El suelo tembló y Ciudad de México se convirtió en un mar de solidaridad. Fueron miles los mexicanos y los extranjeros que viven en esta superpoblada ciudad —de más de 20 millones de habitantes— los que inmediatamente se echaron a la calle para ofrecer altruistamente su ayuda tan solo minutos después de que cesara el fuerte terremoto de 7,1 grados que el martes sacudió la capital. Ya sea llevando comida y agua a las decenas de centros de acopio que se han establecido o participando directamente en labores de rescate, muchos aportaron su grano de arena para mitigar el dolor que reinaba en el dantesco escenario en que se había convertido la Ciudad de México.
“Necesitamos cubos, picos, palas, mantas, comida, agua, cuerdas… lo que tengan”, gritaba un joven desde uno de los improvisados centros de acopio que se había formado en la colonia Roma Norte, uno de los barrios más impactados por el terremoto. Y a los pocos minutos, decenas de personas corrían portando cubos llenos de agua o diversas herramientas que serían utilizadas por los voluntarios que se apelotonaban cerca de los escombros a la espera de que les autorizaran para ayudar. Y al intenso sonido de las sirenas de las ambulancias, se mezcló el de varios grupos de motociclistas que recorrían la ciudad de lado a lado transportando todo tipo de materiales.
“Estoy muy sorprendido de cómo está actuando la gente. Ojalá siempre actuáramos así de unidos”, dice a través de su mascarilla Adrián Hernández, un trabajador de una empresa de construcción que acordona las proximidades del edificio derrumbado que se encuentra entre las calles Laredo y Ámsterdam. Su tarea, junto con la de otros cinco compañeros, es evitar que las personas no autorizadas se aproximen a los escombros y compliquen las labores de rescate. Entre tanto, cientos de voluntarios cargados con picos y palas se amontonaban frente a la línea que formaban Adrián y sus colegas a la espera de que las autoridades les permitieran pasar para ser parte de los equipos de ayuda. “Son muchísimos los que quieren colaborar, esto es increíble”, dice el voluntario.
Héctor y su cuadrilla de 10 amigos llevan casco, chaleco, gafas y palas. Y llevan esperando desde las dos de la mañana del miércoles a que les autoricen para participar en la retirada de escombros. Son alrededor de las 10 de la mañana y todavía están esperando. “Venimos de Huixquilucan, como a una hora de aquí, y hemos venido a ver cómo podemos ayudar”, dice Héctor apoyado sobre el pico. “De aquí no nos vamos a ir. Esperaremos lo que haga falta hasta que nos dejen acceder a la zona”, comenta uno de sus compadres, que lleva un pasamontañas para protegerse del polvo.
“No podemos dejar pasar a todos porque de lo contrario la situación se vuelve caótica”, matiza un militar que se encuentra en las proximidades del perímetro del edificio ubicado en la calle Álvaro Obregón 286, donde han hallado alrededor de 15 fallecidos, pero ya se ha rescatado a más de 20 personas vivas gracias a la colaboración ciudadana. “Estamos dejando a las personas que participen en los rescates, pero tiene que ser poco a poco. Donde más necesidad tenemos es acumulando víveres y medicamentos para los heridos”, añade el militar.
La tragedia ya ha dejado más de 200 muertos y cientos de edificios afectados por el temblor y decenas de herramientas están apareciendo en la web para ayudar a las víctimas.
Todavía hay muchas áreas de la ciudad que no tienen electricidad y la cobertura de los móviles no siempre es buena, por lo que apenas hay conexión a internet. Por ello, la radio se ha convertido en el principal medio de comunicación para los mexicanos. Así, los locutores comunican a través de las ondas hertzianas la última hora y apuntan en qué partes de la ciudad hay una mayor necesidad. “En la colonia Obrera necesitan sobre todo agua, pan y café; en Coyoacán dicen que están necesitados de suero y agua oxigenada”, decía una locutora en un programa local.
“Aquí sobre todo necesitamos insulina y medicamentos”, dice Marta, una doctora que se desplazó al eje Roma Norte-Condesa sobre las dos de la tarde del martes y que desde entonces no ha parado de atender a las personas que iban saliendo de debajo de las montañas de cemento, ladrillos, barras de acero y cristales en que se habían convertido los que eran sus apartamentos. Junto a Marta, hay otros cuatro doctores que organizan las intendencias de la pequeña carpa improvisada que han montado para curar heridos. “No sé cuántos hemos atendido ya, hace rato perdí la cuenta”, añade la doctora.
Pasadas algo más de 24 horas después del terremoto, la calle aún está llena de personas con casco y chalecos naranjas que recorren de arriba abajo la ciudad en busca de una actividad en la que poder ayudar. Las motos todavía siguen rugiendo para llevar productos allá donde sea necesario. Hay cadenas humanas formadas para agilizar el transporte de cubos de agua. Y son muchos los que, a pesar de que varios supermercados están cerrados, llevan el poco alimento que tienen en las despensas de sus casas a las decenas de centros de acopio que se han formado en toda la ciudad.
El metro funciona de manera gratuita, al igual que las aplicaciones de transporte Uber y Cabify. Los peajes de acceso a la capital también son gratis y algunas tiendas para mascotas están ofreciendo de manera altruista alimento para perros y gatos. Mientras tanto, varias personas están ya ubicadas cerca de diversos edificios que presentan daños en su infraestructura para ayudar inmediatamente en caso de que se derrumben. “Voy a la calle Hamburgo con Génova, he oído que hay un edificio que se va caer”, comenta Greg, un estadounidense que habla perfectamente español y que está visitando durante unos 20 días a su hermana que vive en la capital mexicana. “Sea como sea quiero ayudar. No me importa lo que me toque hacer”, sentencia.
El locutor de la radio ha cambiado, ahora suena la voz de un hombre. Habla sobre la rampante corrupción que desde hace años asola el país. Habla sobre la flagrante falta de cultura cívica que existe en una ciudad donde las calles están llenas de basura y ningún coche cede el paso al peatón que espera en un paso de cebra. Y se emociona al hablar de la oportunidad que abre este rayo de solidaridad causado por el terremoto para generar un cambio en la sociedad mexicana. “Esta trágica situación demuestra que cuando estamos unidos, los mexicanos somos capaces de superar cualquier adversidad. Ojalá este dramático evento nos sirva para generar un importante cambio entre los ciudadanos de nuestra amada capital”, concluye.
Fuente: El Confidencial