No le demos vueltas: la andanada de Donald Trump contra los jugadores de la NFL es un ataque a la libertad de expresión, otro más. Como antes fue contra los opositores, contra las preguntas incómodas en las ruedas de prensa o contra los medios de comunicación que se expresan de manera diferente a lo que quiere que digan de él y su gobierno. Se trata de un ataque a la Primera Enmienda de la Constitución; así de sencillo.
Quedarse sentado mientras se entonaba el himno nacional y ondeaba la bandera, como lo hizo el exquarterback de San Francisco, Colin Kaepernick, fue una falta de respeto, pero no violó ley alguna al manifestarse de esa manera contra los excesos de la policía contra los grupos minoritarios, en especial los negros.
Quedará para el anecdotario, porque las majaderías de Trump son cosa de todos los días. Que yo recuerde, en la historia reciente sólo dos presidentes han “mentado la madre” a alguien en una rueda de prensa: el de Filipinas, Rodrigo Duterte, hace un año al presidente Barack Obama (“Hijo de puta, te voy a maldecir en ese foro”), y Donald Trump, el viernes pasado en Alabama, al referirse a las protestas de los jugadores de la NFL: (“To say: ‘Get that son of a bitch off the field right now, out. He’s fired. He’s fired!’”). Algo así como: “Saque a ese hijo de perra fuera del campo ahora mismo. Está despedido. ¡Está despedido!”.
Por cierto, Teresa, la madre de Kaepernick, le respondió por la misma vía del Twitter: “Guess that makes me a proud bitch!” (“¡Supongo que eso me hace una perra orgullosa!”).
Por ahora las reacciones han sido contundentes de parte de dueños, directivos, entrenadores y jugadores de la NFL en defensa de la libertad de expresión. La liga difundió un spot en los juegos del fin de semana, llamando a la unidad y al respeto de las libertades.
Es imposible saber lo que pretende Trump al agarrarla contra los deportistas, porque al ataque a la NFL le antecedió su anuncio de retirar a los campeones de la NBA, Warriors de Golden State, la invitación a la Casa Blanca, como ocurre cada año. Esta vez el Jugador Más Valioso de la serie por el título, Kevin Durant, anunció que no estaría en la residencia presidencial y el estelar del equipo, Stephen Curry, expresó que lo estaba pensando, porque de asistir tendría que decir unas cuantas cosas al presidente.
Más todavía, la máxima estrella del basquetbol, Lebron James, llamó zángano al presidente, textualmente dijo: “Mi trabajo y propósito de vida es mucho mayor al de ese tipo… Ni me gusta decir su nombre”.
Contra los excesos de Trump vino una crítica del entrenador más respetado de la NBA, Gregg Popovich, de los Spurs de San Antonio: “El mundo se avergüenza de nuestro país. Éste es un individuo que pensaba que cuando toda la gente se abrazaba durante los partidos (cuando suena el himno), lo hacía por honrar la bandera. Eso es delirante. Absolutamente delirante. Pero es con lo que tenemos que vivir ahora”.
Por supuesto, hay a quienes no les agradó la reacción de los equipos, inclusive empresas como DirecTV han ofrecido cancelar las suscripciones de quienes no quieran ver los partidos, otros abuchearon en los estadios y, desde luego, los fans de Trump están complacidos; a ellos no les importa que la libertad de expresión se vulnere ni que el presidente que eligieron reduzca su lenguaje al de un carretonero. Así lo quieren.