México intenta prepararse y prever cómo su economía podría adaptarse si desaparece el acuerdo que ha regido las relaciones entre estos vecinos durante un cuarto de siglo, de cara a las probabilidades cada vez mayores de que Estados Unidos se retire del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN).
Desde la victoria del presidente Donald Trump en las elecciones estadounidenses, México ha acelerado las negociaciones para concretar nuevos tratados comerciales o actualizar algunos ya en vigor con otros países, en busca de nuevos proveedores y mercados para sus exportaciones.
El presidente Enrique Peña Nieto viajó hace poco a China para dialogar acerca del intercambio comercial, entre otros temas; México también está entre los países que suscribieron el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP, por su sigla en inglés).
Van surgiendo nuevos proveedores. En diciembre, se espera que Argentina entregue 30.000 toneladas de trigo, su primera venta a México. Crujientes manzanas chilenas han comenzado a aparecer en los supermercados mexicanos, junto a montones de manzanas de Washington State.
Luis Videgaray, secretario de Relaciones Exteriores de México, advirtió a legisladores el 10 de octubre que México estaba preparado para abandonar las pláticas antes que aceptar un acuerdo perjudicial. Credit Ginnette Riquelme/Reuters
“Necesitamos ajustar, limitar el impacto, para lo que tenemos dos opciones: hablar y dialogar o abrirnos al mercado exportador”, afirmó recientemente Ildefonso Guajardo Villarreal, el secretario de Economía y principal negociador comercial por México, en una entrevista televisada.
Por su parte, Moisés R. Kalach, quien encabeza la delegación de empresas mexicanas que asisten a las pláticas del TLCAN, comentó que las empresas están en comunicación con el gobierno para encontrar opciones de adaptación. “¿Qué debemos hacer para seguir siendo competitivos y desarrollar el sector manufacturero y agrícola?”, preguntó.
No obstante, esta separación podría producir una reacción en cadena en México que afectaría no solo el ámbito comercial. La salida de Estados Unidos del TLCAN podría provocar sentimientos nacionalistas e influir en las elecciones presidenciales de México el año próximo.
Los negociadores de México, Estados Unidos y Canadá comenzaron el 11 de octubre pasado la cuarta ronda de pláticas, cuyo propósito original era modernizar el acuerdo que sirve como base para las inversiones y el intercambio comercial entre los tres países y que ha transformado la economía mexicana.
Sin embargo, Washington ha presentado propuestas proteccionistas que tanto México como Canadá han declarado que no aceptarán, lo que da a Trump motivos para cumplir sus repetidas amenazas de retirarse del acuerdo.
El secretario de Relaciones Exteriores mexicano, Luis Videgaray, advirtió a los legisladores el 10 de agosto pasado durante una comparecencia de que México estaba preparado para abandonar las pláticas antes que aceptar un acuerdo perjudicial.
Con todo y los fuertes comentarios de Trump, quien ha dicho que el TLCAN es el “peor tratado de libre comercio de la historia”, el efecto del acuerdo comercial ha sido exponencialmente mayor en México que en Estados Unidos, cuya economía es cerca de dieciocho veces mayor que la economía de su vecino del sur.
México, que antes era un productor de petróleo concentrado en el mercado interno, se ha transformado en una fuerza manufacturera tremenda y ahora tiene fábricas que producen automóviles, computadoras y maquinaria para exportación. Los tomates, aguacates y brócolis mexicanos abundan en los pasillos de los supermercados estadounidenses. Industrias más recientes, como la aeroespacial y de equipo médico, están prosperando.
El año pasado, las exportaciones de México ascendieron a 374.000 millones de dólares; más del 80 por ciento de esas exportaciones tuvo como destino Estados Unidos.
Sin embargo, el desempeño de México con el TLCAN en un contexto más amplio ha sido decepcionante. El ritmo de la economía interna nunca se comparó con el éxito de sus exportaciones, lo cual hizo que se ampliara la brecha entre el norte mexicano, donde predominan las exportaciones, y el sur rural.
Ahora, México enfrenta la posibilidad de que la porción más dinámica de su economía sufra un fuerte golpe.
El desmoronamiento del TLCAN podría ocasionar una reducción en el volumen de las exportaciones a Estados Unidos al eliminarse el acceso libre de aranceles, además de que podría detener el flujo de inversiones de empresas que establecen fábricas en México para elaborar productos destinados al mercado estadounidense.
De cualquier forma, la interrogante es cómo sería la economía después del TLCAN. El gobierno mexicano cree que el mercado de Estados Unidos seguiría en gran medida abierto. Sin el TLCAN, los derechos que impone Estados Unidos sobre la mercancía mexicana volverían a los niveles que establece la Organización Mundial del Comercio.
Las cifras varían pero se calcula que el promedio es de aproximadamente el tres por ciento para productos manufacturados. Los automóviles ensamblados en México, por ejemplo, pagarían impuestos equivalentes al 2,5 por ciento.
“¿Nos gustan esos impuestos? No. ¿Podemos sobrevivir con ellos? Sí”, afirmó Luis de la Calle, un miembro del equipo de México que negoció el tratado original. “La integración de México, Estados Unidos y Canadá continuará a pesar de sus gobiernos”.
“Sin embargo”, añadió, “habrá incertidumbre en el corto plazo”.
Guajardo, el secretario mexicano de Economía, explicó que los camiones ligeros de fabricación mexicana, por ejemplo, tendrían que pagar impuestos a una tasa del 25 por ciento en Estados Unidos. Una posible acción en respuesta a esta situación sería convertir las fábricas para la producción de automóviles, por los que se pagan impuestos muchísimo menores.
Incluso antes del TLCAN, las plantas de ensamblaje conocidas como maquiladoras importaban refacciones libres de aranceles y enviaban el producto terminado a Estados Unidos. El fin del TLCAN “quizá no cambie por completo la logística”, afirmó Manuel Padrón Castillo, un abogado especializado en derecho mercantil del despacho Baker McKenzie en Ciudad Juárez, México, ubicada al otro lado de la frontera de El Paso, Texas.
En el largo plazo, de acuerdo con otros analistas, la salida de Estados Unidos del TLCAN “pondría en duda la viabilidad de México como un destino de tercerización”, explicó Dan Ciuriak, un experto en materia comercial del centro de innovación Center for International Governance Innovation en Waterloo, Ontario.
El TLCAN permitió el desarrollo de una red compleja para desplazar sin dificultades materia prima y refacciones a través de las fronteras, en muchos casos varias veces, pues se ensamblaban en elementos de mayor tamaño y después se incorporaban a un producto terminado.
De no existir el TLCAN, incluso si los aranceles fueran bajos, este sistema de fabricación produciría costos más elevados. “Los sectores más integrados enfrentarían obstáculos tremendos”, advirtió Ciuriak.
Si aumentan los aranceles, una posibilidad es que las empresas decidan trasladar la producción de Estados Unidos a México para reducir el número de refacciones que causan el pago de derechos.
Otro riesgo es que las empresas trasladen la producción a Asia y compren sus refacciones ahí en vez de hacerlo en América del Norte, para pagar un solo impuesto al ingresar el producto terminado en los Estados Unidos.
Ford Motor Company puso el ejemplo este año. En enero, suspendió sus planes de construir una fábrica en México para producir el pequeño automóvil para pasajeros Focus, una decisión que Trump elogió. Sin embargo, en junio la empresa anunció que en su lugar construiría una nueva fábrica en China para producir el Focus.
La salida del TLCAN también podría tener graves consecuencias políticas.
Se “interpretará como un rechazo a México y a la mexicanidad, lo que complicará la política en la relación con Estados Unidos”, comentó el exnegociador De la Calle.
Si desaparece el TLCAN, es probable que sea negativo para los candidatos de centro en las elecciones presidenciales que celebrará México del año entrante; Andrés Manuel López Obrador, un populista de izquierda, encabeza por ahora la contienda, aunque todavía no ha hecho referencia a la relación de México con Estados Unidos.
Juan Francisco Torres Landa, un abogado especializado en derecho mercantil que trabaja para Hogan Lovells en Ciudad de México, advirtió que Trump abrió “la caja de Pandora”.
“Cuando estaba en la primaria”, explicó, “aprendimos: ‘Cuídense de los estadounidenses. Nos invadieron un par de veces, nos quitaron la mitad de nuestro territorio’”.
Según dijo, esos hechos históricos fueron quedando en el olvido conforme México y Estados Unidos estrecharon relaciones gracias al TLCAN. Pero advirtió que la desconfianza de los mexicanos podría reavivarse durante la campaña presidencial. “Alguien puede comenzar a decir que el enemigo es Trump o Estados Unidos y presentarse como la opción perfecta para enfrentar este desafío”.
Fuente: TNYorkTimes