Guillermina Gómora Ordóñez
Como si se tratara de una pesadilla, todos los días o casi todos, amanecemos con un nuevo escándalo en materia de corrupción, asesinatos, capturas de narcos o surgimiento de nuevos cárteles. Los mexicanos nos hemos vuelto rehenes de estos flagelos que han destruido nuestro tejido social y el estado de derecho en el país.
Tan sólo en la primera quincena del mes en curso, nos enteramos de dos casos representativos de lo antes escrito. Para empezar, los presuntos nexos del futbolista Rafael Márquez y el cantante de música norteña, Julión Álvarez, con Raúl Flores Hernández, líder de una organización del narcotráfico que, según Estados Unidos, se dedica al lavado de dinero a través de una red de 40 sociedades mexicanas.
Luego, las “propinas” por 10 millones de dólares que aseguran recibió el ex director de Pemex, Emilio Lozoya Austin, por parte de la empresa brasileña, Odebrecht. Un tema que se venía manejando desde que era funcionario y que ahora se confirma con la declaración de tres de sus patrocinadores.
Historias que le dan la vuelta al mundo y nos coloca como una nación de narcos y corruptos, que ahuyentan a la inversión extranjera. Nos etiquetan a todos, sí a todos, aunque no estemos involucrados. Basta recordar las declaraciones del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, en junio pasado, cuando a través de su cuenta de Twitter, dijo que nuestro país fue clasificado en el segundo lugar más mortífero y que esto se debe en “gran parte” al comercio de drogas.
También, en este penoso historial, se registran las alertas de diversas naciones a sus habitantes, que piensan viajar a México. Les previenen y orientan sobre los lugares y horarios que deben observar en sus recorridos, hasta la sutil o directa sugerencia de buscar otros destinos con menos riesgo.
En materia de narcotráfico hemos sido testigos de un avance irrefrenable de esta actividad y de cómo ha permeado hasta generar identidad en diversos sectores sociales y económicos, no en un sentido marginal o periférico, sino de un modo profundo y contundente.
La narcocultura alcanzó rango de “cultura reina”, su penetración alcanzó el mundo de la literatura, la música, la televisión, la moda, la política y el cine; sus raíces se encuentran arraigadas a la sociedad.
En la narcopolítica, tenemos representantes a lo largo y ancho del país, de los más recientes y mediáticos está el ex fiscal general de Nayarit, Édgar Veytia, preso en Estados Unidos. No es el primero, ni tampoco será el último funcionario ligado a estos grupos, en la lista están: el ex gobernador michoacano, Jesús Reyna García; los Abarca en Guerrero y los ex gobernadores de Tamaulipas, Tomás Yarrington y Eugenio Hernández, a quienes el gobierno de Estados Unidos acusa de colaborar con los Cárteles del Golfo y los Zetas.
Por lo que toca al narco y la prensa, a los periodistas los matan porque investigan y por lo que publican, ahí está el caso de Javier Valdez Cárdenas, periodista de Sinaloa y Miroslava Breach, corresponsal del diario ‘La Jornada’ en Chihuahua, los asesinaron por “lengua larga”, según decía una cartulina que dejaron los sicarios en la puerta de la casa de la colega.
¡Ah, y qué tal en el ámbito religioso!… Ahí también se hace sentir con Jesús Malverde, «el santo de los narcos», con altares en toda la República, donde se le venera. Más de un seguidor asegura que hace milagros. ¿Será?
En la música, los narcocorridos se han convertido en obras de veneración musical por los líderes de los cárteles de la droga y su actividad ilícita. Una memoria social donde se ensalzan las acciones de los traficantes, como si fueran actos heroicos. Toda una apología de la violencia, del poder y del dinero fácil.
Es la narcocultura que impregna la sociedad mexicana y se desliza no solo en las artes, sino también en el modo de vida, como se aprecia en las narco series y narco novelas, que se difunden por televisión abierta y de paga. La fascinación por estos productos alcanza una penetración de la televisión de 81% en la población lo que influye en conductas y aspiraciones de millones de mexicanos.
En ambos casos: el narco y corrupción van de la mano de la impunidad. ¿Hasta cuándo?
Vericuentos
Costosa democracia
Una vez más, atestiguamos el democrático derroche que beneficia a unos cuantos aunque presuman de austeridad republicana. Resulta que la Comisión de Prerrogativas y Partidos Políticos del INE acordó entregar un total de 6 mil 788.9 millones de pesos para el 2018 a los nueve organismos. Con este dinero se podrían construir al menos seis hospitales de alta especialidad en toda la República. Sin embargo, esto no importa, no es redituable. ¡Viva la grilla!
Lozoya – complicidades
En la impartición de justicia en México hay niveles y complicidades, así quedó demostrado, durante la “voluntaria” presentación del ex director de PEMEX, Emilio Lozoya Austin, ante la PGR. Mientras la prensa esperaba su arribo por la puerta principal al que sostiene que es inocente y acusa de mentirosos a sus detractores. Sus amigos de la procuraduría le brindaron la cortesía de ingresarlo por la puerta de atrás e informarle en oficialía de partes de que se le acusa. Sin nadie lo viera y fuera molestado. ¡Tener unos amigos así…!
@guillegomora