Francisco Fonseca
La Revelación del apóstol Juan nos habla, entrelazando sus secretos, códigos y datos cifrados, de las calamidades que azotan permanentemente a la humanidad y que no podrán ser evitadas: el hambre, la guerra, la peste y la muerte, posiblemente en ese orden consecutivo. Y los historiadores también los mencionan, pero solo cuatro. En su administración Felipe Calderón hizo mención de los cinco caballos del Apocalipsis. ¿Cuál será el quinto?
El cuarto de estos jinetes bíblicos es la muerte, fin de todas las cosas. Cada día que pasa, cada hora, cada minuto escuchamos con incredulidad, ya no digamos asombro, de los asesinatos, ejecuciones, ajustes de cuentas, o el nuevo bebé: el terrorismo. A partir de la noche del 15 de septiembre de 2008 durante la celebración de las Fiestas Patrias en Morelia, este jinete terrorista y mortal cabalga a sus anchas por las mentalidades de todos quienes habitamos este país, y esperamos atemorizados que pase sin darse cuenta.
Veamos. ¿Qué ha ocurrido desde aquél 15 de septiembre? Los responsables de la seguridad nacional se reúnen con cierta regularidad ¿Y qué pasa después de esas reuniones? Se juntan, ofrecen planes y proyectos sensacionales, los aprueban y se ponen en funcionamiento. Defensa, Marina, Comisión Nacional de Seguridad, PGR, et al, coordinan esfuerzos pero lamentablemente no alcanzan a limitar a los delincuentes que se multiplican como bacterias en caldo de cultivo.
Por otra parte están los más poderosos medios de comunicación electrónicos e impresos. Estos producen muchísima información sobre lo mismo, machacan una y otra vez. Difunden en demasía los asesinatos, los motines carcelarios, los secuestros, el terrorismo, la volatilidad de la moneda, la inflación. El televidente, el lector, el radioescucha ya no sabe que hacer porque los medios solo ayudan para esparcir más temor.
En desayunaderos y comederos solo se habla de la debilidad de las autoridades y del regreso al pasado; debilidad que se siente porque no hay quien dé la cara a los monstruos del momento: la delincuencia organizada, el narcotráfico y el terrorismo. Este debilitamiento en todos los órdenes, sobre todo en el de la credibilidad es lo que produce inseguridad. México no se ha olvidado de su pasado. Pero también es cierto que cada vez está más lejos de construir un mañana de esperanzas y más que eso, de realidades.
El gobierno debería demostrar -porque le asisten la razón y la justicia y porque representa las legítimas aspiraciones del pueblo mexicano- que es más fuerte que cualquier intento criminal para desestabilizar sus instituciones. Pero parece que sus intereses están más altos, y lucrativos. Si no se hace algo, en poco tiempo, las calles de nuestras ciudades -como sucede en otros países- se convertirán en el absurdo escenario de la violencia fratricida y estéril.
Durante años estuvimos acostumbrados a que estas conductas antisociales ocurrían allá lejos, muy lejos de la Ciudad de México. Pero los tentáculos de la delincuencia organizada ya llegaron hasta acá. Tláhuac, Xochimilco, Iztapalapa ya mostraron su grado de afectación. ¿Y el resto de las delegaciones?
La corrupción y la impunidad son el resultado del acaparamiento, la voracidad, la codicia y la ambición del hombre que también cabalgan a la par que los cuatro jinetes apocalípticos. El hombre nunca dejará de ser el lobo del hombre. Hace veinte siglos lo dijo Juan en su terrífica Revelación.