Claudia Luna Palencia
@claudialunapale
Va pareciendo cansino, hartante, desesperante y como espectadora ocasional del sufrimiento de los otros me deja un sentimiento de enorme impotencia; conformarnos con seguir con nuestra vida, con nuestra rutina de siempre mientras jugamos a la ruleta rusa, de a ver qué tan cerca nos toca un atentado, me parece hasta masoquista.
A todos nos queda claro que la meta es provocar el mayor daño civil posible tanto a las personas como a la infraestructura y entendemos igualmente que no están por la labor de pichicatear el dolor porque lo suyo es precisamente provocarlo, desestabilizarnos, corroernos y hacer sobre todo que crezca en nosotros mismos un rechazo hacia el desconocido, el invasor, el inmigrante, el que lleva velo y no tiene ni nuestras creencias ni nuestras costumbres.
En Francia y Reino Unido va anidándose buena parte de la inquina europea contra los árabes, musulmanes y la gente que profesa el Islam confundiéndose peligrosamente la rabia por los muertos inocentes en los funestos atentados con venganza, rechazo y odio.
El más reciente atentado, masacre en Manchester, ya coge otro cariz porque ha ido con toda frialdad y maldad contra las personitas más vulnerables y menos entrometidas en los asuntos de nuestro diario vivir: hablo de niños y adolescentes y otra muchachada en la edad de la rebeldía que no hace más que expiar sus frustraciones y sueños a grito de pulmón de las canciones de sus ídolos juveniles.
La tragedia pudo ser más devastadora (una avalancha) debido a la enorme concentración de personas en el auditorio del Manchester Arena, un total de 20 mil según los medios ingleses locales, que acudieron el lunes 22 de mayo a escuchar dos horas de concierto de Ariana Grande, la estrella juvenil pop estadounidense del momento. ¿Quién podría siquiera sospechar que afuera del recinto, justo a la salida que lleva directamente a la estación Victoria, un lobo solitario se volaría cargado de explosivos?
Lo de la sala del Bataclán en París –noviembre de 2015-, también fue meticulosamente planeado para irrumpir con balas de terror y muerte justo en el concierto de los también estadounidenses Eagles of Death Metal… ironías de la vida.
A COLACIÓN
Honestamente después de esto no queda más que darle toda la razón al presidente Donald Trump, el magnate ha hecho de su minigira por Arabia Saudita, Israel y Palestina su mística para la paz, llegó vendiendo humo y terminó facturando 110 mil millones de dólares en ventas de armamento estadounidense para Arabia Saudita.
En su falacia “vivimos una batalla del bien contra el mal” que va mucho más allá de una lucha de civilizaciones en la que además hay enemigos muy focalizados según la visión pragmática de Washington además de Corea del Norte con el régimen de Kim Jong-un, lo es desde luego Irán.
De hecho, la nación de los ayatolás ha tenido –sin proponérselo su recién reelecto presidente Hasán Rouhaní- todo el protagonismo en la gira del mandatario Trump.
Sin perder ápice de oportunidad el inquilino de la Casa Blanca ubicó el eje del mal en Irán “por ser culpable de la situación de Siria, por sus aspiraciones expansionistas en la región y por financiar el terrorismo a nivel global”.
No sólo convocó en consecuencia a los 50 mandatarios del mundo árabe presentes en Riad a unirse con Estados Unidos como aliados contra el mal si no a echarlos (a los terroristas) totalmente de estas tierras “hay que cortar los fondos que financian el terrorismo”.
El infortunado hecho de Manchester le pilló a Trump en Jerusalén, “malvados perdedores”, ha sido su expresión más directa; mientras el primer ministro Benjamín Netanyahu bastante rudo le secundó: “Como ha dicho usted presidente Trump tanto el financiamiento al terrorismo como el terrorismo deben de terminar, condenamos el atentado en Manchester; si el atacante hubiera sido un palestino y la víctima un israelí, Mahmud Abbas le hubiese dado una paga a la familia del terrorista palestino, esa ley palestina debe cambiar”.
El más reciente atentado le otorga al presidente Trump nuevos bríos para poner mañana el pie en una Europa confrontada con él por varios temas (usará la retórica del yo tengo la razón) así llegará a Roma para ver al Papa Francisco, después irá a Bruselas se reunirá con los líderes de la OTAN y luego viajará a Taormina, Sicilia para el cónclave del G7.
Nuevos bríos que obran a favor de Theresa May, la primera ministro británica tiene a la vuelta de la esquina las elecciones del 8 de junio, ella quiere ganarlas para pulsar el Brexit duro. ¡Ay la hipérbole maldita! Manchester no apoyó el Brexit en el referéndum del año pasado: el 60.4% de los electores votó por quedarse, remain in the EU; ahora con el miedo en el cuerpo y el nivel de alerta terrorista elevado a crítico, habrá más votos para la otra vendedora de humo…
*Puedes opinar en http://claudialunapalencia.blogspot.com.es economista y escritora, experta en periodismo económico, geoeconomía y análisis internacional