Colaboración de Carlos Ferreyra
No tengo archivo y lo poco que guardo tiene más valor personal que documental, así que uso el arcón de mis recuerdos que no siempre es exacto en las fechas pero siempre cita correctamente los sucesos.
Verán, el espionaje viene desde los tiempos inmemoriales de don Porfirio. Seguramente habrá antecedentes más remotos pero digamos que en forma orgánica, semi oficial, se dio a conocer tal actividad por esos tiempos.
Coincidió con los espías alemanes, japoneses y gringos que a Panamá, Marruecos, Túnez y México los convirtieron en centros de operaciones, previo a la Primera Guerra Mundial, situación agravada años después en la segunda versión del conflicto universal.
La costumbre, aunque poco practicada por los mexicanos, quedó. Los nacientes cuerpos políticos, de hecho trabajaban casi directamente con las autoridades estadunidenses, preocupadas por los infiltrados de ideologías ajenas. La tarea casi única, era la vigilancia de los bolcheviques que arribaban al país tras la debacle soviética a manos de Stalin.
Surge en forma y como imitación de los sistemas gringos, la Direccion Federal de Seguridad, especie de FBI nacional, con agentes no precisamente de alta calificación y gran entrenamiento, pero duchos en la infiltración, la cooptación y el manejo de métodos para obtener declaraciones y lograr rápidos resultados de los asuntos en investigación.
Tiempos de Miguel Aleman padre, empiezan también a surgir los que serían los policías emblemáticos de la represión, las sucesivas corporaciones surgidas en la Secretaría de Gobernación con Lázaro Cárdenas y luego con Manuel Ávila Camacho, desaparece la Dirección de Investigaciones Políticas y Sociales y se forma la DFS.
La aparición de numerosos grupos subversivos y la necesaria modernización del aparato de inteligencia interna, cambió los criterios: de la vigilancia, inicialmente ante las reacciones de la expropiación petrolera y el control de dirigentes sindicales y campesinos y mandatarios estatales, al abierto espionaje político, el control de los grupos opositores y la detención de los líderes populares, tarea que caracterizó el régimen de Adolfo López Mateos.
Por la acción criminal de la DFS en los disturbios de 68 a lo que se sumó la muerte el periodista Manuel Buendia, se decidió nuevo cambio de nombre, ampliación de actividades pero ya no dependiente directa de la Presidencia aunque lo formal era la dependencia de Gobernación. Nacieron sucesivos aparatos amorfos, cada día más descalificados por su falta de preparación y el bajísimo nivel académico de sus policías. Su sustituyó, de plano, la investigación se impuso la delación. Época de Vicente Fox y del Cisen.
Y período en que por primera ocasión escuchamos de la adquisición de aparatos alemanes, Israelíes e italianos. Los primeros para la detección (fraudulenta se comprobó después) de drogas, armas y tráfico de personas; la segunda con sofisticadísimos sistemas de intervención telefónica y la tercera la que actualmente es origen de polémicas y desgarramiento de ropajes patrios.
Claro, lo “descubrió” el Times de Nueva York, el respetadísimo, valiente, incorruptible medio de difusión, cabeza mundial de la información…hasta que nos enteramos que el socio mayoritario se llama Carlos Slim y es mexicano. Pero sigue siendo emblema.
Hemos recreado anteriormente los trabajos fallidos del cotidiano, sus reportajes e investigaciones mentirosos, de reporteros que escribían verdaderos cuentos sin salír de la Gran Manzana, pero descubriendo secretos en el mundo prohibido para el gringo normal. Espectaculares, de gran literatura, pero invenciones simples.
El texto sobre el espionaje en México está incompleto. En el inicio y cuando Fox adquirió la tecnología, una docena de estados se apresuraron a comprar la herramienta, a pesar de su prohibitivo costo. Igualmente reaccionaron, y ahí sí temo que fueron todas, las Secretarías con especial énfasis en las que ocupaban quienes se veían camino a Los Pinos. Y naturalmente los órganos “de seguridad”.
El negocio para los italianos ha sido verdaderamente grandioso. Y si no, que lo diga la extraordinaria proliferación de grabaciones clandestinas en las que no se salva el presidente, el cardenal, los políticos de toda laya, empresarios y hasta inocentes ciudadanos de vida común.
Y si alguien se interesa en montar un negocio de vigilancia íntima, es decir personal contra cualquiera, que se apure porque las existencias en las calles de República de El Salvador se están agotando.
Con tanto escándalo era de esperarse…
carlos_ferreyra_carrasco@hotmail.com