Benjamín Torres Uballe
Los terribles efectos del sismo que “movió a México” el pasado jueves 7 de septiembre dejaron, además de las decenas de muertos, a millones de damnificados y miles de viviendas destruidas, así como escuelas, iglesias, mercados y palacios municipales derruidos o severamente dañados. La presión para el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto no es menor en modo alguno. Lo sabemos.
Tal vez por ello, o debido al fastidio que le ocasiona tratar de contener los apetitos electoreros de sus funcionarios —en especial de quienes se han o les han colgado la etiqueta de presidenciables—, en sus visitas a las zonas de desastre, es que han empezado a surgir discursos del mandatario un tanto “impropios”, como el de este miércoles durante la visita a Santa María Xadani, ante pobladores afectados que lo escuchaban esperanzados en medio de casas derrumbadas.
“Quizá por la distancia de lo que es el corazón del país, de lo que es su capital, están ajenos a la condición que viven estos dos estados hermanos, Oaxaca y Chiapas, y es mucha la ayuda que necesitamos. La necesitamos para que haya aportaciones de despensas y de víveres, de ropa que pueda ser canalizada por las Fuerzas Armadas”, espetó el mandatario en el municipio de Oaxaca.
Desde luego que Peña Nieto se refería a los habitantes de la Ciudad de México. Y la interrogante surge cuando afirma que “están ajenos” al drama. Nada más alejado de la realidad. Tradicionalmente, los mexicanos en general —y particularmente quienes tienen su hábitat en la capital de la República— han sido incondicionalmente generosos cuando el país ha enfrentado una desgracia, como sucedió a consecuencia del brutal sismo de 1985. De ello hay suficientes testimonios que pueden ser consultados en cualquier momento por el señor Presidente.
No sabemos si el jefe del Ejecutivo está mal informado por sus colaboradores, pero la ayuda de los chilangos no ha dejado de fluir de manera incesante a los diferentes centros de acopio. Sería muy bueno que se diera una vueltecita por ahí para constatarlo y darse cuenta que la sociedad del antiguo Distrito Federal no es ajena, y sí infinitamente altruista y profundamente solidaria.
En una sana consideración presidencial, el huésped de Los Pinos debe exigir el pretendido apoyo y solidaridad a quienes más tienen, en especial a la clase política. A todos aquellos funcionarios y partidos políticos que desde hace muchas décadas se han beneficiado ventajosamente —y en no pocos casos, ilegal e inmoralmente— de los recursos del erario. En ellos debe poner énfasis. La sociedad no necesita que la exhorten para cumplir con lo que le sale del corazón: la generosidad.
Por lo pronto, vamos a ver si el presidente Peña Nieto cumple su promesa de ayer a los oaxaqueños de Santa María Xadani y Tehuantepec: “Les quiero asegurar que no los vamos a dejar
solos, que aquí está el gobierno y vamos a seguir estando y acompañándoles hasta que las cosas regresen a la normalidad”. Deseamos que así sea, y no sólo una sentida pieza demagógica.
Coincidimos con el Presidente de la República en que el sismo de hace una semana provocó una de las mayores tragedias en el país, lo cual es un hecho incontrovertible. También en que el esfuerzo y los recursos para paliarla son de una dimensión extraordinaria; que en definitiva es imprescindible la participación de todos los sectores sociales. Que se debe evitar a los buitres que acechan en los estados afectados y no tienen empacho en pretender sacar beneficios personales y políticos. La ruindad y politiquerías no caben, ni deben ser aceptadas por nadie.
“No dejen que llegue gente que venga a desinformarles y que quiere asumir liderazgos que no corresponden. Que nadie pretenda lucrar de esta tragedia. Nadie tiene derecho a hacerlo”, advirtió Peña Nieto, pues sabe cómo se las gastan los profesionales de la política, sin importar el color del lucrativo negocio en que militen. Por eso, conociéndolos, subrayó: “No habrá ningún miramiento a signo político o a la simpatía política que tengan. Esto no vale. Ésta es una tragedia y merece que en unidad y con plena solidaridad apoyemos a las familias afectadas”.
Hay un aspecto en el que diferimos absolutamente con el Presidente dentro de este complejo y doloroso entorno: su llamado a los medios de comunicación para que “más que volvernos señaladores o críticos de lo que falta, seamos todos parte de la solución” en Oaxaca y Chiapas. Para un medio de comunicación que se precie de respetable esto no es posible. Su tarea fundamental en una democracia —aunque sea frágil—, como se supone que es por la que nos regimos, es que la crítica seria y responsable no solo es ineludible, sino necesaria. Es un despropósito inadmisible caer en la tentación de convertirse en una extensión del área de Comunicación Social de la Presidencia.
AMLO Y SU PROPUESTA DEL 20%
Si es seria y no una demagógica vacilada como las que acostumbra, la propuesta de Andrés Manuel López Obrador para que Morena destine el 20% que le corresponde del gasto de campaña de 2018 a los damnificados del Istmo y del sureste del país sería vista con muy buenos ojos por un amplio sector social. Es una hábil jugada del tabasqueño. ¿Y los otros partidos?
@BTU15