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Matar periodistas…

Publicado por
José Cárdenas

Colaboración de Carlos Ferreyra 

 

No entiendo por qué la muerte de un periodista puede y de hecho es más importante que la de otro compañero, asesinado por las mismas sinrazones y bajo igual concepto de impunidad para sus perpetradores.

Menos entiendo a quienes de botepronto acumulan frases que suponen ingeniosas, amontonan toda suerte de galas en torno al muerto y expresan una indignación de la que están muy lejanos.

Me explico. Entiendo que no es momento para la polémica. Que todos debemos sentir en carne propia la ejecución, el cruel crimen del que se colgarán los dueños del país para engolar la voz y prometer que el o los culpables serán castigados.

Encuentro en la presencia de nombres y firmas en las redes sociales, personas que no sólo me irritan, sino me provocan repulsión. Muchos, los mismos, que hablan con autoridad de un oficio al que nunca se asomaron pero a cuyos practicantes, profesionales, apabullan descalifican y creen darles muerte con una frase: chayotero.

Pueden tildarlos como Peñaboots, asalariados de tal o cual funcionario, descerebrados que no saben lo que escriben y, en puntillazo, ignorantes a los que hay que suprimir de los medios.

Eso somos los informadores que hemos luchado décadas por conquistar un sitio donde expresar libremente una verdad. Por eso y depende del recontador, en 17 años, de Fox a la fecha, han sido asesinados nada menos que 117 empleados de medios, todos ellos cazadores de noticias y en mayoría, denunciantes de los detentadores del poder y de sus alianzas con el crimen, organizado o espontáneo.

La suma de expresiones de un dolor nunca sentido, puede caber en una propuesta o, lo peor, sugerencia de alguien que la publicó como pregunta: ¿por qué los periodistas asesinados son de provincia y nunca de la Ciudad de México?

El retazo de animal, perdón pero no se me ocurre mejor calificativo, ignora el martirologio periodístico nacional. Pienso de pronto en el célebre Jaime Reyes Estrada, el manotas, del “Excélsior” de Julio Scherer, asesinado en forma tan evidentemente criminal, sin que se moviera una brizna de polvo en favor de su esclarecimiento.

Me conmueven las muestras de indignación impotente de queridos amigos que desde el extranjero piden justicia y unión entre los informadores, clamor generalizado dentro de México.

Miro con tristeza la propuesta de suspender labores un día, tres días o solamente unas pocas horas. Como si tal movimiento pudiese acordarse entre los miembros del más desunido gremio de profesionales en Mexico. Y como si los dueños de la pelota, los empresarios convertidos por obra y gracia de sus beneficios revolucionarios, en dictadores de lo que deben saber los ciudadanos, lo permitieran.

Una mención: el Tigre Azcárraga explicando que su programación es para los jodidos. Pero no en sentido de darle gusto a las mayorías, sino de imbecilizarlas porque él era soldado del presidente en turno.

Visto que la agrupación de los periodistas en torno a una idea, a una lucha, es totalmente imposible, y que no hay manera de vulnerar los intereses comerciales de las empresas periodisticas, solo queda bajo mi perspectiva, una solución, quizá utópica pero imagino más real que las sugerencias registradas hasta ahora, muchas de las cuales son verdaderas convocatorias a una rebelión.

Los reporteros son dueños de un arma de la que no pueden ser despojados ni siquiera por sus empleadores: el manejo de la información diaria, la nota, el discurso, el mensaje. Y todo generado en el medio oficial.

¿Cuánto aguantaría nuestro muñequito preferido si los periodistas deciden, en situación ideal, no hacerle caso, o en el extremo, limitando los materiales generados en las oficinas gubernamentales a la información dura, exacta? Imaginen: “hoy se puso en funcionamiento una clínica en tal parte. Atenderá, se dijo, a diez mil pobladores de X región”.

A partir de esta sugerencia podrían encontrarse otras vertientes de las que no podrían inconformarse los empresarios porque sus páginas y la publicidad respectiva, estarían a salvo.

Súplica final. No olviden a quienes han muerto bajo la aquiescencia cómplice de un gobierno, éste, el pasado y el anterior y ojalá encuentren, inventen o usen los caminos posibles para obligar a los gobiernícolas a asumir sus responsabilidades. Sueño de un día primaveral.

carlos_ferreyra_carrasco@hotmail.com

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José Cárdenas