Más vale muerte pronta que agonía eterna
FJ Sanz
Al Tratado de Libre Comercio se lo puede cargar el payaso… sí, el payaso inquilino de la Casa Blanca que mantiene la promesa de prenderle fuego al acuerdo entre México, Canadá y Estados Unidos, vigente desde 1994.
“Pienso que el TLC tiene que ser cancelado si queremos hacerlo bueno para nosotros. De otra forma no creo que podamos negociar un buen acuerdo; prefiero acuerdos bilaterales”, reiteró el presidente Trump a la revista estadounidense Forbes.
Horas después de difundirse esta información, empresarios de Estados Unidos y México expresaron gran preocupación; las expectativas de sobrevivencia del TLC son escasas.
El pacto trilateral ha sido un seguro para los jugadores del comercio regional; un motivo de certeza. Sin embargo, el acuerdo de estabilidad podría venirse abajo y provocar un tsunami devastador. Después, quizá, las aguas retomarían su cauce, aunque de entrada el golpe es difícil de predecir.
Hasta ahora el camino de la renegociación había servido para “planchar” coincidencias, pero la segunda mitad de las siete reuniones pactadas será más ríspida; quizá de pesadilla por el apoyo de Trump a demandas tan absurdas como el condicionamiento y la restricción por temporadas a las exportaciones agropecuarias mexicanas o el incremento del contenido de autopartes gringas en los vehículos ensamblados en México, todo, para quedar bien con sus electores.
El primer ministro canadiense –de visita en Washington antes de llegar hoy a México– intentó persuadir al presidente estadunidense de negociar un pacto comercial con Canadá, sólo bilateral, que proteja a los trabajadores de ambos países socios, ya sin el conflictivo México, que merece el divorcio. Todo indica que Trump le compró la idea a Justin Trudeau.
De este lado del muro, los secretarios de Economía y Relaciones Exteriores saben eso, y más.
Ildefonso Guajardo, Luis Videgaray y José Antonio Meade dan a entender que México ha preparado una estrategia para sensibilizar los ámbitos sociales, políticos, económicos y financieros para afrontar una posible ruptura del TLC. Han declarado que México no teme a las amenazas; que no podemos aceptar un mal remiendo de acuerdo; que es mejor levantarse de la mesa; que el país está preparado para la mala noticia; que el TLC no tiene el mismo impacto de antes; que el fin del acuerdo no es el fin del Mundo; que no iremos a dar al peor de los mundos; que no será tan grave si se rompe…
Sin embrago, la alta posibilidad de fracaso en las renegociaciones se ve reflejada en el tipo de cambio que funciona como termómetro del nerviosismo y la incertidumbre de inversionistas, dentro y fuera del país, por más que los altos funcionarios se empeñen en convencernos que la dinámica económica y el flujo de exportaciones difícilmente disminuirá.
Es más, los tres coinciden en una visión optimista al señalar que una eventual devaluación de nuestra moneda podría dar mayor competitividad a nuestros productos; que habremos de acogernos a las normas de la Organización Mundial de Comercio (OMC) que nos brinda trato de nación más favorecida; que solo el 20 por ciento de las exportaciones nacionales se verá afectado y sólo el 4 por ciento podría enfrentar picos arancelarios; que el 51 por ciento de las compras mexicanas se realizan fuera del TLC…
¿Son pastillas para el dolor de cabeza?
¿Argumentos de una estrategia oficial para calmar los ánimos porque ya se sabe lo que viene, y cómo viene?
EL MONJE CANCIONERO: No me amenaces, no me amenaces, con que estás que te vas, y te vas, y te vas, y no te has ido / mientras yo sólo estoy esperando tu olvido / porque tus errores nos tienen cansados / porque en nuestras vidas ya todo ha pasado / porque no has dado un poquito de ti / Si ya fue tu destino, olvidar el cariño, pues agarra tu rumbo y vete / pero no me amenaces… no me amenaces.