Gabriel Casillas
El INEGI publicó la semana pasada el Indicador Trimestral de la Actividad Económica Estatal (ITAEE) para el primer trimestre del año. El ITAEE es una aproximación preliminar del Producto Interno Bruto estatal, que se publica con más oportunidad que el propio PIB estatal. Sabemos que el PIB a nivel nacional creció 0.7 por ciento con respecto al trimestre anterior (con cifras desestacionalizadas) y 2.6 por ciento con respecto al primer trimestre de 2016 (i.e. a tasa anual, ajustada por efectos calendario). A decir verdad, esta no fue una mala tasa de crecimiento económico a la luz de lo que se llegó a anticipar, dada la incertidumbre que causó el triunfo de Donald J. Trump como Presidente de los Estados Unidos en noviembre pasado, sobre todo con las continuas amenazas que ha lanzado contra nuestro país.
No obstante lo anterior, las divergencias extremas que permite ver este indicador entre regiones y estados es sumamente desconcertante. No es que sean nuevas. Desde cuando escuchamos o leemos sobre “Los dos Méxicos” o “El México de primer mundo y el México ‘Región 4’”. No obstante lo anterior, si bien estos datos recién publicados no dejan ver la gran desigualdad que observa nuestro país entre clases socio-económicas -en donde sabemos que tenemos a más de 40 millones de pobres y por el otro lado, a una persona que se encuentra entre los más ricos del mundo-, el ITAEE sí permite dejar ver la otra arista de la desigualdad en México: La geográfica.
El estado que más creció fue Aguascalientes, que observó una tasa de crecimiento anual de 8.8 por ciento, mientras que la entidad que no sólo registró la tasa de crecimiento más baja, sino que además decreció, fue Tabasco, con una tasa de -11.6 por ciento. Una diferencia de poco más de 20 puntos porcentuales entre ambos estados mencionados. Lo peor es que no es un problema de uno o dos trimestres nada más. En los últimos siete años, por ejemplo, el PIB de Aguascalientes ha crecido a una tasa promedio casi seis veces mayor que la de Tabasco. No hay duda de que la fuerte caída en la producción petrolera ha tenido una incidencia muy importante en la dinámica económica del estado de Tabasco en los últimos años. De hecho, eliminando el efecto directo del petróleo, el PIB de Tabasco decreció 3.3 por ciento en 1T17, en lugar de 11.6 por ciento. Bajo esta misma métrica, el PIB de Aguascalientes creció en promedio cerca de tres veces más –en lugar de seis-, que lo que crecío el PIB de Tabasco durante los últimos siete años, que de todas maneras es escandaloso.
No deseo hablar de los extremos solamente. En este sentido, a pesar de ser una división muy arbitraria, considero que podemos dividir los estados en cinco grupos: (1) El de los estados globalizados, beneficiarios directos de la exportación de manufacturas, compuesto por Aguascalientes (8.8 por ciento en 1T17), Querétaro (6 por ciento), Sonora (5.9 por ciento), Estado de México (5.6 por ciento), San Luis Potosí (5.2 por ciento), Puebla (4.3 por ciento), Coahuila (4.1 por ciento), Baja California (3.3 por ciento) y Guanajuato (3.2 por ciento), que crecieron a una tasa promedio de 5.2 por ciento en 1T17; (2) los que se han beneficiado del renovado boom turístico que está viviendo el país: Baja Calfornia Sur (7 por ciento), Quintana Roo (6.7 por ciento) y Yucatán (6.3 por ciento), que en promedio crecieron an una tasa de 6.7 por ciento; (3) los estados que albergan las grandes urbes: Nuevo León (2.2 por ciento), Jalisco (1.8 por ciento), Ciudad de México (1.3 por ciento), cuya tasa de crecimiento promedió 1.8 por ciento; (4) los estados petroleros: Tamaulipas (1 por ciento), Veracruz (-1.5 por ciento), Campeche (-10 por ciento) y Tabasco (-11.6 por ciento), que promediaron una tasa de -5.5 por ciento; y (5) los demás, en donde encontrar un factor común es todavía más complejo bajo un análisis simple: Colima (5.9 por ciento), Morelos (4.7 por ciento), Michoacán (4.7 por ciento), Tlaxcala (3.4 por ciento), Nayarit (3 por ciento), Chiapas (3 por ciento), Chihuahua (2.7 por ciento), Zacatecas (2.6 por ciento), Oaxaca (2.4 por ciento), Sinaloa (1.1 por ciento), Durango (-1.9 por ciento), Hidalgo (-1.9 por ciento) y Guerrero (-2.9 por ciento).
Considero hasta cierto punto normal que existan divergencias entre las tasas de crecimiento de las regiones y de los estados, sobre todo ante el amplio grado de diversidad que observa nuestro país en términos de la actividad económica predominante de cada zona geográfica. No obstante lo anterior, creo que es importante analizar y llevar a cabo medidas de política económica cuando las divergencias son tan amplias, tan persistentes y en los últimos años se han ampliado aún más.
En los estados petroleros como Tabasco o Campeche, en particular, donde la participación directa de esta actividad representa cerca del 35 y 70 por ciento del total, respectivamente, es una verdadera pena ver tasas de crecimiento del PIB negativas por más de cuatro trimestres consecutivos en el caso de Tabasco y de 14 trimestres en Campeche. Queda claro que la caída de los precios del petróleo y así como de la producción petrolera, tanto por el agotamiento de ciertos yacimientos, como por la optimización de pozos de Pemex, ha sido la causa principal. No obstante lo anterior, por qué el gobierno federal -que tuvo a bien depender hasta en un 40 por ciento de estos ingresos petroleros por muchos años-, no instrumentó ahora ningún tipo de política contracíclica en estos estados, para minimizar dicho impacto.
La administración actual está consciente del problema en genral. Tan es así que se están instrumentando las “zonas económicas especiales”. Si bien deseo que éstas funcionen, creo que se necesita mucho más para que realmente podamos ver un crecimiento económico mucho menos divergente hacia delante.
*El autor es director general adjunto de Análisis Económico y Relación con Inversionistas de Grupo Financiero Banorte y presidente del Comité Nacional del Estudios Económicos del IMEF.
Twitter: @G_Casillas