Hace menos de nueve meses se vislumbraba un panorama bastante negro para nuestro país. Donald J. Trump –quien vociferó de manera continua en contra de México durante su campaña como candidato del Partido Republicano a la presidencia de los Estados Unidos-, había ganado la silla presidencial. En esos momentos, el presidente electo de EU no modificó su retórica en contra de nuestro país. Las remesas que los migrantes envían a sus familias en México enfrentarían un impuesto, la ya de por sí alta tasa de deportación de mexicanos sin documentos migratorios iba a incrementarse considerablemente, se construiría un muro de concreto muy alto a todo lo largo de la frontera con México –supuestamente pagado por nosotros-, y se renegociaría el Tratado de Libre Comercio de América de Norte (TLCAN), en donde se impondrían aranceles para “corregir” las industrias en donde EU tiene déficits con México (y Canadá). Días después, las agencias calificadoras Standard & Poor´s y Fitch Ratings, modificaron la perspectiva de la calificación crediticia de la deuda soberana de México de “estable” a “negativa”.
Así, el tipo de cambio peso-dólar llegó a un máximo histórico de 22.04 pesos por dólar, el todavía llamado índice de precios y cotizaciones de la Bolsa Mexicana de Valores (BMV) observó una caída de 8.5 por ciento en menos de 10 días. Por su parte, la tasa de rendimiento del bono del gobierno federal a tasa fija -denominado en pesos-, con vencimiento a 10 años (Mbono a 10 años) aumentó 118 puntos base (1.18 puntos porcentuales). La fuerte depreciación del peso frente al dólar de EU hacia finales del año pasado (13.1 por ciento, del 8 de noviembre al 31 de diciembre de 2016) y el aumento significativo de los precios internacionales de las gasolinas (9.1 por ciento del 28 de noviembre al 31 de diciembre de 2016), en un contexto en el que México importaba ya el 63 por ciento de su consumo de gasolina y en vísperas de la liberalización del precio de la gasolina, provocó que el gobierno tuviera que elevar el precio de la gasolina “de tajo” en 14.4 por ciento el 1 de enero de este año (el llamado “gasolinazo”). El momento económico no era sencillo. Las expectativas de inflación para finales de este año se dispararon de 4 por ciento en la encuesta que realiza el Banco de México a “especialistas” del sector privado de noviembre de 2016, a 5.6 por ciento en la misma encuesta, pero del mes de marzo. Esto auguraba que la Junta de Gobierno del Banco de México probablemente tuviera que continuar con el ciclo de política monetaria restrictiva que había iniciado en diciembre de 2015. Inclusive, el altísimo grado de incertidumbre sobre nuestra relación bilateral con EU -uno de los pilares más importantes de nuestra economía-, propició que las expectativas de crecimiento del PIB para México se revisaran fuertemente a la baja de 2.3 por ciento en octubre de 2016, a 1.5 por ciento en enero de 2017.
Si alguien entró en un “coma depresivo” a principios del año y despertó hoy, encuentra un México en donde aparentemente no ha pasado mucho. El precio de la gasolina sí es significativamente más alto y la inflación es mayor, pero el peso mexicano se encuentra cotizando alrededor de 17.60 pesos por dólar –por debajo de lo que se encontraba antes de la elección en EU-, el ahora llamado índice S&P de la BMV se encuentra en su nivel máximo histórico de 51,293.7 puntos –15.8 por ciento por arriba de lo que se encontraba el 18 de noviembre de 2016-, y la tasa del Mbono a 10 años se encuentra 95 puntos base por debajo de su nivel en el punto más álgido el 5 de enero de 2016. El Presidente de EU abandonó por completo el tema de las remesas, al haber visto que era imposible ponerles un impuesto. Asimismo, la discusión del muro ya es prácticamente un chiste -junto con otras políticas en las que Trump ha querido lograr aprobación legislativa-, y en el documento que publicó la Oficina del Representante de Comercio de EU (USTR) la semana pasada sobre los objetivos de renegociación del TLCAN, se dejaron fuera las discusiones sobre aranceles, tarifas, cupos y cuotas, que en mi opinión, hace que al menos el 50 por ciento de la batalla por renegociar el TLCAN esté ganada. Por si fuera poco, un consorcio privado que ganó una de las primeras licitaciones en la ronda 1.1 de la reforma energética hizo un gran hallazgo prospectivo. Descubrió que el pozo Zama-1 -localizado en aguas someras, frente a las costas de Tabasco-, tiene una capacidad total de producción de más de mil millones de barriles de petróleo crudo, suficientes para que en tres o cuatro años se encuentre extrayendo cerca de 140 mil barriles diarios, que representarían cerca del 7 por ciento de la producción actual del país. Así, la mediana de los pronósticos de crecimiento del PIB para este año de los “especialistas” del sector privado que consulta Banxico, ya está en 2 por ciento y la semana pasada, S&P revisó la perspectiva de la calificación crediticia de la deuda soberana de México de “negativa” a “estable”. México ha retomado el optimismo sobre su economía. Hacia delante hay riesgos y retos importantes, pero éstos se retoman desde una perspectiva más promisoria.
*El autor es director general adjunto de Análisis Económico y Relación con Inversionistas de Grupo Financiero Banorte y presidente del Comité Nacional del Estudios Económicos del IMEF.
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