Claudia Luna Palencia
@claudialunapale
En los últimos meses, la posición del presidente Donald Trump está provocando severos roces en el concierto internacional y en casi todas las aristas muchas delicadísimas.
El magnate que, no es políticamente correcto, sino todo lo contrario no se muerde la lengua para defender a los supremacistas de Charlottesville mucho menos para afirmar que el cambio climático es un “invento chino”; por poco más y asegura que los osos polares que están muriendo por el aumento de la temperatura global son de utilería.
Trump es un tipo terco, parco, prepotente, narcisista, no le debe nada a nadie, ni su ascenso veloz en la política y su carácter hace cortocircuito hasta con la propia gente que le rodea comenzando por su esposa Melania; los constantes cambios y renuncias de personal son un síntoma de esa personalidad ególatra y cerrada para escuchar consejos.
Emmanuel Macron, presidente de Francia, intentó convencerle como cálido anfitrión de que los consensos multilaterales son necesarios cuando se trata de enormes desafíos que a todos atañen.
Hay dos fundamentales: el terrorismo y el cambio climático. La deslocalización geográfica de este fenómeno nos está mostrando que prácticamente estamos a su merced, ¿contra qué territorio peleamos si el enemigo duerme en casa?
Con el cambio climático también es menester razonar que no hay pedacitos de cielo como si estuviera parcelado y entonces los movimientos de aire y las corrientes no arrastrasen la contaminación de un sitio hacia el otro; lo mismo con los mares y océanos.
Porque además tanto la ONU como el PNUD tiene documentado y perfectamente analizado el tema de los desplazamientos migratorios como consecuencia de la contaminación y obra del cambio climático.
Lo que tradicionalmente eran migraciones por hambre y en busca de mejores oportunidades de vida, se ha regresado a la época de las grandes glaciaciones cuando los seres vivos nómadas seguían moviéndose hasta que encontraban el sitio idóneo para establecerse, reproducirse y autoabastecerse así nacieron las comunidades sedentarias y luego los pueblos.
Recordemos que por el Estrecho de Bering llegaron a América tanto animales como personas desde Asia; pues en la actualidad es la sequía, el aumento de la temperatura, los fenómenos naturales devastadores como un tsunami, la contaminación de los ríos, las dificultades para que los cultivos proliferen e inclusive hasta los problemas respiratorios por las emergencias ambientales las causales para que la gente esté buscando un mejor sitio para vivir.
En 1999, cuando llegué a Madrid, recuerdo el cielo claro y transparente, en ese entonces en la Ciudad de México ya había problemas por la contaminación del aire y se hablaba de contingencia ambiental con protocolos que iban desarrollándose para tratar de aminorar los índices Imeca.
La capital de España de alguna forma ya alcanzó a la Ciudad de México en los últimos tres años son cada vez más frecuentes las alertas por smog; también el Ayuntamiento pone en marcha una serie de medidas que en México son de sobra conocidas.
A lo que voy es que una vez en dicha vorágine el problema no reduce se hace cada día más presente en nuestras vidas y el temor mayúsculo es que el día de mañana nos encontremos levantándonos para ir a trabajar o llevar a los niños al colegio bajo la escena dantesca e irrespirable que ya padece China.
No es irreversible la contaminación del aire (como en el caso de los océanos, mares o ríos) pero sí puede ser controlada hasta cierto punto, el meollo es que el coche eléctrico llegará a generalizarse después de 2030 bajo esta expectativa no es poco probable terminar el siglo todavía con coches a base de gasolina, ¿qué se hará con todo el parqué vehicular, miles millones de coches de todos los tamaños, generación diésel y gasolina?
A COLACIÓN
En la Ciudad de México, el smog fundamentalmente tiene la mezcla irritante del monóxido de carbono y el ozono; en el caso de Madrid, es por dióxido de nitrógeno.
De acuerdo con el New York Times, las emisiones por persona en 2014 en toneladas de CO2 se midió de la siguiente forma: en Estados Unidos en 16.2 toneladas per cápita; Canadá, 15.1 toneladas por persona; Rusia con 11.9; Japón con 9.6; Alemania, 8.9 toneladas per cápita; China con 7.5 toneladas por habitante; Reino Unido con 6.5; España, 5.8 seguida de Francia con 4.7 después México con 3.8 toneladas de C02 por persona. Por último, en la lista aparecen Brasil con 2.6 y la India con 1.7 toneladas per cápita.
Trump que todo lo cataloga de #Fakenews debería dejar de dudar acerca del alcance de la contaminación y del cambio climático antes de que los ciudadanos empiecen a caer muertos asfixiados. Y no es broma…
Directora de Conexión Hispanoamérica, economista experta en periodismo económico y escritora de temas internacionales