Hoy se cumplen 16 años de los ataques del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York (Estados Unidos) y los familiares del 40% de las víctimas los recordarán sin que hasta el momento se los haya identificado.
Recientemente, el 7 de agosto, se reconocieron los restos de un hombre, quien murió en el ataque contra el World Trade Center (WTC, Torres Gemelas), cuya identidad no fue revelada a pedido de su familia, detalla Infobae.
Con esa persona suman 1.641 víctimas identificadas de un total de 2.753 que murieron. Es decir, 1.112 todavía no fueron reconocidas, lo que equivale al 40%. Aún cuando no fueron reconocidas, todos los que perdieron la vida tienen un certificado de defunción emitido por las autoridades neoyorquinas.
Según BBC Mundo, la difícil tarea de identificar los restos se ha prolongado durante años y el final está lejos de llegar.
Infobae explica que la identificación se dificulta por efectos del calor al que estuvieron expuestos los cuerpos, a los que se suman las bacterias y sustancias químicas, como el combustible de los aviones estrellados.
Los expertos, según BBC Mundo, afirman que es más importante entregar los despojos correctos de un ser querido a una familia, que el tiempo que demore una identificación. “Tenemos que asegurarnos por medios científicos… Cuando estamos 100% seguros, se lo comunicamos a la familia”, explica a la BBC Mundo Alan Crawford, un experto en la identificación de víctimas de catástrofes de Reino Unido.
La última vez que se habían logrado dar con la identidad de otra víctima de los atentados de 2001 fue en marzo de 2015. Se trataba de un hombre llamado Matthew David Yarnell, quien tenía 26 años y trabajaba en la firma tecnológica Fiduciary Trust Company International, en el piso 97 de la torre sur del WTC.
Bárbara Sampson, jefa de la Oficina del Forense de Nueva York, dijo a BBC Mundo que los especialistas pudieron hacer la última identificación gracias a nuevas técnicas en la extracción de ADN. “Este trabajo en curso es de vital importancia, ya que con cada nueva identificación, somos capaces de aportar respuestas a las familias afectadas por una dura pérdida”, expresó Sampson.
Esa repartición recogió de la zona 21.900 fragmentos humanos, tras el desplome de los rascacielos. Infobae recuerda que fueron recuperados pocos cadáveres completos de la escena.
Para identificar los restos, la Oficina del Forense utiliza nueva tecnología que pulveriza fragmentos óseos para extraer ADN, tras lo cual se compara con las muestras genéticas de víctimas o de sus familiares.
Empero, la mayoría de los perfiles genéticos generados pertenecen a víctimas ya identificadas. En algunos casos, los científicos han examinado hasta 10 veces o más los mismos fragmentos, con esperanzas de que esa nueva tecnología ayude a proveer nuevos resultados y a dar nombre y apellido a más restos de personas.
John Ramsbottom, un especialista en identificación británico retirado, explica a BBC Mundo que existen cuatro formas para identificar un cuerpo: huellas dactilares, ADN, registros dentales e implantes quirúrgicos.
Con la piel quemada y a falta de implantes quirúrgicos, los registros dentales y la extracción de ADN son las únicas opciones, pero son las más laboriosas.
La científica forense Denise Syndercombe-Court, del King’s College de Londres (Reino Unido), señala que es un procedimiento lento y laborioso.
“En algunos casos, estos cuerpos están tan dañados por el calor —temperaturas terribles— que literalmente hay fragmentos de huesos”, indica a BBC Mundo.
Cambrils (España) fue la ciudad donde hace casi 16 años se ideó el mayor golpe de un grupo terrorista musulmán contra Occidente: el ataque a Nueva York el 11 de septiembre de 2001. Y esa urbe volvió a ser noticia del extremismo islámico la madrugada del 18 de agosto de este año, cuando en un operativo, los Mossos D’Esquadra abatieron a cinco terroristas.
Según Infobae, que rememora lo ocurrido en Cambrils previo al ataque del 11 de septiembre de 2001, Mohamed Atta fue el jefe de los suicidas. Participó de una cumbre que duró una semana en Tarragona, una reunión que se realizó ocho semanas antes del día señalado, entre el 9 y 17 de julio.
Añade que fue en ese destino turístico donde los pilotos suicidas que estrellaron los aviones contra el World Trade Center (torres gemelas) se reunieron para ajustar los detalles de su sangriento golpe. De esa reunión participaron seis extremistas que se alojaron en diferentes hoteles de la ciudad y que contaron con la ayuda de miembros de Al Qaeda que ya vivían en la zona.
Atta, jefe de los suicidas, llegó a Barajas proveniente de Miami, con pasaporte egipcio. De allí fue en un automóvil rentado a Tarragona. Se instaló en el Hotel Sant Jordi, en Vía Augusta. Pero cambió dos veces más de locación. Otros dos atacantes se registraron en el hotel Mónica, muy cercano.
Ramzi Binalshibh, el cerebro y coordinador de los ataques, también participó de la reunión.
Tras planificar todo, ejecutaron su plan. A las 08.45 de la mañana (hora de Nueva York) del 11 de septiembre de 2001, cuando un Boeing 767 de American Airlines se estrelló entre los pisos 93 y 99 de la Torre Norte del World Trade Center, los televidentes no sospecharon la aterradora verdad. Algunos, distraídos, creyeron que el impacto y el humo eran una ficción. Quizá el tráiler de un film.
HECHOS. Otras personas más atentas recordaron el choque del bombardero militar B–25 Mitchell contra el piso 79 de su célebre Empire State Building, el sábado 28 de julio de 1945. Recuerdo doblemente sombrío: la Segunda Guerra Mundial había terminado menos de tres meses antes, el 7 de mayo, con la rendición de Alemania, y esa escena repetía las cientos o miles iguales o peores conocidas desde 1939.
Pero las hipótesis duraron poco: apenas 18 minutos después, un Boeing idéntico y de la misma compañía impactó entre las plantas 77 a 85 de la Torre Sur.
Los dos aviones debían cumplir el mismo trayecto (Boston–Los Ángeles), pero fueron desviados por los terroristas de Al–Qaeda, la organización regida por Osama Bin Laden.
Entre pasajeros y tripulantes, en ambos aviones murieron un total de 157 personas, pero solo fue el comienzo de la mayor tragedia norteamericana.
Fue el peor acontecimiento desde el bombardeo japonés a la base de Pearl Harbor, Hawaii, que dejó 2.403 muertos y 1.178 heridos, bajas que superó el ataque del 11S.
Fuente: La Razón
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