Juan María Naveja
De múltiples formas Donald Trump lo ha dicho: no le gusta el Tratado de Libre Comercio de América del Norte; para él es la peor negociación de la historia. La semana pasada en Phoenix dijo: “probablemente terminaremos en algún momento con el TLC”. Siendo así, ¿para qué esperar?
Por más de 30 años, México vivió sin relaciones diplomáticas con España y eso no impidió el intercambio entre las dos naciones, pues hubo turismo y negociaciones de todo tipo. Después de todo en el mundo democrático los gobiernos son intermediarios, no obstáculos.
Para el caso del NAFTA, los especialistas lo saben, hay suficientes salvaguardas que harían llevadero el intercambio entre los tres países. Son tres años los que tomaría terminar con la relación, mientras tanto, prevalecerían las reglas de la Organización Mundial del Comercio, de la cual no se van a salir ninguno de los dos países y cubren 70% de lo que se perdería con el TLC.
Políticamente sería un golpe muy redituable para Peña Nieto. México no puede negociar con un presidente hostil. Ni el partido que lo llevó a la presidencia puede negociar con él, tolerarlo sólo le quita cartas a México para renegociar el TLC con la próxima administración.
Que sea Trump quien tenga que ir a su Congreso a explicar las razones para salirse del TLC, quien le dé la cara a los empresarios y sectores estadounidenses que se verán afectados, quien le diga a los empresarios que viven del intercambio comercial, a los agricultores y ganaderos de todo el país, inclusive, a la misma industria automotriz que es donde se registra el déficit que tanto menciona.
Un mensaje de Peña Nieto desde el Congreso de la Unión y en cadena nacional firme y claro, breve y al grano. Ni el propio presidente tiene idea del respaldo popular que ganaría.
No es exagerar, ante el pueblo mexicano, el último presidente que tuvo una oportunidad semejante y la aprovechó fue Lázaro Cárdenas con la expropiación petrolera.
La oportunidad de Peña Nieto se extendería más allá si complementara su comunicado con un mensaje en inglés a los ciudadanos estadounidenses reiterando la fraternidad y alianza entre nuestras naciones y descartando el daño que cree que le puede hacer a la relación méxico-estadounidense el presidente Trump, catapultaría la influencia de México en el foro mundial y afianzaría su posición de negociación con los contrincantes que enfrentará Trump en las próximas elecciones.
Las negociaciones políticas entre México y Estados Unidos se extienden más allá de esta versión del TLC y aguantar todas las amenazas es perder más territorio futuro del que se ganaría manteniéndose en la mesa. Cuando la otra parte insiste en que para ganar una negociación uno tiene que perder, es mejor dejar el trato a un lado.
Por más de un año Trump ha tenido la iniciativa, no ha dejado de denigrar a México ni a sus ciudadanos; es el momento, están las circunstancias para triunfar con la retirada.