Por Carlos Ferreyra
No se puede afirmar que fue la presión pública la que obligó a los partidos políticos a derivar una minúscula parte de sus prebendas a la ayuda de las víctimas de los temblores pasados.
Seamos justos, fue la insistencia de Andrés Manuel López Obrador de servirse de los trágicos sucesor en beneficio propio. Y no0o se trata de restarle méritos, pero resulta muy gráfica su insistencia en que los dineros nuestros que obran en su poder, serán canalizados vía su partido.
Esto es, los distribuirán la Polensky, la Sheinbaum, el Bartres y desde luego y en primerísimo lugar, los yuniores que ya están de hecho a cargo del partido llamado Morena, como la virgencita del Tepeyac.
Creo que en esto si debería haber una intervención de la autoridad electoral –no es sarcasmo, así se llama: autoridad electoral—que debería obligar a los partidos a concentrar sus aportaciones en determinada forma que permita la fiscalización del uso de ese dinero.
Y que imposibilite el uso electoral del mismo. Ejemplo, Silvano en Michoacán, con enormes tráileres que supuestamente transportan ayuda, pero si no se ven los productos son notables las grandes mantas en la cola de los vehículos anunciando lo piadosos y solidarios que son los michoacanos, léase El Conejo Aureoles.
Y el Grajo o Graco, como se llame, en Morelos colocando parches con su propaganda, pero ni siquiera en aportaciones propias, sino en todo paquete que pasa por territorio narco. O por la ciudad de la eterna matadera, Cuernavaca.
El fenómeno se está repitiendo por todos lados. Los sujetos que están trepados en el poder muestran solidaridad usándola como propaganda sin especificar que ellos de su dinero personal no usan un quinto. Todo a costa de los contribuyentes pero el lucimiento es para los políticos.
Como al parecer nuestra clase pomposamente llamada “política” está conformada con los mercaderes del templo, ésos que corrió Jesús, y por gente de lentísimo aprendizaje, habrá que demostrarles que la gente tiene memoria á que demostrarles que la gente tiene memoria y resentimiento creciente.
Una vez más debemos pensar si el dispendio de recursos está justificado cuando se trata de campañas electorales. Creo que no, y que deberíamos pensar antes de emitir un voto en favor de quien ha privilegiado sus ambiciones personales sobre la miseria de los mexicanos.
No son muchos, nada más entre 55 y 60 millones de personas que mal comen o ni siquiera comen a diario. Personalmente no votaré por quien se haga publicidad por cualquier medio. No convalidaré el desperdicio de recursos en este país de miseria y de miserables, según hemos visto.
Sí, si estoy enojado cuando observo que hasta los actos solidarios se pueden convertir en simple publicidad para mí, para mi partido y para la tercera que es la vencida.
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