Es lamentable e inaceptable lo ocurrido en Coahuila con motivo de la elección del domingo. Setenta y dos horas después de la jornada aún no sabemos quién será el gobernador; la moneda sigue en el aire; hecho inédito y vergonzoso para nuestra joven democracia.
En el fondo, el verdadero escándalo proviene del cinismo y el descaro.
Vamos por partes…
Primero, el gobernador Rubén Moreira, hermano de su antecesor, el impresentable Humberto, designó a Miguel Riquelme como heredero; se convirtió en su jefe de campaña usando poder sin pudor, en favor del candidato priista; ha llevado demasiado lejos su obsesión de grandeza y, sobre todo, la necesidad de dejar a un incondicional que le cubra las espaldas; ha logrado poner de acuerdo a toda la oposición; ha desatado la indignación y la ira de adversarios y votantes.
La injerencia de Moreira (Rubén) ha sido majadera.
Moreira II, quien a su vez heredó la corona de Moreira I, operó sin decoro, aunque a nadie le debe sorprender la actitud de un gobernador que ve al estado como patrimonio familiar. ¿Cuántos hay de esos?
Segundo, sume la manipulación de funcionarios del Instituto Electoral de Coahuila, IEC, (encabezados por la consejera presidenta Gabriela María de León Farías). Moreira los tripula a su antojo…
Mientras el conteo rápido del IEC dio el triunfo al panista Guillermo Anaya con una diferencia del 2 por ciento, el Programa de Resultados Electorales Preliminares (PREP) señaló como ganador al priista Miguel Ángel Riquelme por 1.5 por ciento. El detalle es que la página del IEC anunció el cierre del PREP con un 100 por ciento, (3 mil 628 actas) cuando en realidad sólo se había procesado el 72 por ciento, (2 mil 609) quedando en el aire, por inconsistencias, el 28 por ciento (1 mil 19 paquetes), es decir, casi la tercera parte del total de las actas de casilla; algo sin precedente.
Ricardo Anaya, líder nacional del PAN agita las aguas al señalar que de Rubén Moreira se pueden esperar más “marranadas”, porque quien vigila los paquetes electorales puede alterarlos con maña, por instrucciones superiores; qué primero hará valer la supuesta victoria panista y luego ya verá qué diablos pasa con el 2018, y la amenaza de Margarita Zavala de abandonar las filas del partido blanquiazul por las necedades de Anaya.
En este clima casi veraniego, estalla la tormenta post electoral hasta en tanto se recuenta voto por voto de las actas que faltaron. Mientras esto no se aclare, el IEC queda entredicho por haber actuado de manera torpe y desaseada, por decirlo suavecito; por haber sido incapaz de garantizar la certidumbre del proceso.
El escándalo mancha la elección de Coahuila.
Ante la evidencia de irregularidades, el Instituto Nacional Electoral (INE) hubiera intervenido para evitar que el IEC manejara una elección de manera sospechosa, pero “el hubiera” en este caso aplica como sinónimo de ya te “fregaste”.
Hoy con los cómputos distritales se despejarán las dudas, pero de ninguna manera terminará el pleito.
EL MONJE FRATERNO: “Fuimos asaltados por el puto tirano del gobernador y su bola de secuaces; nos hicieron la misma chingadera”. El florido lenguaje no es de un opositor cualquiera. Esta joya verbal es obra y gracia de Humberto Moreira, hermano, y hasta hace seis años protector del hombre que a su juicio se ha robado la elección del domingo. Moreira (Humberto), quien se ha quedado sin fuero y foro, sabe de triquiñuelas electorales para adueñarse de un estado, imponer a su hermano como heredero y luego brincar a la dirigencia nacional del PRI. Para eso se necesita “talento”, cinismo y muy poca vergüenza. Si Humberto Moreira se dice robado, es porque él conoce cómo operan los mecanismos del poder. Moreira, apenas es uno entre tantos damnificados por la elección del domingo en Coahuila.