Claudia Luna Palencia
@claudialunapale
Han sido diez días convulsos en Cataluña, más todos los que vendrán, porque la caja de Pandora destapada por el referéndum secesionista ilegal no quedó zanjado ayer durante la comparecencia del presidente Carles Puigdemont ante el Parlamento catalán.
Desde la Moncloa fuentes oficiales han dicho que no pueden dar como valido un referéndum ilegal ni mucho menos un recuento invalido con las urnas improvisadas y sin ningún control; y además ha sucedido una cantinflesca declaración de independencia suspendida dos segundos después.
En el Parlamento Europeo, el presidente Donald Tusk, solicitó a Puigdemont no anunciar una decisión que pudiera hacer el diálogo imposible, “debemos mirar siempre a lo que nos une en la diversidad”.
Los ojos del mundo entero posados en España, focalizados en el norte de su territorio, nunca antes se había hablado tanto más y más de Cataluña como ahora; si Barcelona ya era famosa por Gaudí y sus edificaciones, más aún después de los lamentables atentados terroristas de agosto pasado… en las últimas horas su nombre ha dado la vuelta al globo terráqueo.
#Cataluña, #Independencia y #Puigdemont los hashtags que más han copado los titulares de la prensa internacional en las últimas 48 horas han metido tal ruido en la medida que sucedía la cercanía con la fecha marcada en el calendario: martes 10 de octubre.
Al final la expectación ha sido desbordante, con todo y el ingrediente añadido de alargar una hora más la agonía, el presidente Puigdemont se ha replicado a sí mismo: una caricatura, una marioneta circunstancial, plasmada en un discurso bipolar, refractario y hasta cierto punto surrealista.
Primero las justificaciones: “Mucha gente nos mira desde fuera; desde la muerte de Franco, Cataluña ha contribuido a la democracia ha sido motor económico de España”.
Sin embargo, como defendió el golpista, la relación no funciona más “y un pueblo no puede ser obligado contra su voluntad” y el pueblo según él se ha ganado el derecho independentista.
“En este punto de la Historia asumo como presidente de la Generalitat que Cataluña se convierta en un Estado independiente…yo mismo pido al Parlamento que la suspenda porque el momento exige que se reduzca la tensión y se restablezca el diálogo”.
A COLACIÓN
¿Qué ha hecho flaquear a Puigdemont? ¿Qué le ha hecho recular cuando en las calles aguardaban personas dispuestas a vitorear tan rimbombante anuncio?
La respuesta es clara y se llama el poder económico. Desde el domingo 1 de octubre, día del referendo ilegítimo, fueron cayendo gota a gota amenazas incesantes de una serie de grandes empresas muchas cotizantes líderes en el IBEX 35.
El capital manda y gobierna en la globalización. Desde los bancos Sabadell y el Caixabank hasta gigantes como Gas Natural Fenosa, Abertis, Colonial, Cellnex, Freixenet y Grupo Planeta anunciando su cambio de sede social y varias también su sede fiscal hacia otros puntos de España.
Una forma simbólica de presión porque de consumarse la independencia entonces sí habría consecuencias en cuanto a las arcas públicas de la entidad receptora del pago de los impuestos de sociedades. Money, money y money.
También están las presiones internacionales, ¿quién quiere negociar y hacer intercambio comercial y hasta invertir con un país no reconocido como tal por terceros países, autoridades y organismos internacionales? La respuesta es igualmente contundente.
Precisamente ayer una de las primeras reacciones la dio Luis Videgaray, titular de Exteriores, quien señaló que “si a pesar del diálogo político, el gobierno Catalán declara la independencia, México, no reconocerá a Cataluña como un Estado independiente”.
Directora de Conexión Hispanoamérica, economista experta en periodismo económico y escritora de temas internacionales