Poco después de los ataques del 11 de septiembre de 2001, los funcionarios del hemisferio occidental estaban preocupados de que hubiera más ataques que pudieran matar a miles de personas, quizá con armas de destrucción masiva. El terrorismo yihadista parecía crear una amenaza que desestabilizaría a países enteros y duraría una generación.
Más de una década y media después, lo que se refiere a la generación parece haber sido acertado. Las amenazas y el miedo han demostrado ser reales y duraderas. Sin embargo, la cantidad de muertes se ha mantenido relativamente pequeña, en parte porque los atacantes han aprendido que no necesitan ántrax ni bombas de dispersión radiológica para paralizar capitales, aterrorizar turistas, captar la atención de gobiernos e impresionar a posibles reclutas.
Todo lo que necesitan es una pistola o, si es muy difícil conseguirla, un camión y un cuchillo. Además, es sencillo planear una operación así —que usualmente es alentada o hasta dirigida por el Estado Islámico— mientras que es muy difícil que un servicio de inteligencia robusto y un aparato de vigilancia puedan detectarlo a tiempo.
Un ejemplo reciente es el ataque con una camioneta y cuchillos la noche del 3 de junio en Londres, en el que murieron siete personas. Aunque eso constituye el tercer atentado mortal en menos de tres meses en el Reino Unido, es difícil recordar que hace unos años muchos expertos predijeron masacres a una escala mucho mayor.
Sin embargo, estos incidentes parecen ser el preludio de una destrucción mayor, sobre todo en momentos en que el combate que ha reducido el territorio del Estado Islámico en donde autoproclamó su presunto califato en 2014 significa que más jóvenes atraídos por su causa terminan planeando cómo provocar caos en sus países.
Lorenzo Vidino, director del Programa sobre Extremismo de la Universidad George Washington, dijo que los tres atacantes de Londres, que embistieron a varias personas en el Puente de Londres y luego acuchillaron a otras en el mercado Borough, son un ejemplo de eso. “Hace dos años, estos tres tipos se habrían ido a Siria”, señaló. “Ahora no pueden hacerlo, así que emprenden algo diferente”.
Y además de los muertos y los mutilados, el terrorismo comprueba una y otra vez su capacidad de atraer una cobertura mediática obsesiva y de polarizar a la sociedad. Con ello pone a prueba a los líderes gubernamentales que deben sopesar lo que quieren decir a sus conciudadanos y el impacto futuro de sus palabras.
La mayoría de los expertos en antiterrorismo sostienen que intimidar o aislar a los musulmanes que sí se apegan a la ley solo hace menos probable que informen sobre una radicalización que los alarme o actividades sospechosas. Después del ataque de Londres, los funcionarios británicos han frustrado por lo menos 18 planes terroristas desde 2013, a menudo gracias a la ayuda de denuncias provenientes de la comunidad musulmana.
Donald Trump se asegura con frecuencia de adjuntar la etiqueta “islámico” al terrorismo y al extremismo. En respuesta a los ataques de Londres, publicó tuits en los que se burló del alcalde de esa ciudad, el musulmán Sadiq Khan, y dijo que lo sucedido reivindica su propuesta del llamado veto a los visitantes de ciertos países musulmanes, que está detenida en las cortes.
Bruce Hoffman, profesor de la Universidad de Georgetown y quien ha sido asesor en terrorismo para el gobierno estadounidense durante años, dijo que “se trata de una estrategia de provocación”, por lo que es importante que los dirigentes no respondan de manera visceral.
“Cualquier reacción inmediata y emotiva en lugar de sobria y reflexionada les da ventaja a los terroristas”, dijo Hoffman.
En la actualidad, el temor de un atentado terrorista es quizá más notorio en Europa que en Estados Unidos, debido a la mayor distancia de Siria e Irak y el autoproclamado califato del Estado Islámico y porque la población musulmana es menor en proporción que en Europa.
Vidino, de la Universidad de George Washington, está por terminar un análisis sobre los ataques yihadistas en el hemisferio occidental durante los tres años desde que el Estado Islámico proclamó su califato. En ese periodo contó 52 atentados que han dejado 402 muertos. Francia está en el primer lugar de la lista, con 17 ataques y 239 muertos, seguida por Estados Unidos, con 16 ataques y 76 muertos. En el Reino Unido se han producido cinco atentados que han dejado 35 muertos.
Los atentados en Europa han creado un ambiente de aprehensión, sin precedentes. “Está afectando a la vida cotidiana en Europa”, dijo Vidino.
La misma noche del ataque en Londres, señaló, un petardo suscitó el pánico en una multitud que veía un partido de fútbol en una pantalla gigante al aire libre en Turín, Italia; provocó una estampida en la que 1500 personas resultaron heridas, incluyendo a un niño de siete años que está en coma.
Soldados franceses patrullan la Torre Eiffel de París en enero de 2016. Francia se encuentra en estado de emergencia desde los ataques de noviembre de 2015. Credit Dmitry Kostyukov para The New York Times
Trump usó el ataque en Londres para pronunciar su rechazo al control de armas, por ejemplo, pero activistas como la exlegisladora Gabrielle Giffords acusan que a diario hay 90 víctimas de violencia armada en Estados Unidos, ya sea por suicidio u homicidio.
Los últimos atacantes yihadistas importantes de Estados Unidos —en San Bernardino, California, y en Orlando— usaron pistolas para matar a 14 y 49 personas, respectivamente, más que los siete muertos en el ataque del 3 de junio en Londres.
El Estado Islámico se adjudicó la responsabilidad del ataque en Londres. A pesar de su brutalidad, hasta ahora ha evitado las represalias que a veces se hacen sentir entre los posibles reclutas por la muerte de inocentes.
Daniel Byman, profesor de Georgetown y autor de varios libros sobre terrorismo, dijo que los yihadistas no mostraron repulsión a la bomba detonada contra jóvenes fanáticos de la cantante Ariana Grande en Mánchester el pasado 22 de mayo.
“Estos objetivos son patéticos”, dijo, al burlarse de lo que posiblemente pensó el portador de la bomba suicida: “Me opuse al enemigo: ataqué a adolescentes en un concierto”.
Para el Estado Islámico, incluso más que para otros grupos extremistas como Al Qaeda, “parte de su marca es ‘Somos los más violentos’”, dijo. “Y parece estar funcionando”.
Fuente: NYTimes