Andares Políticos
Benjamín Torres Uballe
“Denme por muerto”, decía una y otra vez Andrés Manuel López Obrador cuando, siendo jefe de gobierno del entonces Distrito Federal, era cuestionado acerca de sus aspiraciones presidenciales en el 2006. Y sucedió lo que todos vimos: nunca estuvo muerto. Desde esa importante plataforma política se mantuvo en intensa campaña hasta el último día que despachó en el antiguo Palacio del Ayuntamiento. Las reiteradas negativas del tabasqueño simplemente resultaron un engaño.
Esto viene a colación porque ayer el dueño de Morena aseguró ante legisladores de su partido y del PT: “… me estoy aplicando a fondo, pero no voy a estar de candidato eternamente. Es a Palacio, aplicarnos a fondo seis años para transformar al país, o a Palenque, así”.
Las críticas de sus detractores y malquerientes no se hicieron esperar. Muchos tacharon de vil mentira y burda estrategia la declaración de López Obrador. La etiqueta de embustero que “la mafia del poder” se ha encargado de colocarle —en lo que mucho ha colaborado el tabasqueño con sus desatinos— hace increíble la nueva y sorprendente oferta del popular político.
No obstante, habría que otorgarle el beneficio de la duda. Quizá le empiecen a pesar los 64 años, el agotador trajín de las giras. Puede que también los constantes dimes y diretes con sus adversarios, o el inevitable desgaste que conlleva enfrentarse al establishment; incluso, de mandar al diablo a las instituciones y luego retractarse, de reñir con los periodistas que lo incomodan, de acusar al Ejército y no mostrar pruebas… en fin, todo ello tal vez lo deja exhausto.
Pero el Rayito de Esperanza no es de los que se arredran. Tiene carácter, es inteligente —a pesar que tardó 13 años en concluir su carrera de ciencias políticas en la UNAM— y, sobre todo esto, está obcecado en ser Presidente de México, sin importar todos los peligros que le acechan y de los muchos errores estratégicos que ha cometido y que hoy son armas letales de sus contrincantes.
Es comprensible el presunto hastío del líder morenista. Tiene muchos frentes abiertos. Los empresarios, aunque no lo admiten abiertamente, le guardan cierto recelo a causa de las medidas económicas que pudiera implementar en caso de llegar a Los Pinos. El gobierno estadunidense, de plano, no lo ve con buenos ojos. Sin mencionarlo por su nombre, advirtió que un candidato de izquierda en la Presidencia mexicana no sería bueno ni para México ni para Estados Unidos. En esto, es posible que los estadunidenses ignoren que Andrés Manuel se formó en el PRI.
Y hay que agregar, en ese entorno y campaña de desprestigio —ocasionado por la altísima probabilidad de que López Obrador triunfe en 2018—, los escándalos de corrupción alrededor del aspirante presidencial: desde quien era su operador político en el gobierno capitalino, René Bejarano; Gustavo Ponce, a la sazón su secretario de Finanzas; Carlos Ímaz (esposo de Claudia Sheinbaum), y en época más reciente Los Abarca y la recaudadora Eva Cadena, por mencionar algunos.
Hasta la supuesta simpatía del Peje hacia el movimiento del dictador venezolano Nicolás Maduro le ha causado serios problemas, pues no ha tenido la firmeza para deslindarse de manera contundente y seria del autócrata bananero que acabó con la democracia y tiene a su pueblo reprimido y en la miseria. Yerros monumentales como éste colaboran a la animadversión.
Así que de alguna manera, y sin la mínima intención de defenderlo o arremeter en su contra, se comprende la orden tajante para sus empleados en el Congreso: “… no es que va la cuarta, no, la tercera es la vencida, la cuarta no, ni la quinta”. Y todo porque el ánimo parece no dar para más, si acaso llega la derrota el próximo año. Mientras tanto, no deja de acometer en contra de la “mafia del poder” y advirtió que la campaña para desfavorecerle se va a intensificar, para lo cual ya han reunido 6 mil 200 millones de pesos. Ignoramos si esto es cierto o sólo se está curando en salud.
Total, que habremos de esperar a los resultados electorales del 2018 para saber el devenir de don Andrés Manuel respecto a su afición favorita —y exitoso negocio—: la política. En caso de que no logre hacer efectivo su dicho de que la tercera es, efectivamente, la vencida, falta ver si cumple su promesa y se retira a La Chingada, su enorme rancho en Palenque, Chiapas, valuado en 25 millones de pesos. Por lo pronto, ayer se negó a ser el sempiterno candidato presidencial. Qué raro.
Gerardo Ruiz Esparza y el teatro en el Senado
La comparecencia del secretario de Comunicaciones y Transportes, Gerardo Ruiz Esparza, en el Senado no pasó de ser una especie de aburrido espectáculo circense. El Richard Gere mexicano es uno más de esos oprobiosos funcionarios ineptos que abundan en el servicio público.
Apoyado por una poderosa relación en el círculo más alto del gobierno federal, Ruiz Esparza evadió, justificó y culpó a todos, excepto a él, por lo sucedido en el Paso Exprés, tragedia que costó dos vidas. La enorme cloaca de corrupción quedó al descubierto una vez más por el nefasto contratismo; sin embargo, hay una voz que reconforta: “No te preocupes, Gerardo”. Por eso se niega a renunciar.
@BTU15