Por Carlos Ferreyra
Sin duda los españoles tienen un sentido del humor muy especial. En las redes y bajo el amparo de un blog gachupa, apareció esta gráfica en la que, afirman, el despistado que gobierna al país del norte, un empresario inmobiliario de apellido Trump, permitió por ignorancia la colocación de una bandera de México en el sitio que correspondía a España.
Y es que el visitante se llama Mariano Rajoy y hasta este día presume ser el mandatario ibérico, de toda la península, lo que próximamente será pura ilusión cuando los catalanes en el más sentido político del fascismo, decidan que ya no pertenecen a ese país y que se van con sus telares y costureras a otra parte.
Pretenden ser un país autónomo, no simple región como lo son actualmente. Y para ello realizarán una consulta popular o referéndum en la que al parecer los independentistas tienen una absoluta mayoría.
Y debe ser, han sido varios años en que los catalanes han transformado estructuras y criterios generales prohibiendo, por ejemplo, el español como lengua común, el uso de letreros en castellano y cambiando las reglas de la educación para formar generaciones nuevas, catalanistas, que aprendan una historia patria distinta a la conocida.
Hay una corriente nacional que se opone a las pretensiones libertarias de Cataluña. Y no por simple oposición sino porque esa región ha sido parte importante del país, de su desarrollo económico y político y hoy, con un gobierno débil, tibio, aducen muchos, se inicia la diáspora que nadie duda seguirán vascos y gallegos.
En medio se entromete un soberano, personaje de pastel de bodas, que no ha sido capaz, como lo fue su padre cuando fue menester, de dar el golpe en la mesa y poner en orden a los rebeldes. O sea, el rey Felipe es un soberano cacahuate, como se dice en México de los inútiles, los indecisos y los que observan desde la barrera, pero sin animar al toro.
Antes de finalizar el mes sabremos qué pasará con la soberanía catalana, si la región será independiente o, lo más probable, cómo intentará impedirlo Rajoy al que se atribuye su visita a la Casa Blanca para pedir ayuda a tan disparatado caballero, ocupado por hoy en intercambiar diatribas y bravatas con su par, el también disparatado hijo y nieto de presidentes de Corea del Norte.
Bueno, la fotografía procedente de un portal hispano, es falsa. En la gráfica original aparece la bandera de España pero fue cambiada por la mexicana sin aclarar el propósito que, mal pensado que es uno, no pudo ser noble.
De allí me cuelgo para advertir a mis queridísimos amigos de la península, que estamos en vías de recuperación de nuestra mitad de territorio mutilada y robada por el norte y que una vez logrado tal objetivo, “iremos a por vosotros, peninsulares”.
En todo caso y expresado más como buenos deseos que como posibles realidades, esperemos que los catalanes piensen con la cabeza. Analizar bajo las placenteras sensaciones de los congojos no es práctico ni conveniente. Cuestión de buebos, expresión de mi pueblo natal que no siempre es acertada ni lleva por buen camino.
En su labor de demolición de toda liga con España, en Cataluña hoy en día se procede a agredir inclusive a los turistas. Y esa provincia vive, en mucho, del turismo.
Alguien recuerda a la Alemania de Hitler en sus inicios, la indoctrinación de los niños y el enconchamiento del país, así como el desprecio de toda forma cultural, social o política que no se decida localmente.