el edificio y empezaron a cantar por la independencia.
La marcha fue convocada por el sindicato anarquista CNT, pero la encabezaron unos 40 integrantes del Cuerpo de Bomberos de Barcelona, vestidos con sus trajes rojos. Llegaron como en un desfile y los ovacionaban desde los balcones: «¡Bomberos, bomberos!», se oía. Les reconocían que el domingo se hubieran encarado en varios colegios a los policías estatales.
Los empleados del PP quedaron encerrados en el local durante una hora. Cuatro furgones de los Mossos subidos a la vereda protegían la puerta principal. La gente tiraba miles y miles de papeletas de las usadas en el referéndum. «¡Fuera de Cataluña, fascistas!», gritaban. La policía española miraba muy de lejos: desde un helicóptero. Había silbidos atronadores cada vez que pasaba.
A las banderas indepedentistas (esteladas), se sumaban la soviética y la de la república española de los años 30 (rojo-amarillo-violeta). Los carteles ponían cosas como: «Disculpe las molestias, estamos en revolución»; «Franco no estaba muerto, estaba de parranda»; «la Constitución es mi prisión».
El gobierno de Carles Puigdemont alentó de manera casi explícita la huelga que paraliza Cataluña. Su gobierno denuncia que el domingo hubo 900 heridos por la represión y exige que las fuerzas estatales se retiren de la región.
Una señal de apoyo a la huelga fue la reducción de los servicios mínimos previstos en el transporte, que hizo casi imposible moverse por el área urbana de Barcelona. Los piquetes y barricadas en las principales rutas completan un cuadro de situación muy complicado para las comunicaciones.
En ese clima, Barcelona se convirtió en una movilización itinerante. La gente va de un punto a otro. Se concentran en los colegios donde hubo represión, como en el Ramon Llull, a donde asistió el vicepresidente Oriol Junqueras a dejar una flor. Muy cerca sorprendía ver la Sagrada Familia cerrada, sin las habituales colas de turistas.
La protesta ocurre a horas de que el gobierno de Puigdemont defina si finalmente da el paso y declara formalmente desde el Parlamento la independencia de Cataluña, como prometió el domingo después del accidentado referéndum. Mañana se anunciará la fecha de la sesión donde se debatirá el tema.
Fuente: La Nación