Claudia Luna Palencia
@claudialunapale
Para la magnitud, en intensidad, del sismo registrado en México la semana pasada, la tragedia humana así como en la infraestructura pudo ser despiadadamente destructiva, si el movimiento telúrico hubiese sido predominantemente trepidatorio.
A la memoria reciente llega aquella mañana aciaga del 19 de septiembre de 1985, a casi 32 años de distancia quedan muchas lecciones presentes y primordialmente demasiados pendientes por atender; porque casi siempre ante una devastación emanada de las fuerzas de la naturaleza, las más afectadas son las personas socialmente vulnerables.
Respecto de los terremotos de 1985 tiempo después tuve la oportunidad de entrevistar al ex presidente Miguel de la Madrid (1982-1988) en su casa del Barrio de Santa Catarina, en Coyoacán.
En ese entonces (en 2004 fue el año de mi entrevista con él) De la Madrid me explicó que fue principalmente un sexenio lleno de obstáculos, con sismos en lo económico y en lo financiero.
Por supuesto fue un sexenio marcado también por el doloroso drama humano y sus consecuencias sociales derivadas de los movimientos telúricos. Aquella amarga experiencia quedó plasmada en el libro de recopilación “Cambio de rumbo“, acaso como un testigo para las futuras generaciones: “Al releer, después de quince años, este texto, reviví los sentimientos de angustia con los que enfrenté las vicisitudes narradas. En retrospectiva, me doy cuenta de cómo la gravedad de los acontecimientos absorbió la totalidad de mi energía y atención, llevándome a sacrificar parte de mi vida familiar y social”.
De los terremotos de 1985, De la Madrid reconoció que, efectivamente, la sociedad civil rebasó con creces la respuesta del Gobierno en las labores de ayuda y rescate de las personas atrapadas en los escombros; en la atención a los damnificados y en la pertinente reubicación en escuelas, una idea de esos líderes naturales que surgieron en la tragedia.
Al calor de la emergencia el entonces jefe del Ejecutivo observó la situación con suma angustia: “Sea como fuere, los terremotos provocaron una movilización social masiva que, desde nuestro punto de vista, abría la posibilidad de que brotara, en forma espontánea o provocada, la violencia social. En los primeros cinco u ocho días posteriores percibí esta posibilidad, pues la energía generada por la movilización al combinarse con los sentimientos de dolor, coraje o insatisfacción por la insuficiencia institucional para atender la situación, creaban el fermento necesario para desatar la violencia”.
A COLACIÓN
Dos años antes de 1985 el comportamiento de la economía fue el siguiente: 1983 un PIB de -5.2% y 1984 3.6 por ciento. La inflación ubicó en 80.8% en 1983 y para 1984 fue de 59.2 por ciento.
Después de los terremotos, del 19 y 20 de septiembre, había que atender necesidades apremiantes. México requirió con celeridad 4 mil millones de dólares para enfrentar la problemática de los sobrevivientes e iniciar la remoción de escombros y el camino de la reconstrucción.
A partir de diversos estudios del Cenapred sabemos que los sismos dejaron una estela de nuevos desafíos: 150 mil personas quedaron desempleadas, había que reconstruir 34% de los edificios del sector público, miles de viviendas, hospitales y edificios escolares.
La evolución del PIB posterior a la catástrofe fue la siguiente: en 1985 2.7%; 1986 -3.5%; 1987 de 1.7% y 1988 de 1.3 por ciento. La inflación cerró en 63.7% en 1985; para 1986 aumentó a 105.7%; 1987 aceleró a 159.2%; y 1988 de 51.6 por ciento.
Además del impacto en el crecimiento, en buena medida la alta inflación de los dos años posteriores a 1985 fueron el resultado de lo que De la Madrid plasmó en la página 469: “Para afrontar la situación provocada por los sismos, tuve que tomar decisiones extraordinarias en el terreno económico. Imposible dejar sobrevivientes atrapados, edificios a punto de caerse o la ciudad sin agua. Tuve que ordenar que se imprimiera dinero, dejando para después la necesidad de encontrar una fórmula de sacarlo de circulación. Aun la inflación resultó secundaria en ese momento”.
Andado el tiempo, después de las confesiones y expiaciones, con tantos años de distancia nunca sabremos la verdadera dimensión humana, social y económica derivada de los reacomodos telúricos.
El problemón es que muy a pesar de los simulacros y de la cultura de prevención que ha sido hilvanada con paciencia y práctica entre la población civil y las autoridades, en suma todo esfuerzo cuenta.
Huelga decir que ningún cochupo debe permitir que sean violentadas las normas de construcción y seguridad urbana; y las autoridades gubernamentales deben realizar constantemente labores de inspección en los edificios para que sean reforzados aquellos en situación endeble. Son vidas humanas, señores, lo que está en juego.
Directora de Conexión Hispanoamérica, economista experta en periodismo económico y escritora de temas internacionales