En Contexto

La película maldita sobre el Holocausto de Jerry Lewis

Publicado por
Aletia Molina

Es curioso cómo muchos cómicos en un momento de su carrera deciden saltar al drama a la búsqueda del reconocimiento que creen les falta en su currículo. Al final de su trayectoria profesional, Jerry Lewis rodó Max Rose (2013) en una absurda competición hacia su ansiado Oscar -aunque ya había recibido otro, el humanitario- que se quedó en intento baldío… porque era un filme ñoño y lamentable. Para sorpresa de muchos, no era su primer esfuerzo en el drama. El anterior, The Day The Clown Cried, supuso en 1972 el gran resbalón en su filmografía… según el mismo Lewis, que fue quien hizo desaparecer una película en la que encarnaba a un payaso, preso en un campo de exterminio por burlarse de Adolf Hitler, que alegra el camino de los niños judíos a las cámaras de gas. Una especie de flautista de Hamelin del Holocausto. Lewis tuvo control absoluto de la producción y del material, y acabado el largometraje, decidió que nadie más lo viera. ¿Qué ocurrió?

A inicios de los años setenta, Jerry Lewis estaba en una de sus habituales giras en Francia, donde era idolatrado, y tras una actuación en el parisino teatro Olympia se acercó a charlar con él un productor húngaro, Nathan Wachsberger, que poseía los derechos de un guion escrito por Joan O’Brien y Charles Denton una década antes (se puede leer íntegro en Internet). Nadie quería protagonizar aquella historia porque sonaba a muy mala idea. Y puede que fuera verdad, aunque décadas después La vida es bella se acercara con bastante similitud al mismo tema. El protagonista, Helmut Doork, es un payaso arrestado por la Gestapo por reírse del Führer. Enviado a un campo de concentración, empieza a alegrar la vida de los presos, hasta que los nazis lo confinan en solitario. Sin embargo, sus carceleros descubren que pueden utilizar su talento para llevar engañados a los niños judíos en su traslado a Auschwitz y en su entrada a las cámaras de gas. Y Doork, para salvar su vida, sin querer ser consciente de para qué le están usando, acompaña a esos niños. La película -al menos el guion- acaba con los críos abrazando al payaso, preguntándole «¿Adónde vamos, Helmut?», y con Doork actuando. Cantando y riendo entran todos -incluido él- en la cámara de gas, y se cierran las puertas.

A Lewis sí le parecía un proyecto atractivo. Él mismo lo dirigiría, rescribiría el guion, protagonizaría y buscaría parte de la financiación. No parecía tan difícil. Así que a inicios de 1972 perdió casi 20 kilos, realizó la preproducción desde París y contrató a Harriet Andersson (un descubrimiento de Ingmar Bergman) para encarnar a su esposa, a la estrella francesa Pierre Étaix y al alemán Anton Diffring -famoso por Fahrenheit 451 y El desafío de las águilas- para interpretar al nazi que le hacía la vida imposible.

Nada más empezar el rodaje en Estocolmo, Wachsberger desapareció, y con él el dinero y las cámaras. Aun así, Lewis acabó la filmación, montó la película, no hubo un acuerdo sobre quién poseía los derechos del filme… y llegó el silencio.

Hasta que décadas después empezó a hablar gente que había visto un copión de montaje. La guionista Joan O’Brien contaba que ellos habían escrito la historia de un egoísta a la búsqueda de su redención, y que Lewis había cambiado todo el guion, porque quería rodar su propio El gran dictador (el cómico contaba que la primera película que le hizo reír fue otra obra maestra de Charles Chaplin, Tiempos modernos). En 2013 en el Festival de Cannes, Lewis protagonizó una estupenda rueda de prensa… hasta que le preguntaron por The Day The Clown Cried. Alteró su gesto, cambió el tono y dijo: “No me gusta hablar de ella, y espero que se quede allí, en el baúl: era mala. La escribí, la dirigí y era mala, porque perdí la magia. Y espero que nadie la recupere. El artista debe tener la posibilidad de tomar esas decisiones». Y entonces retornó a su humor: «He trabajado mucho, estoy orgulloso. Cuando repaso toda mi carrera, me siento cansado y no me levanto del sofá”. Quedaba una sola copia de la película, la tenía él y no se la enseñaba ni a sus hijos.

Hace dos años Los Ángeles Times anunció que la película (la copia positivada, el negativo está desaparecido) ha sido donada a la Biblioteca del Congreso. Poco después The New York Post confirmó el destino final de The Day The Clown Cried: el Library’s Packard Campus for Audio Visual Conservation, en Culpeper (Virginia), donde tienen permiso de Lewis para empezar a proyectarla a partir de… junio de 2024.

Y el año pasado, de repente, apareció en YouTube y en Vimeo una recopilación de secuencias y momentos de rodaje de 30 minutos, procedente en su mayor parte de un documental alemán de 2013. ¿Qué se ve ahí? Poco, pero lo suficiente para entender el inmenso riesgo del proyecto, la locura de un drama que Lewis nunca quiso que su público conociera.

Fuente: El País

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Aletia Molina