Diario de un reportero
Ramsés Ancira
De los caídos por los disparos de los halcones virtualmente “a todo lo que se movía” tampoco se supo nada porque los cuerpos fueron recogidos y desaparecidos. A la versión de Echeverría de que no hubo muertos, responde al menos una tumba en el Panteón Civil de Iztapalapa, que no está identificada por una cruz, una estrella de David o cualquier otro símbolo religioso, sino por una V que fuera la insignia de los movimientos estudiantiles. Martín del Campo se llamaba el joven cuya familia al menos tuvo la fortuna de recuperar su cuerpo. De docenas y quizás cientos más, nunca volvió a saberse.
Pagados con cinco mil pesos por sus crímenes, al día siguiente los Halcones fueron disueltos, pero esto del dinero fácil no era tampoco fácil de abandonar, algunos se hicieron pasar por guerrilleros de Genaro Vázquez para hacerse nuevamente de armas de alto poder, otros a despojar de sus automóviles a las personas y al no ceder a la primera, simplemente los acribillaban.
Los testimonios de los hechos quedaron plasmados en el informe de la Fiscalía Especial para Movimientos Políticos del Pasado y en el libro Halcones Nunca Más, editado en el 2011 por la Secretaría de Educación del Gobierno del Distrito Federal, pero que hasta ahora en 2017 empieza a circular.
Las acusaciones de grandilocuencia a José López Portillo o de grisura a Miguel de la Madrid, nunca llegaron al grado de llamarles asesinos, pero en el siguiente sexenio la eliminación, entre otros del Cardenal Posadas Ocampo, de Luis Donaldo Colosio y de Francisco Ruíz Massieu, que de una u otra manera están ligadas con el PRI harían que en cualquier país civilizado una organización política con estos estigmas, hubiera sido proscrita, por las mismas razones que en Europa se hizo con el Partido Nazi.
Posadas Ocampo había aprovechado su presencia en Los Pinos como negociador de las relaciones con el Vaticano, para denunciar los negocios de trata de blancas y narcotráfico de distinguidos tricolores, Colosio veía un México distinto al que consideraban las arcas de la nación como patrimonio privado y Framcisco Ruiz Massieu sabía demasiado. Su hermano Mario también fue víctima de una estrategia de desprestigio.
La decisión partidista de no resolver la desaparición de los 43, apenas se nota entre los 90 mil asesinatos por ejecución cometidos en el Gobierno de Peña Nieto y contabilizados por Z, la prestigiosa revista de investigación periodística . Algunos de estos ejecutados, familiares de empresarios, algunos de ellos exportadores, que se negaron a pagar cuotas de protección al crimen organizado.
La mecánica es simple, hay que pagar una cuota inicial. Si el empresario dice que no tiene el dinero, le enumeran la lista de sus familiares cercanos, los nombres de las escuelas de sus hijos y sus horarios de clase. La reacción típica es pagar y cerrar las empresas, sobre todo en el norte del país.
La política privatizadora de Carlos Salinas de Gortari y su gran barata, el fin de la economía mixta podrá haber creado muchos “pepes y toños”, como gusta de llamar el Consejo Coordinador Empresarial, pero si estos operan en lugares como Acapulco, son clientes frecuentes del derecho de piso, y si son de estados más al sur, a veces se enteran de que tienen una demanda laboral desconocida de varios años y que ya se produjo el laudo mediante el cual van a ser despojados de su patrimonio.
Todo esto mientras el secretario del trabajo, Alfonso Navarrete Prida, se ocupa de demandar a abogados que se negaron a formar parte de su círculo de amistades más íntimas.
El país no tiene remedio mientras el gobierno esté en manos del mismo círculo del poder, aunque se ponga la cara de un Narro, un Meade, o una señora de Calderón. La estupidez va más allá de las fronteras. Una de las mayores personalidades del mundo, Noah Chomsky acusa a Arabia Saudita como la principal fuente de financiamiento y entrenamiento de terroristas, como los que usan furgonetas para arrollar y asesinar niños en Barcelona. Arabia Saudita, el mayor ejecutor de penas de muerte en el planeta sólo por disidencia ideológica, tiene un monarca al que el gobierno mexicano le concedió hace unos meses la condecoración del Águlla Azteca.
Y Benjamín Netanyahu, el hombre que declaró que su ocupación de territorios es tan legal como la invasión norteamericana de México en 1847, se apresta a ser huésped de honor del gobierno mexicano, a quien no parecen bastarle las acciones del crimen organizado, también pretende ser escenario de las relaciones públicas de uno de los gobernantes más desprestigiados del mundo, acusado de corrupción y uso de recursos públicos, tanto como de una política de odio sin fin.
Lo peor del horror, explicaba el periodista Eduardo Monteverde en el libro con el mismo título, es no darse cuenta de lo horroroso que es.
La reconstrucción nacional, cualquiera que sea la vía, o pasa por la minimización del PRI y el fin de la impunidad, o simplemente no habrá reconstrucción.