Francisco Fonseca
Estamos viviendo los tiempos más interesantes de la política. Los previos a las grandes decisiones. Los ya muy cercanos. Los tiempos que se caracterizan por su excesiva información y por sus distintas conformaciones de la imagen del sucesor.
Cualquier cambio en la conducta de los gobernantes, cualquier frase, cualquier escándalo, cualquier lapsus se interpreta a placer; un triunfo en las áreas de los candidatos merece espacios especiales en las páginas de los medios impresos; un apoyo sindical, una invitación a una gira presidencial es signo alentador que debe producir prurito a muchas personas. Es decir, cualquier movimiento, cualquier finta es alentadora.
Siendo habitantes de un país en edad adulta, maduro en democracia, deberíamos ver estas situaciones con más prudencia, con más altura. Sin embargo comentamos, especulamos y finalmente decidimos. Desayunaderos y comederos están atestados de políticos, seudopolíticos, y los que creen que son seudopolíticos. Escuchan, disciernen y propagan versiones falaces y a veces malintencionadas. Los columnistas políticos, que habitualmente cuentan con buena información y con línea, en ocasiones caen en estas falacias.
Estos tiempos sucesorios son en verdad interesantes. Obviamente más para el que conoce y lee, para el que se afana y trabaja en las cuestiones políticas. Se produce mucha información. Se hacen remembranzas de anteriores sexenios. Se recuerda cómo fue el destape de tal Presidente, o con cuáles frases y palabras mayores le avisaron. Se evocan vicisitudes habidas. Son tiempos interesantes. Apasionantes. Son tiempos sucesorios. Son tiempos de engordar.
¿Engordar? Cuando un pasajero aborda un avión, habitualmente tranquiliza su nerviosismo a través de la boca y el estómago. Comer tranquiliza. Mover las mandíbulas y digerir son un desahogo. El pasajero devora ávida y rápidamente los alimentos, o lo que le den. Y se siente mejor. Mentalmente. Entonces ya conversa, se mueve, se asoma, se pone de pie, y hace otras cosas.
Estos tiempos sucesorios son lo mismo. La intranquilidad produce nerviosismo y éste debe calmarse. Entonces se produce el síndrome del pasajero aéreo. Se come y se engorda. Hay exceso de invitaciones a desayunar, comer y cenar. Y después de empezar a comer se inician los desahogos. Comentarios, remembranzas, chistes, historias que se aseguran verídicas, y otras no tanto.
Los precandidatos, después candidatos también engordarán, sumarán, deberán sumar, convocar, agregar. Acuden a una frase muy trillada: “estamos sumando esfuerzos”. Después, cuando lleguen los tiempos de lanzar cohetes empezarán a restar, a bajar de peso, olvidar compromisos y promesas. Son los sistemas de gobierno, de la administración pública.
Es el signo de los tiempos, la sucesión y la engorda. Mucho leeremos y oiremos en las próximas semanas. Faltan pocas, algunas. Poco vivirá quien no lo vea.