Sin duda, en la carrera por la presidencia de la República se brincó el último obstáculo.
De confirmarse los resultados preliminares favorables a Alfredo del Mazo, por casi 3 puntos porcentuales, quedará claro que el PRI habrá recibido un tanque de oxígeno que lo mantiene con vida pese al hartazgo y la inconformidad social; pese a que le reclamen haber operado una “elección de estado” por medio de programas sociales, “chorros” de dinero público y tarjetas “efectivas”, todo lo cual anula el mérito de la organización de elecciones competitivas y plurales para remediar las conductas impunes de los actores políticos.
La operación del aparato del poder para mantener el control mexiquense mancha la legitimidad de Alfredo del Mazo; parece no importar que pueda gobernar, aunque casi 7 de cada diez mexiquenses haya votado en su contra, o que haya obtenido un millón de votos menos que Eruviel Ávila, hace seis años.
Es evidente que el aparato político operó para evitar alianzas y dividir el voto de las oposiciones; sólo así pudo atravesarle el camión a su mejor enemigo.
La disyuntiva era clara; del choque de fuerzas dependía la supervivencia del PRI y el impulso en el avance de Andrés Manuel rumbo a la “silla del águila”. Para Peña Nieto perder la batalla del Estado de México, no era opción; los tres puntitos que le dan la victoria a Del Mazo, valen oro. El “haiga sido como haiga sido” aplica a la elección del domingo, aunque al final el costo resulte exorbitante.
Desde que inició la batalla por el Estado de México se perfiló como una carrera parejera entre La Delfina de López Obrador y El Delfín de Peña Nieto, cuando Josefina Vázquez Mota comenzó a desinflarse y Juan Zepeda arrancó vigoroso, pero tarde. Los candidatos del PRI y Morena protagonizaron un final de fotografía, donde el que sacó más la lengua ganó apenitas la pelea preliminar de la función estelar del año entrante.
La operación para evitar el triunfo de la maestra Delfina Gómez debe leerse como un esfuerzo para frenar el fortalecimiento de López Obrador, y desde ahora coloca bajo sospecha el proceso electoral del año entrante.
Por lo pronto, Andrés Manuel no acepta el resultado preliminar de la elección; acusa fraude; exige nuevo conteo, acta por acta, casilla por casilla. Sospecha del 3 por ciento de los votos nulos, aunque por ahora aún no manda al diablo a las instituciones. ¿No le conviene alimentar más miedo a su radicalismo?
En el PAN, la catástrofe del domingo podría tener graves consecuencias. Margarita Zavala ha decidido echar su resto al acusar a Ricardo Anaya de la derrota y usar al partido como un instrumento de beneficio de sus ambiciones personales; que no sea juez y parte. Dice la esposa del ex presidente Felipe Calderón que Anaya es culpable de la derrota de Josefina en el Estado de México por sus prácticas despreciables al estilo del PRI; afirma que los triunfos del PAN han sido resultado del talento y esfuerzo de los candidatos y de nada ni nadie más. Margarita liga al líder del panismo con el poder priista, enseña los dientes y tira la primera mordida. Rafael Moreno Valle, ex gobernador de Puebla, tampoco se aguanta las ganas de tundir al “joven maravilla”, quien confronta en lugar de conciliar; que deberá cargar con todo el rencor de quienes se dicen desplazados.
El PRD, perdiendo ganó; se cotiza al alza. El saldo es nada malo; demostró que quien quiera ganar deberá tocar a su puerta.
Los demás son lo de menos en este circo, solo para adultos.
EL MONJE MAÑOSO: Más sabe el PRI por viejo… y por diablo. ¿Seguimos en la política ficción como dijo el clásico innombrable?