La NASA produjo un mapa de las zonas probablemente dañadas por el terremoto del 19 de septiembre, el cual fue proporcionado las autoridades mexicanas para ayudar a los servicios de emergencia y apoyar a los grupos de respuesta ante el desastre.
El Mapa Proxy de Daños entregado el 20 de septiembre, contiene vistas que indican la magnitud de los daños causados por el terremoto y posteriores réplicas, con base en los cambios en la superficie del suelo detectadas por radares.
Este mapa cubre un área de 175 por 170 kilómetros y cada píxel mide alrededor de 30 metros de ancho. En él se observan variaciones de color que van del amarillo al rojo e indican los cambios más significativos en el suelo y las edificaciones de la superficie. Aunque puede utilizase como guía para identificar las posibles áreas dañadas, es menos fiable en zonas con vegetación.
.@NASA-produced damage maps may aid Mexico quake response https://t.co/B4nESPDulE #mexicoearthquake #MexicoQuake pic.twitter.com/Ukq2ZEszju
— NASA JPL (@NASAJPL) September 21, 2017
Imágenes del antes y el después de las áreas del centro de México afectada por el terremoto, incluyendo la Ciudad de México, se usaron para identificar las áreas de daño y producir el mapa con la finalidad de ayudar en los esfuerzos de respuesta al desastre. La validación preliminar de los daños se hizo comparando el mapa con una gran variedad de fuentes de Google Map.
Los científicos del Laboratorio Propulsión a Chorro de la NASA (JPL) y Caltech, ambos en Pasadena, California, obtuvieron y usaron las imágenes de satélite del Radar de Apertura Sintética Interferométrica (InSAR). La galería de imágenes fue adquirida antes del terremoto el 8 de septiembre, y de nuevo el 20 de septiembre de 2017, desde el instrumento de radar de los satélites Copérnicus Centinela 1A y Centinela 1B, operados por la Agencia Espacial Europea (ESA).
Los datos de radar fueron procesados por el equipo de Escaneo y Análisis Rápido Avanzado (ARIA) en el JPL y Caltech. ARIA es un proyecto de la NASA que está construyendo un sistema automatizado para demostrar la capacidad de proporcionar datos de GPS y satélite con rapidez y fiabilidad para apoyar al monitoreo de amenazas y poder dar respuesta a comunidades locales, nacionales e internacionales.
El programa de desastres de la NASA, que forma parte de la División de Ciencias de la Tierra en el Directorio de Misiones Científicas, trabaja con organismos internacionales, regionales y locales para dar respuesta a desastres y para elaborar productos de información crítica a partir de datos ambientales a nivel mundial desde la flota de satélites de Ciencias de la Tierra de la NASA, otra aérea y en el espacio.
Los equipos de especialistas de la agencia, dedicados a la observación de desastres en la Tierra, se movilizan para responder en tiempo real a una amplia gama de peligros naturales y los fenómenos producidos por el hombre.
El uso de imágenes desde el espacio de los desastres y los productos de datos ARIA, pueden proporcionar evaluaciones rápidas de la región geográfica afectada por un desastre, así como imágenes detalladas de los lugares donde se produjo el daño. El radar puede “ver” a través de las nubes día y noche y medir los movimientos del terreno a nivel de centímetro.
El sismo de magnitud 7.1, con epicentro en Raboso, a 120 kilómetros de la Ciudad de México, causó importantes pérdidas de vidas y daños a la propiedad, según la agencia espacial estadounidense.
Cabe mencionar que el equipo de JPL /Caltech previamente había producido y puesto a disposición un Mapa Proxy de Daños parecido del sismo del 7 de septiembre, junto con otros productos de apoyo utilizando los datos de radar por satélite.
Cada vez es más evidente el papel tan importante que ha jugado la tecnología ante los desastres naturales de las últimas semanas, desde la prevención y el seguimiento, como en la ayuda para responder a los daños ocasionados por los fenómenos. Este es el lado amable de los avances científicos que deberíamos valorar y explotar para el beneficio de la sociedad, ya que para eso es que existen.
Fuente: La Gran Época