“Lo que más me gusta es ver a mi padre editar la revista. No hay nada igual. Él sabe. Da igual lo que piense la gente sobre su edad, está encima al detalle y sabe lo que hace”. En noviembre de 2012, Cooper Hefner tenía 21 años y estaba aprendiendo. Mirando. Preguntando. Así lo contaba en una entrevista en el Wall Street Journal cuando le preguntaban cuál era su papel en ese momento en la compañía de su padre, Hugh Hefner: el imperio Playboy.
El fundador de la legendaria revista murió este pasado miércoles a los 91 años en su mansión de Los Ángeles y con él se va un icono del dandismo extremo, la imagen de fantasía del soltero urbanita acomodado, el hombre playboy. Hugh Hefner es un personaje irrepetible. Pero un Hefner sigue al frente de Playboy. El heredero está listo.
Cooper Hefner nació en 1991 del segundo matrimonio de Hugh Hefner. Su padre era el dueño y editor de Playboy, la revista erótica más famosa del mundo. Su madre, la chica de portada de agosto de 1988. Tuvieron dos hijos, Cooper y su hermano mayor, Martson. Hefner tenía otros dos hijos de su primer matrimonio, en los años 50, David y Chrystal. Ella fue la presidenta ejecutiva de la compañía durante dos décadas, hasta 2009.
Aquel año 2012, el fundador de la revista hizo saber al mundo que quería que Cooper se hiciera cargo del negocio familiar en poco tiempo, aunque él permanecería como director. El año pasado, Cooper Hefner, con un gran parecido físico a su padre y casi la misma edad que él cuando fundó la revista, tomó completamente las riendas de Playboy, decidido a hacerla interesante de nuevo para su generación. Junto a sus hermanos hereda una fortuna estimada en 45 millones de dólares, pero sobre todo, una marca que aún en el mundo de Internet es capaz de vender una revista de chicas desnudas en 20 países.
Hugh Hefner solía contar que varios factores le habían convertido en su personaje y le habían dado la idea de que hacía falta una revista desinhibida e intelectual para hombres. Entre ellos, una infancia en una familia ultra puritana de Chicago, un ambiente represor y de culpa que le acompañó hasta la adolescencia. También vivió el principio de la llamada revolución sexual. En una época en la que Lucille Ball no podía decir la palabra “embarazada” en televisión porque era demasiado vulgar, Hefner se dio cuenta de que las mujeres estaban más a gusto con su cuerpo de lo que la cultura general reconocía. Los desnudos podían ser cool. Era diciembre de 1953, Hefner tenía 27 años y mucha experiencia en prensa.
La comparación con Cooper Hefner es curiosa. El encargado de salvar la marca creció en la mansión Playboy de Los Ángeles. Cuando sus padres se separaron, en 1998, se mudó con su madre y su hermano a una casa junto a la mansión. El personal de seguridad vigilaba que los niños no salieran si las fiestas de la casa de al lado eran demasiado salvajes. El paisaje de su juventud son mujeres en lencería, fiestas, coches caros, avión privado, famosos, riqueza, una madrastra de su edad y un apellido que es pura aristocracia de Hollywood. Su experiencia en el mundo editorial es Playboy y una pequeña start up. Su referente es su padre, como ha dejado claro en multitud de entrevistas. Su entorno cultural es de cualquier millenial: el mundo se controla desde tu móvil y es muy difícil que alguien te sorprenda con imágenes de sexo. Nada que ver con la juventud que vivió Hugh Hefner. Pero Cooper venera el mundo aspiracional de Playboy, hace referencias a la esencia de la revista y parece saber cómo vender de nuevo la vida playboy a una generación que, comparada con la de Hugh, ya la vive.
Cooper Hefner no hereda exactamente una revista, hereda una marca. Playboy vende 579.000 ejemplares. En 1972, marcó su récord de 7 millones de ejemplares. Pero el conejito es tan reconocible como el ratón Mickey, y hace dinero cuando se imprime sobre cualquier cosa. Por eso hay Playboy TV, tiendas Playboy, clubes Playboy, los negocios que ayudan a compensar la caída inexorable de la publicación tradicional.
“No estaríamos aquí si la revista fuera lo único que interesara a la gente de nuestra marca”, decía Cooper Hefner en la entrevista más reciente que hay disponible de él, emitida el pasado domingo en NBC. “Tenemos que entender que ya no somos una revista. Somos una empresa que se centra primero en lo digital”.
Quizá el momento más revelador de su biografía hasta ahora, el que más ayuda a entender qué tiene en la cabeza el heredero de Playboy, fue su enfrentamiento con la dirección de la empresa cuando decidieron quitar los desnudos de la revista. La decisión, a finales de 2015, se justificaba en que la revista no podía pretender competir con la pornografía disponible en Internet. Playboy sin desnudos fue una conmoción en el mundo editorial. El número de suscriptores bajó. Cooper Hefner criticó en público la decisión de los responsables y salió brevemente de la compañía. “Hubo un momento en el que sentí que el legado de mi familia en la compañía estaba amenazado”, decía en esa entrevista para explicar su actitud.
Antes de un año, Playboy reconoció que se había equivocado. A Hefner le pidieron que volviera y lo primero que hizo fue anunciar que volvían los desnudos. “¿Cómo podemos ser Playboy sin algo que es fundamental para que seamos Playboy?”, se justificaba. Cooper Hefner parece venerar la marca, el significado de ese conejito, por encima de todo. ¿Por qué volvió? “La mayor razón para quedarme es el deber, la lealtad a la familia”.
El pasado junio, al director creativo y ahora heredero se le ocurrió volver a fotografiar las portadas más famosas de la revista. “Estaba con mamá en el día de la madre y le dije, ‘oye, ¿qué te parece volver a fotografiar tu antigua portada?”. La exconejita aceptó y volvió a posar con chaqué corbata y bombín como hace tres décadas. Fue su “regalo del día de la madre”. Definitivamente, hay un Hefner al frente de Playboy Enterprises.
Fuente: El País