Cuando algunos miembros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia comenzaron a deponer las armas a finales del año pasado, el hecho se volvió un hito en el conflicto de más de medio siglo en Colombia. Sin embargo, aunque las Farc son el grupo rebelde más grande, no son el único. El Ejército de Liberación Nacional (ELN), entre otros, ha estado en un tira y afloje con el gobierno mientras arrancan las negociaciones de paz en Ecuador.
Federico Rios ha seguido el conflicto de cerca. Ya ha hecho una serie de imágenes de los rebeldes de las Farc a medida que se preparaban para dejar las armas y reintegrarse a la sociedad. Pero él sintió que la historia estaba incompleta sin el ELN, que recientemente ha sido acusado por Human Rights Watch de diversos delitos, que incluyen secuestrar, plantar minas y evitar que personas en la parte noroeste del país pudieran generar ingresos en sus granjas.
“Con todas las negociaciones, y la paz con las Farc, sentí que faltaba parte de la historia”, dijo Rios. “El ELN está en el territorio en disputa y controla una gran parte de él. No podemos hablar de paz en Colombia sin incluir al ELN”.
El ELN es el segundo grupo rebelde más grande del país y, aunque no es tan grande como las Farc, sus integrantes poseen mucho armamento y dependen del secuestro, las drogas y la minería ilegal para financiar sus actividades.
Rios, quien ya había hecho numerosos viajes a los campamentos de las Farc, tuvo más obstáculos para poder acceder al ELN. Le tomó un año encontrar a alguien que pudiera ponerlo en contacto con los rebeldes. Cuando estaba listo para verse con el contacto, la reunión fue cancelada de último minuto. Finalmente lo pusieron en contacto con una persona que organizó un encuentro con los rebeldes. Llegar al lugar, dijo, implicó un vuelo, un viaje en auto hasta un río y un viaje de cuatro horas en bote.
“Cuando llegué allí tuve que preguntar por alguien con su nombre clave”, dijo. “Cuando lo hice, ellos aparecieron en medio del pueblo vestidos con camuflaje y con sus rostros cubiertos. Pero los habitantes del pueblo lucían tranquilos”.
Tal como descubrió durante su época con las Farc, la comunidad ve a los rebeldes como su única salida para obtener comida, medicina y satisfacer otras necesidades básicas. El gobierno, dijo, no tiene presencia en esas áreas remotas y a los pobladores se les dificulta vender sus productos o traer a maestros o doctores a la región.
Rios vio la situación como una oportunidad de retratar la vida cotidiana entre los rebeldes.
“Mis fotografías son muy tranquilas porque estoy viendo sus vidas cotidianas”, dijo. “Yo voy en calma con mis cámaras, hablo con ellos de una manera natural. Es como un ballet: levantas la cámara y lees la reacción en sus caras. Si se ve bien, tomo la foto. Pero ellos querían ver la imagen. A veces decían: ‘Mira qué feo soy’, y reían. Así es con personas que están alejadas de la sociedad digital en la que vivimos. Ellos no tienen celulares, Facebook ni se toman selfis todo el tiempo. Es extraño para ellos verse a sí mismos en una imagen”.
Entre las rutinas que fotografió hay sesiones de estudio sobre lo que se consiguió a través de los acuerdos; reuniones donde alentaban a diferentes comunidades a encontrar maneras de ayudarse mutuamente para mejorar sus recursos; o la manera en que manejaban las solicitudes de pobladores que buscaban ayuda para medicamentos o un viaje.
Sin embargo, con el grupo rehusándose a deponer las armas y dejar de cometer secuestros, las negociaciones avanzan lentamente.
“Continúan luchando, aún cuando tratan de negociar”, dijo Rios. “Eso me parece extraño. Es como tratar de dialogar con alguien mientras te golpea. Finalmente, alguien dará el golpe más fuerte y ya no podrán hablar”.
Fuente: TNYTimes