@claudialunapale
POR LA ESPIRAL
Angela Merkel es la más veterana de los actuales líderes del conglomerado europeo, de hecho, la canciller de Alemania se ha convertido en una de las artífices de la resistencia de la Unión Europea (UE).
Lista para encarar su cuarto período electoral (el próximo 24 de septiembre habrá elecciones generales) la también presidenta del Partido de la Unión Demócrata Cristiana (CDU) de conquistar otra vez el voto ciudadano -como apuntan la mayoría de las encuestas- dejaría la cumbre del poder germano a finales de 2021.
Frau Merkel se ha convertido en todo un símbolo para la UE: desata toda clase de pasiones con la intensidad intrínseca de la palabra misma, su andar no pasa inadvertido y ni siquiera puede comparársele con la conservadora Margaret Thatcher, la otra referencia política femenina que gobernó Gran Bretaña desde 1979 a 1990 en los tiempos del capitalismo bastardo y de la comunión con Ronald Reagan, por entonces mandatario de Estados Unidos.
La alemana tiene su propia personalidad y todo lo contrario que la premier británica Theresa May, a ella le interesa alejarse por completo de cualquier punto de comparación y fantasmagoría al respecto de Thatcher.
La política de 62 años de edad nacida en Hamburgo es una fiel defensora de la unidad como eje del bienestar compartido y contrapeso de poder frente a las amenazas y desafíos externos, es una convencida europeísta que durante los años más duros de la crisis económica jaló del carro de la UE justo cuando en las horas bajas y siniestras más de una economía deslizó su intención de abandonar el club.
Durante su juventud fue testigo fiel de la unificación alemana, a ella como a muchos otros treintañeros les marcó para siempre el derribo del Muro de Berlín, apegada a dicha concepción su visión pragmática choca por completo con las ideas y formas de Donald Trump, el inquilino de la Casa Blanca, que en escasos cinco meses ha puesto patas para arriba la política de su país y la de media aldea global.
No ha demorado en saltar a la palestra la falta de sintonía entre ambos dirigentes, Merkel acudió presurosa a Washington a mediados de marzo para una reunión preparatoria de la visita de Trump en el mes de mayo a Bruselas y el viaje a Taormina, Sicilia para la cumbre del G-7.
Se trató de una especie de toma de temperatura, el no saludo de Trump a Merkel de cara a la galería con los fotógrafos plasmando ése pellizco de gestualidad no hizo más que desvelar que el termómetro entre ambos estaba de ártico glacial.
En realidad, el magnate conoce de la cercanía amistosa entre el ex presidente Barack Obama y la canciller Merkel han dejado de ser homólogos, colegas en el tiempo para convertirse en amigos. Si algo odia Trump es la sombra comparativa con su antecesor.
Aunque también ha dejado ver que su tono grosero, de vaquero matón, forma parte de su estilo de ser; a unos les saluda con denodada efusividad a otros con cortante distancia y hasta es capaz de abrirse paso a manotazo limpio como lo hizo con Dusko Markovic, primer ministro de Montenegro, durante la pasada reunión de la OTAN en Bruselas.
Trump tampoco perdió el tiempo para recriminar abiertamente que: “Los alemanes son malos, muy malos… miren los millones de vehículos que venden a Estados Unidos. Es terrible, nosotros vamos a parar esto”.
A COLACIÓN
Es decir, Frau Merkel llegará a la reunión del G-20 en Hamburgo convertida en wonder woman: revitalizada, rejuvenecida y reforzada gracias a la victoria en Francia de Macron, a la caída de la popularidad internacional de Trump y a la pérdida de la mayoría absoluta de May convertida en la madrastra de los británicos.
Se ha lanzado de viaje buscando acercamientos con México una de las economías –por el momento- más golpeadas por la retórica inflamablemente proteccionista de Trump; después cogió las maletas y se fue a Argentina en busca de rescatar los lazos germano-argentinos lacerados durante los años del kirchnerismo populista.
Ha vuelto a Alemania arropada además por el Papa Francisco con todas sus bendiciones y oraciones para situarla como la defensora del libre mercado, la democracia, los derechos humanos, el mundo multilateral que busca diálogo y consensos. A tal punto dispuesta que no ha dudado en reiterar que el futuro de la UE pasa por China con su nueva Ruta de la Seda denominada en inglés One Belt, One Road.
Tan buenas son las relaciones entre Merkel y Xi Jingping que el líder chino le ha enviado de regalo dos osos pandas Meng Meng y Jia Qing “la nueva diplomacia panda” para celebrar que en el conclave del G-20 en Hamburgo no serán nuevamente intimidados por Trump y los recalcitrantes proteccionistas de hueso duro.
Más que todo el futuro pasa por las manos de este nuevo dúo dinámico decidido a evitar el hundimiento de la UE y del libre comercio.
*Puedes opinar en http://claudialunapalencia.blogspot.com.es economista y escritora, experta en periodismo económico, geoeconomía y análisis internacional