Cuentan los de Botellita de Jerez (Guacarrock del Santo) que El Enmascarado de Plata “nació en mero Tulancingo, un 23 de septiembre. Nació de muy buena pata, con El Santo por nombre, Enmascarado de Plata”.
Ocurrió hace 100 años, mucho antes de que por estos rumbos se aparecieran momias asesinas, monstruos con colmillos, mujeres vampiro y murciélagos jalados con alambres. Un niño flacucho, chiquito y sin máscara era cargado por un orgulloso padre llamado Jesús Guzmán Campuzano, hombre de campo casado con Josefina Huerta Márquez. Agonizaba la Primera Guerra Mundial y en el México de Venustiano Carranza nacían otros niños marcados: Juan Rulfo y Pedro Infante. Rodolfo Guzmán Huerta fue el quinto de siete hermanos.
Una familia con pocos recursos económicos, dispuesta a tomar el tren y viajar 119 kilómetros rumbo a la esperanza de vida que ofrecía la Ciudad de México. Dice Lorenia Lira, cronista de Tulancingo, que “lo último que vio Rudy antes de abandonar la ciudad, fue la estación del ferrocarril. Cuando los hombres andaban a caballo y los vagones del tren se dividían por clases sociales”. El niño con rostro tenía ocho años y viajaría con la familia en el último vagón.
Sentado al lado de la ventanilla, con los pies sin tocar el piso, Rudy llegaría a la capital del país con las manos vacías y con los ojos del tamaño de un plato. Directo a la vecindad conocida como La Covadonga, en la céntrica calle Belisario Domínguez. Ahí jugaría a las luchas con sus hermanos Miguel, Jesús y Jimmy, quienes soñaban a ser héroes del cuadrilátero mientras terminaban la primaria en la escuela Abraham Castellanos.
El Santo se convirtió en un fenómeno social gracias a que sus hazañas arriba del ring se trasladaron a la historieta y a la pantalla grande
Miguel viajaría a Estados Unidos y tomaría la iniciativa debutando en los años 30 como Black Guzmán, el terror de los texanos, también conocido como el Indio de Tulancingo. El otro hermano, Jesús Guzmán, haría su aparición como El Pantera Negra y tendría un final trágico tras morir en pleno combate ante un rival llamado El Gato. Jimmy, el menor, lo intentaría más tarde.
¿Rudy? Él probaría fortuna en el beisbol y el futbol americano. También en la Academia de San Carlos, aunque la precaria situación económica de la familia no permitió que el adolescente explotara sus cualidades artísticas. Entonces ingresó a laborar en una fábrica de medias para dama, al tiempo que le entró la cosquilla por la lucha grecorromana.
Con el tiempo, Rudy perdería nombre y rostro. Se convertiría en El Santo y regresaría a Tulancingo para luchar en la vieja Arena Libertad, sin que los aficionados supieran que aquel encapuchado había nacido en el mismo territorio en el que lo hicieron Gabriel Vargas con todo y La Familia Burrón, así como el escritor Ricardo Garibay.
Con el tiempo se abrió un museo para recordar que “El Enmascarado de Plata nació en Tulancingo, Hidalgo”, como lo cuenta José Francisco Palacios, jefe de museos del municipio, quien señaló que el Museo de El Santo se encuentra a un costado de la que fuera la estación del ferrocarril, que fue lo último que miró el pequeño Rodolfo antes de abandonar Tulancingo.
A unos metros se encuentra la estatua del legendario luchador, en la que extrañamente aparece una flor solitaria cada 5 de febrero, fecha en la que el enmascarado dejó de existir.
Fuente: Excélsior