Claudia Luna Palencia
@claudialunapale
Los historiadores aceptan que, como Humanidad, vivimos uno de los períodos de paz más largos de los que se tenga memoria, una vez concluida la Segunda Guerra Mundial con sus consecuentes reacomodos geoestratégicos y geoeconómicos.
Se acepta como “paz” a pesar de Vietnam y las guerras entre las dos Corea adicional a tantos otros conflictos sangrantes como la virulencia en los Balcanes con ese maltrecho frente entre bosnios y serbios (más de tres años matándose entre sí con el saldo de casi 100 mil muertos) en el mismo seno del Viejo Continente.
Paz con todo y las células terroristas, el 11 de septiembre y la respuesta belicista estadounidense que ha terminado alterando el mapa de Oriente Medio –todavía en transformación- desde su entrada en Afganistán hasta en marzo de 2003 con la invasión en Irak que finalizó con Saddam Hussein capturado.
Paz aunque Siria lleve cinco años devastada por un conflicto interno, una conflagración a todas luces en que varias fuerzas externas se confrontan abiertamente por el control de un territorio rico en petróleo e importante enclave estratégico; por algo la conquista y el domino de los persas ha estado siempre presente en los planes de los antiguos conquistadores.
Nuestra generación puede decir que hasta el momento se ha librado de una gran guerra global con el sufrimiento intrínseco que lleva consigo pero la lectura de los tiempos actuales muy seguramente es interpretada con la misma temeridad: los equilibrios que sostienen los delgados y fragilísimos hilos del entendimiento concomitante están deshilvanándose rápidamente.
Hay hechos en la Historia, hitos y pautas, que marcan la dialéctica lo ha sido la caída del Imperio Romano, la debacle napoleónica o el desplazamiento del poder político de la Commowealth hacia Estados Unidos.
El final de la Segunda Guerra Mundial institucionalizó la paz lo hizo creando organismos y entidades internacionales con un rol bastante específico para evitar que un nuevo roce económico, una disputa por el control de la pesca marítima o del uso de los cielos o de la apropiación del subsuelo del otro o bien de extenderse más allá de las fronteras terminase en otro desencuentro militar.
Desde finales de 1945 el mundo, al menos sus líderes de entonces, creyeron en la posibilidad de tener relaciones internacionales en armonía con sus roces y disputas pero dirimidas ante la ONU, la OEA, el Banco Mundial, el CIADI, la FAO, el FMI, el BID, la ASEAN; y luego con el surgimiento de la Comunidad Europea y después con la Unión Europea.
Tan se creyó en la capacidad de diálogo y de mediación que Europa tantas veces invadida entre sí ha dado la mayor muestra de cooperación y perdón al crear en 1957 la primera piedra de su proceso de integración hoy todavía con 28 países miembros (estoy contando a Reino Unido) conformando el singular club europeo.
Y en él están vencedores y vencidos, con sus rancias diferencias y ambiciones ancestrales de conquista y de apoderarse de todo el Continente como lo intentaron los británicos, los franceses, los españoles, los italianos y por supuesto los alemanes.
Como muestra de creer en la conciliación son países que destinan la menor cantidad a sus gastos de defensa, el eterno reproche de Estados Unidos ante la OTAN de que son los americanos los que más gastan en cuidar a los europeos. Ahora están dispuestos a aportar más.
Aunque también hay otro dato importante como que en 21 países de la UE no existe “la mili”, es decir, no opera un sistema de reclutamiento obligatorio para las Fuerzas Armadas.
¿Para qué hacer la leva si se porfía en el cauce de la paz? Pues aquí tenemos otra señal interesante de esa descomposición que menciono: Francia y Alemania están estudiando su reimplantación para jóvenes entre los 18 a los 25 años de edad; y muy seguramente de cara a que la UE tenga un Ejército común podría empezar a generalizarse porque ahora la palabra de moda en el argot es “miedo”, “ataques”, “terrorismo” e “invasores que vienen a quitarnos nuestro modo de vida”.
A COLACIÓN
Guerra de sanciones, los fuegos van acrecentándose en la medida que el unilateralismo de Estados Unidos se vuelve más hosco para defender sus propios intereses que son asegurarle a su población que en este siglo seguirán contando con agua, energía, seguridad y comida.
El actual territorio en disputa entre rusos, chinos y estadounidenses es Medio Oriente son tres potencias en crecimiento y expansión; y el punto visceral, de incordio, para los norteamericanos es Corea del Norte.
Japón que perdió la Segunda Guerra Mundial ha vuelto a tener un Ejército con capacidad para actuar fuera de sus fronteras, la reforma fue aprobada en 2015 bajo el auspicio del primer ministro Shinzo Abe; el Mar de China es un hervidero de conflictos y con Corea del Norte en la mira de Estados Unidos, tal parece que Japón iría obviamente del lado de los norteamericanos. Lo más preocupante es que 72 años después ya no hay un monopolio de las armas nucleares… vamos a decirlo muy claro.
Directora de Conexión Hispanoamérica, economista experta en periodismo económico y escritora de temas internacionales