La sucesión del cardenal primado de México, Norberto Rivera Carrera, quien dejará su puesto tras cumplir la edad de jubilación obligatoria de los obispos establecida en 75 años, tomará todavía algunos meses y podría extenderse hasta la Pascua de 2018.
Según lo establece el protocolo eclesiástico, tocará al nuncio apostólico en la Ciudad de México, Franco Coppola, conducir un proceso de consultas, verbales y por escrito, con los principales referentes de la Iglesia católica en el país con el objetivo de compilar una terna de posibles sustitutos para proponer al Papa.
Esas consultas aún no han sido iniciadas y por la complejidad del proceso, el trámite seguramente no estará listo en este 2017, revelaron a Notimex fuentes eclesiásticas.
Tras cumplir los 75 años el 6 de junio pasado, Norberto Rivera Carrera presentó su renuncia protocolar dirigida al pontífice, pero ello no determinó su automático cese en el puesto ya que eso ocurrirá cuando la dimisión sea aceptada.
La aceptación dependerá exclusivamente de Francisco y la tradición establece que, de no mediar una causa grave, esta se dará junto con el nombramiento de un sucesor.
La Ciudad de México es la Arquidiócesis con más fieles católicos del mundo, su titular es el primado de México y custodio de la Virgen de Guadalupe, cuyo santuario es el más visitado del planeta, incluso por encima del Vaticano.
Por ello y por la personalidad del cardenal Rivera, su inminente salida de escena ha generado gran expectativa. Tanto su renuncia aceptada, como el nombre de su sucesor serán comunicados de manera oficial por el Vaticano y por la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM).
En los próximos meses Coppola deberá conducir un puntilloso proceso para encontrar un sustituto. Lo hará a través de un aceitado trámite de “consultas” que consta de dos fases: un acercamiento verbal y un cuestionario escrito.
Como parte de este itinerario, el nuncio pedirá la opinión de los cardenales del país, de obispos y arzobispos, de superiores de congregaciones religiosas, líderes de movimientos y algunos sacerdotes con puestos de relevancia.
Entre los consultados se incluyen el propio renunciante, sus obispos auxiliares, los miembros del Consejo Presbiteral diocesano y otros colaboradores principales de la diócesis interesados, en este caso la Ciudad de México.
Más allá de los iniciales diálogos personales, los consultados deberán responder a una serie de cuestionarios. Cada uno deberá proponer libremente a tres candidatos a arzobispo, respondiendo diversas preguntas sobre cada uno.
Todo se hace por escrito, no están contemplados correos electrónicos ni mensajes que pueden perderse en el ciberespacio. Los módulos llegarán por correo postal y por ese mismo medio serán enviadas las respuestas. El recorrido podría tomar, en promedio, más de dos meses.
Los consultados deben justificar su indicación respondiendo a dudas sobre los antecedentes, la labor pastoral e incluso el estado de salud del candidato propuesto.
Con la información en sus manos, el nuncio Coppola compilará un informe con la mayor cantidad de datos posibles sobre los tres aspirantes más votados. Un reporte que podría llegar a tener más de 150 páginas.
El documento se mandará a la Congregación para los Obispos del Vaticano, donde se agregarán datos hasta dar cuerpo a un informe final que se presentará directamente al Papa. Él lo estudiará minuciosamente y elegirá un nuevo arzobispo de la capital mexicana.
Por su investidura puede elegir uno de la terna, salirse de ella y nombrar a otro, quizá menos votado. Incluso podría llegar a decidirse por un desconocido, un “outsider”, como ha ocurrido en otras ocasiones.
De acuerdo con la tradición, para un arzobispado grande e importante como la Ciudad de México, suele ser elegido un pastor que ya se desempeña como arzobispo o, cuanto menos, como obispo. Pero el Papa ha demostrado que puede llegar a sorprender, elevando al arzobispado a sacerdotes.
Fuente: Crónica