Por Carlos Ferreyra
1.-Recuerdo mis primeros tiempos como reportero, cuando aparecía en mi máquina de escribir la página en blanco a la que me quedaba viendo durante largos minutos hasta que alguna alma piadosa se acercaba, me preguntaba el tema y me decía, pues por allí, como me platicaste.
Uno de esos ángeles guardianes era Juan José Morales, el primer periodista en temas científicos que conocí y el único que hablaba inglés fluidamente. Para rematar, se acercaba de nuevo y me decía: si ya no tienes nada qué decir corta.
Con el cúmulo de información mala y pésima que repletan las páginas de los diarios, las pantallitas de televisión y las del internet, me empieza a suceder lo que pensaba superado hace cinco décadas.
Hoy, por exceso, medito sobre las declaraciones del presidente, pero de pronto me topo con la noticia, una más en las informaciones cotidianas poblanas, que fue asesinada otra estudiante de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y que como consecuencia inmediata se cancelan los permisos a Uber para prestar el servicio en la entidad.
Justificada la indignación de la opinión pública en la ciudad de los Ángeles, pero inconcebible actitud de autoridades partiendo desde luego del señor gobernador, el llamado Antonio “Tony” Gally o Gali, como haya sido registrado al nacer.
Durante un par de semanas, mientras los empresarios dedicados al turismo, se opusieron con todo a la declaración de alerta por feminicidios, la parte gubernamental se dedicó a minimizar el problema, a desaparecerlo a base de tuitazos, feibucasos e inserciones en diarios, radio y TV.
Como mencionamos en anterior texto, son casi una decena de jóvenes estudiantes asesinadas en circunstancias graves. Por ellas se promovió sin éxito la declaración, que al menos sirvió para que se deshicieran de la empresa Cabyfi que en la misma circunstancia que Uber, fue declarada insegura.
Gracioso: si van por ese camino, pronto sacarán del servicio a todos los taxis poblanos y retirarán de las calles autobuses y minibuses donde hubo asaltos y muertos a granel. Y eso desde siempre.
En el ínterin entre las anteriores asesinadas y la de hoy, fueron encontradas cinco mujeres jóvenes muertas y semidesnudas en los bajos de un puente en las orillas de la ciudad. Pero no eran universitarias ni de clase media o más elevada. Entendamos: no existieron y tan así que ni siquiera se ha dado a conocer los nombres de las víctimas ni las circunstancias en que fueron masacradas.
Otra jovencita más se hizo de un novio vía feisbook, con el que quedó de verse en (Lara) Grajales, el centro de acopio de cebada maltera de las cerveceras importantes del país; salió de su escuela, anunció a sus amigas a dónde iba y con quién se reuniría. Nunca más se supo de ella. Ni se sabrá ante el desinterés de la autoridad por investigarlo.
En Puebla, en tanto, siguen midiendo el agua a los camotes y sopesando los daños que causaría a la industria turística la admisión de que las jóvenes, al pisar la entidad, asumen un riesgo de vida y muerte.
Y una impresión personal: los posibles autores de las muertes, son jóvenes de “buenas familias”, compañeros de escuela, uno de ellos exonerado mediante oportuno amparo, otro más huido; el primero hijo de político destacado, el segundo de empresario distinguido. Digamos la nueva generación de Porkys, sólo que poblanos.
2.- Dice el presidente Enrique Peña Nieto que hasta cuando choca en la esquina un auto se le echa la culpa al gobierno. Y se pregunta quién fue el funcionario culpable que puso el semáforo o no lo puso en ese lugar.
La simpleza del argumento distrae sobre la sustancia del problema: los que trabajan para el gobierno son una piara de marranos, no son honorables, no les importa el servicio público sino el beneficio particular y más… y en todo hay razón.
A raíz de los temblores nos enteramos que cuatro mil 200 hijos de mala madre se apresuraron a reclamar sin derecho, la ayuda para vivienda o para renta inmediata, tres mil pesos por choya.
Como siempre, gobiernícolas justicieros alzaron la voz y advirtieron que castigarían a todo el que hubiese cometido tal pecado. Cuatro zoquetes se hicieron eco de la amenaza y se apresuraron a regresar el dinero malhabido. Un par de ellos inclusive habían cobrado dos veces la ayuda.
Ternurita y paniaguados resaltaron la honorabilidad de quienes se arrepintieron de aprovecharse de la necesidad de los damnificados. Y lo magnificaron como un triunfo de la honradez valiente o cobarde, pero honradez al fin.
Detrás, el gobernador capitalino emite decreto ampliando espacios para erección de vivienda y donde hubo un edificio de cuatro pisos, se podrán alzar nueve niveles. Cinco más que, según el descerebrado administrador público, permitirá a los dañados financiar sus nuevos hogares.
Y para más, anuncia créditos, igual que Peña Nieto, con bajísimos intereses. Usarán para ellos donaciones llegadas de extranjía, aportaciones de particulares y de empresas, y hasta la chistosa cifra de 150 mil chuchulucos aportados por el Vaticano, que por lo demás reclama la reconstrucción, gratis, de sus templos.
En la recuperación de tales créditos que eran ayuda sin condiciones para las víctimas del sismo, quedarán los organizadores del tinglado: Peña, seguramente vía sus allegados como Meade, y Ternurita ese sí, con toda la mano dentro del bolsón de dinero. Alguna compensación espera por perder la candidatura… le echa la culpa al temblor.
Pero hasta en esto hay clases, ¿o no?