Francisco Fonseca
Todos los días leemos, vemos y oímos acerca de las amenazas que se lanzan Estados Unidos y Corea del Norte con sus misiles de destrucción nuclear. Jamás supusieron los científicos del Proyecto Manhattan el relámpago que se produciría con su invento denominado Bomba Atómica, posteriormente llamada Bomba de Hidrógeno o Bomba “H”.
Es imprescindible y completamente necesario que la humanidad recuerde su historia, la repase con serenidad y se dé un respiro para no tener que volver a repetirla. Y así ocurre regularmente. Por ello se dice que no tenemos memoria histórica, que el ser humano olvida fácilmente. Y por lo mismo no recuerda las tragedias que ha provocado y vuelve a caer en el engaño del presente todopoderoso. Y entonces tiene, lamentablemente, que volver a pasar por un camino ya andado.
Hace exactamente 72 años, los días 6 y 9 de agosto de 1945 Estados Unidos dejaron caer sendas bombas atómicas en las ciudades de Hiroshima y Nagasaki que produjeron cientos de miles de muertos, y otras cantidades similares de afectados de por vida con todo tipo de males y enfermedades. Los reportes de prensa consignaron que, en pocos minutos, más de 150 mil personas inocentes, marcadas por un destino injusto e inapelable, desaparecerían pulverizadas por un fuego abrasador, y que 100 mil más perecerían en los siguientes meses víctimas de envenenamiento radiactivo.
Hace 72 años el orgulloso bombardero B-29 llamado Enola Gay dejó caer su mortífera carga sobre la ciudad mártir de Hiroshima. La bomba fue bautizada como Little Boy. Tres días más tarde, otro B-29, el Bockscar, lanzó una segunda bomba atómica llamada Fat Man sobre Nagasaki. Little Boy y Fat Man han sido las únicas armas nucleares utilizadas contra seres humanos.
Cuando Paul Tibbets y su copiloto Robert Lewis, vieron que al lanzar el artefacto mortífero se había creado un segundo Sol enceguecedor exclamaron incrédulos: -“¡Dios mío, qué hemos hecho!”-. Ninguno de los dos, ni tampoco los otros 11 tripulantes tenían idea de la catástrofe devastadora que produciría la bomba que el avión portaba en sus entrañas. Enola Gay era el nombre de la madre de Tibbets.
Cuando las torres gemelas de Nueva York vinieron abajo demostrando la vulnerabilidad del territorio norteamericano, apareció un texto atribuido a Gabriel García Márquez y dirigido certeramente al corazón del pueblo estadounidense. Cito a continuación parte de ese documento:
“¿Cómo se siente ver que el horror estalla en tu patio y no en el living del vecino? ¿Cómo se vive por un día en tu propia casa la incertidumbre de lo que va a pasar? ¿Cómo se sale del estado de shock? En estado de shock caminaban el 6 de agosto de 1945 los sobrevivientes de Hiroshima. En pocos segundos habían muerto 80 mil hombres, mujeres y niños. Otros 250 mil morirían en los años siguientes a causa de las radiaciones.
“¿Cuánta gente ha muerto quemada, mutilada, acribillada, aplastada, desangrada en lugares tan exóticos y lejanos como Vietnam, Irak, Irán, Afganistán, Libia, Angola, Somalia, Congo, Nicaragua, Dominicana, Camboya, Yugoslavia, Sudán, y una lista interminable? solo para que tú pudieras seguir gozando de la forma de vida americana. Hace casi un siglo que tu país está en guerra con todo el mundo”. Fin de la cita.
A 72 años, el Museo de la Paz de Hiroshima ofrece a sus visitantes la exhibición de una película que registra -para que no se olvide- los momentos más impactantes de aquel día. Se dice que el silencio de los espectadores es tan sobrecogedor como aquel grito desesperado del comandante del Enola Gay al observar en su maligna grandiosidad el hongo atómico. ¡Dios mío, qué hemos hecho, qué hemos hecho!
1 comentario
NACIONALERISMO CIEGO Y PRO-TERRORISTA Increíble, vergonzoso texto. La decisión de lanzar las bombas se hizo para poner fin a una guerra que EE.UU. no empezó contra un ejército agresor (los valientes militares siempre se escudan en ciudades donde viven civiles) que se unió a un genocida bárbaro (Adolph, del que el articulista no dice una letra, como si los gringos fuesen perros rabiosos) contra las sociedades abiertas. Y se lanzó, para obligar la rendición a partir del cálculo de un ahorro de vidas en el saldo final. ¿Que son horribles las guerras? Sin duda. lo mismo las civiles (la celebrada Revolución del ’17 se llevó al menos un millón de muertos: bien dijo A. Caso que fue «una estúpida carnicería») que las internacionales. ¿Que es infamia utilizar a los civiles como parapeto de militares armados y adiestrados para matar? Sin duda, y todos los «valientes» militares lo hicieron, lo hacen y lo harán. La glosa del ataque vil y cobarde a las Torres Gemelas me hizo recordar las festivas cabezas de los diarios mexicanos tan solidarias con los terroristas como este columnista. ¡De lo que es capaz el nacionalerismo: de retorcer tanto las interpretaciones! En vez de extraer conclusiones antimilitaristas, el articulista hace grilla barata… y de la peorcita. PD Hay que empezar por la pluralidad educativa, a ver si así logramos la pluralidad mental que la Contrareforma nos negó. Suprimir el libro de texto uniformador y las ceremonias militaristas de los lunes escolares, son puntos de partida sine qua non de una verdadera reforma de la vida social de los mexicanos. PSi seguimos así, acabaremos con un Ejército Islámico patrocinado por los elbaesteres del monopolio SEP.